50 AÑOS DESPUES DEL ASESINATO DEL PROFETA NEGRO
LUIS COLLAZO(A la memoria de Juan Antonio Franco, Moisés Rosa y Alfredo Santiago, profetas de la justicia racial puertorriqueña).
El 4 de abril de 1968, mientras se encontraba en la ciudad de Memphis, Tennessee, fue asesinado el “profeta negro”, el reverendo Martin Luther King, Jr. en el balcón del Motel Loraine. La significación de ese acto aún constituye para amplios sectores de la sociedad estadounidense y del contexto actual mundial un desafío a la conciencia que reclama continuar insistiendo en la urgencia de un “mundo nuevo y mejor”.
El asesinato de este baluarte de la dignidad humana se convierte en ese “avatar” que lo constituye en atalaya de la libertad y la justicia. Su muerte significa precisamente una crítica al pervertido modelo democrático que operaba y opera en flagrante violación a los más básicos criterios de dignidad humana, de equidad y justicia. Su muerte, a mi juicio, fue precipitada precisamente por su vertical denuncia de la depredación insensible que implicaba la guerra de Vietnam. Su crítica se dirigía a una política que bajo el manto de la democracia sustentaba, perpetuaba y dogmatizaba perversamente el belicismo, el armamentismo y el militarismo. En esta perspectiva en su sermón “Más allá de Vietnam - es momento de romper el silencio”, pronunciado en la Riverside Church en la ciudad de Nueva York el 4 de abril de 1967, señalaba: “Así que hemos estado en varias ocasiones ante la cruel ironía de ver a los niños negros y blancos en las pantallas de TV matar y morir juntos por una nación que no ha podido sentarlos juntos en las mismas escuelas. Así que verlos en la solidaridad brutal quemando las chozas de un pueblo pobre, pero nos damos cuenta de que nunca vivirían en la misma cuadra en Detroit. No podía permanecer en silencio frente a la manipulación tan cruel de los pobres”. Tales contradicciones demostraban la soberbia de una sociedad éticamente disfuncional. En este mensaje de King se evidencia un discurso muy pertinente que cobra vigencia ante el hito actual que pretende retroceder, aún más profundamente, a un diseño social que justifica la prepotencia de una nación por vía de la militarización y el discrimen de todo tipo. Por esta razón se hace urgente ampliar toda lucha posible y estratégica, siguiendo los caminos de Martin Luther King, que afirme un proyecto histórico que repudie la xenofobia y la necrofilia. Su argumento que denuncia de la violencia corresponde a este momento histórico en que se depredan los cimientos básicos de lo que raquíticamente nos queda de nuestro “contrato social”. El culto a la violencia por vía del mercado y la sacralización de las armas describe el “ethos” disfuncional de una comunidad humana y un cuerpo político con un profundo déficit de conciencia solidaria y afectiva. Por esta razón en ese discurso del 4 de abril de 1967, es decir un año antes de su asesinato, decía refiriéndose a los cuestionamientos de sus compatriotas negros, “Se preguntaron si nuestra propia nación no estaba usando dosis masivas de violencia para resolver sus problemas, para lograr los cambios que quería. Sus preguntas se hicieron sentir, y yo sabía que nunca más podría elevar mi voz contra la violencia de los oprimidos en los guetos sin primero haber hablado claramente al mayor provocador de violencia en el mundo de hoy – a mi propio gobierno”. Su visión de pastor evangélico y humanista no le permitía desasociar la violencia al interior de su sociedad de la violencia bélica a nivel mundial. El efecto de esta constituía la depredación del ser humano, independientemente de donde se experimentaba el golpe destructivo donde se ejecutaba. En este sentido, “justicia y paz” son intrínsecamente vinculantes en el escenario humano. Prescindir de la violencia, como método, constituyó su fundamento profético y su mayor desafío a las estructuras de poder vigentes en su país. Hoy, tristemente, la urgencia de una “cultura de paz” se enfrenta nuevamente a discursos protagónicos deshumanizantes que atropellan el avance de la convivencia solidaria y pacífica. La idea del mundo como una “Aldea Global” estaba subyacente en este apóstol de la igualdad, la fe y la libertad. Llamó a trabajar por una gran “familia mundial”. Esta propuesta de una comunidad mundial merece la búsqueda y la construcción de un paradigma que aporte una nueva concepción de la sociedad humana y de la comunidad planetaria. Esta fue descrita con una brillante idea profética fundada en un evangelio que afirmaba la verdad transparente de la prioridad de la vida ante el culto a la muerte y a la destrucción. Por esto señaló: “Aun tenemos una opción: coexistencia no violenta o coaniquilación violenta. Debemos pasar de la indecisión a la acción. Tenemos que encontrar nuevas maneras de hablar en nombre de la paz en Vietnam y la justicia en todo el mundo en desarrollo - un mundo que toca a nuestras puertas”. Así demostraba la falta de credibilidad de una élite política-militar y religiosa que estaba marcada por profundas contradicciones éticas. Su voz profética logró denunciar esas dicotomías que describían el “fariseísmo” de los que hipócritamente proclamaban la falsa idea del llamado “mundo libre”. Su voz contribuyó a desenmascarar una ortodoxia cultural que en su práctica era una falsificación ideológica y teológica. Aún hoy padecemos de esa insolente propuesta social basada en el discrimen, la represión y la opresión económica. Según leemos a Martin Luther King vamos descubriendo su aporte central a su tiempo y a nuestro contexto actual. Considero que su mensaje se fundamenta esencialmente en su defensa de la “justicia”. Es decir, su lucha esta principalmente enfocada en ésta. En su mensaje “He estado en la cima de la montaña” destaca el asunto de la justicia. Como bien señaló en ese discurso poco antes de ser asesinado, “En segundo lugar, repasemos el estado de los asuntos. El asunto es la justicia. El tema es la negativa de Memphis de ser justo y honesto en sus tratos con sus servidores públicos, que son en este momento los trabajadores sanitarios. Pues ahora tenemos que fijar la atención en ello. Que es siempre un problema con un poco de violencia. Ustedes saben lo que pasó el otro día, y la prensa trató solamente lo de las ventanas rotas”. Es la justicia centro de su proyecto social y ético. La construcción de un pacto social fundamentado en la justicia es lo que marca la coherencia de su lucha por la dignidad y la equidad. Su plataforma teológica y ética es en este sentido un proyecto de liberación política, espiritual y económica. Es necesario, en una sociedad opulenta y racista, la transformación de las estructuras de opresión, así como la formación de una nueva espiritualidad solidaria y revolucionaria. El ser profeta no es definido como un mercader de catástrofes futuras. El profeta es el abogado del pobre y oprimido; el portavoz de los “sin voz”. Si se quiere, el crítico radical de los que explotan al trabajador y al desvalido. Son esas opciones de King las que desestabilizaban y constituyeron la razón para la perversa acción de su asesinato. Fue el mensaje profético que problematizó las estructuras que reprimían y depredaban que generó la hostilidad de la élite dominante que concluyó con su muerte. Bien decía en su mensaje “Yo he estado en la cima de la montaña”: “En cierta forma, el predicador debe ser un Amós, quien dice: “Cuando Dios habla, ¿quién no profetizará?” De nuevo con Amós, “¡Que la justicia corra como las aguas, y la equidad como impetuoso arroyo!” En cierta forma, el predicador debe decir, con Jesús, “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido, y Él me ha ungido para tratar con los problemas de los pobres”. La soberbia del capital y la prepotencia del militarismo repudiaban el mensaje noble de la paz y la exigencia ética de la justicia que King defendía y proclamaba. Concluyo esta reflexión con una afirmación, muy afín con el mensaje de Martin Luther King, en torno a la justicia del teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer, ejecutado por el régimen de Adolfo Hitler el 9 de abril de 1945 en Alemania y quien acertaba al decir: “Sólo porque Dios se hizo hombre pobre, sufriente, desconocido y fracasado, y porque Dios, a partir de ese momento, solo se deja hallar en esa pobreza, en la cruz, por eso no podemos apartarnos de los hombres y del mundo, por eso amamos a los hermanos”. Hoy, cuando la furia del odio racial y la prepotencia militar retornan con fuerza a la historia, es imperativo ofrecer toda nuestra buena voluntad por la consecución de una “tierra prometida” para toda la humanidad. Luis Collazoes un pastor evangélico puertorriqueño, profesor universitario, periodista y prolífico escritor
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