APOCALIPSIS: LA ESTRATEGIA LITERARIA DE LOS SUBVERSIVOS
ULISES OYARZUNEn el mundo antiguo, las comunidades que vivían bajo el alero de imperios totalitarios, tenían tres formas de reaccionar frente al poder establecido:
La tercera opción, se realizaba al interior de comunidades las cuales usaban códigos que solo el grupo entendía y que se caracterizaba por una crítica aguda al poder de turno. Por mucho tiempo se pensó que los escritos del Nuevo Testamento eran un material religioso que poco tenía que ver con las problemáticas sociales y políticas de su entorno inmediato. Pero hoy muchos expertos opinan lo contrario. Creen que el NT contiene en su interior una propuesta subversiva, que no solo se limita a discusiones de Fé. Por ejemplo, títulos como Señor (griego, Kyrios) era un título que usaba el emperador romano. Así también todopoderoso (Pantokrator), Salvador, el que da la Paz, Redentor y otros. Al proponer que la persona de Jesús de Nazaret es el Señor, que da la Paz no como el mundo la da, que es el Salvador, el Redentor, etc. Lo que encontramos, es a una comunidad que relativiza los poderes de su tiempo y la agenda detrás de estos poderes. Apocalipsis es un ejemplo. Está escrito en un estilo literario muy común desde el segundo siglo antes de Cristo, donde se usa el simbolismo de imágenes míticas y cataclísmicas, para hacer una protesta contra un sistema imperial que asfixiaba no solo a los creyentes judíos en su comienzo, sino a todos. Por ejemplo, muchos escritos apocalípticos comparten la imagen de astros cayendo a tierra. Hay textos de Isaías como por ejemplo el capítulo 34, donde el profeta usa estos términos de cielos replegándose y estrellas cayendo sobre las naciones que oprimían a Israel, fuego eterno sobre Edom. Si uno visita el lugar geográfico donde Edom se situaba obviamente no encontrará una llama de fuego inextinguible, pues todo cabe dentro del estilo literario donde lo que el autor esperaba, era la intervención de Dios para cambiar las estructuras sociales y políticas que oprimían a su pueblo. Más allá del literalismo de Apocalipsis, la imagen de la tierra conmoviéndose desde sus cimientos y de astros colisionando, son un recurso literario para hablar de cambios profundos en la sociedad. De hecho, así como hoy simbolizamos las banderas de nuestros países con estrellas, en la antigüedad, la esperanza de cambios profundos en el mundo, que se esperaban vinieran de la intervención de Dios se simbolizaban con estas imágenes, “estrellas cayendo, la luna en sangre, bolas de fuego y sangre descendiendo sobre la tierra, etc”. Lamentablemente algunas lecturas de ficción que se han promovido como propuestas para entender el libro, lo han transformado en un material “misterioso” que se preocupa solo del fin de los tiempos. Lectura que justamente provoca en los creyentes actuales un descompromiso e indiferencia a las tragedias sociales, políticas y ecológicas que vive el mundo hoy. El autor de Apocalipsis habla de la consumación de los tiempos, eso es un hecho, pero el autor no habla para que la gente de un futuro lejano y distante se consuele con el libro. Juan de Patmos habla del fin de los tiempos desde su tiempo y en los códigos de su tiempo, para que las personas de su presente sientan consuelo y se movilicen. Es decir, habla del futuro, pero para su presente y desde su presente. El autor conoce el Antiguo Testamento y despliega imágenes donde aparece la destrucción del mundo evocando las plagas de Egipto. Al igual que Moisés, Jesús es el Libertador de la humanidad, como en el capítulo 15 donde frente al mar de Cristal los redimidos cantan el cántico de Moisés, así como esa comunidad de hebreos luego de cruzar el mar y ser libres cantan al son de los panderos. Y al igual que las plagas, las copas de ira son manifestaciones que buscan el arrepentimiento de las personas y que justamente, al igual que el Faraón, no se arrepienten viendo todas las señales. Pero más allá de esto, insisto, son formulaciones teológicas que usando el lenguaje mítico, propio de la literatura apocalíptica, intentaban dar esperanza a los creyentes bajo el peso del Imperio Romano. El libro propone a uno sentado en el medio del universo (Ap.4). Una imagen que los romanos conocen. En monedas acuñadas en Roma, aparece el emperador sentado en su trono, imagen que evoca autoridad y estabilidad. Al describir a Dios sentado en su trono lo que hace el autor es criticar el poder de turno y proponer ya no al Emperador, sino a otro más poderoso. Por eso se concluye que Juan de Patmos está recluido en una cárcel. Una cárcel donde se hacinaban a los que ponían en duda la estabilidad política del Roma. Juan no está en Patmos por ser un molestoso predicador, está en Patmos por ser un subversivo que proclama un mensaje que pone en peligro la agenda de Roma. Apocalipsis no está escrito para cruzarse de manos y dejar que sigan ocurriendo horrores frente a nuestras narices, mientras esperamos el “rescate” de un Dios que nos sacará de este mundo para luego terminar de destruirlo. Se habla de terremotos, de hambre, de pobreza, pero no con el objetivo de esperar de manera fatalista el final sin mover un dedo. Los Fariseos, por ejemplo, fueron un movimiento político de “moralistas pasivos”. Ellos también veían que el presente estaba atestado de injusticia, pero su única opción era “ser buenos” y esperar que Dios venga y él se encargue de los cambios. Los cristianos inspirados en Jesús si bien no tomaron armas como el movimiento de los zelotes, tampoco eran moralistas pasivos, en su manera de vivir, desarrollaban lo que hoy se denomina una “NO violencia ACTIVA”. Apocalipsis es en última instancia una carta pastoral para las iglesias que sufrían en Asia Menor en tiempos de Domiciano (Emperador de Roma). Una carta de ánimo que impulsó a la iglesia a seguir firmes en los valores del Evangelio, valores de la justicia de Reino, frente a un imperio que hostigaba no solo políticamente sino que a través del culto al emperador hostigaba también religiosamente a los habitantes del mundo antiguo. Uno de los ejemplos de estos valores que defiende el libro es la imposibilidad social de igualdad “descarada”. Imaginen en el primer siglo, que en el seno de estos creyentes, cuando se celebraba la cena del Señor, podían sentarse en la misma mesa creyentes de diferentes estratos sociales y de diferentes etnias. En Roma y Grecia los aristócratas celebraban el “simposio” que era sólo comidas de VARONES aristócratas. En la mesa de Jesús se celebra un simposio escandaloso. No solo varones, sino también mujeres y niños. Tampoco sólo gente de la aristocracia, también esclavos o gente pobre que se sentaba a la mesa y donde todos por un momento olvidaban sus “rangos” y su “genero” y por vez única en la antigüedad, todos se llamaban “hermanos”. El autor de Patmos propone eso, pero en su lenguaje. Presenta la imagen de “dos mujeres”. Que son una antítesis. La gran Ramera y La Novia. Una embriaga en la sangre de los santos, que se ha enriquecido a costa de sus comerciantes. La otra, una novia, vestida de blanco. Luego estas dos mujeres simbolizan algo más, son dos ciudades. La gran Ramera es la que está sobre siete montes y en ella se resume los horrores de otras ciudades emblemáticas por sus pecados. Todos los que leen saben que es Roma. La Roma de aquellos grandes emperadores. La otra mujer, en cambio, es la nueva Jerusalén, que baja del cielo a la tierra. Es la nueva ciudad de Dios, pero también es la iglesia. Las dos mujeres simbolizan una manera de hacer comunidad, de construir una sociedad. Una es reconocida por sus riquezas y sus excesos. Otra, para sorpresa, es conocida también por riquezas. Tiene calles de oro. Pero efectivamente, el oro no es propiedad de unos pocos. Está al alcance y el bien de todos. Todos pueden andar en sus calles. No son calles de oro exclusivas para los emperadores o poderosos. Una representa el poder de la Roma de los más ricos del mundo. Los Reyes. En la otra, hay Reyes y sacerdotes (o un sacerdocio real) pero aquí nadie es más rey que otro o más sacerdote que otro. Las imágenes de “calles de oro” no son para cruzarnos de brazos y en medio de tanta injusticia digamos: “bueno, no importa las injusticias del presente, más allá del sol me espera un lindo, lindo hogar”. Las “calles de oro” son para mover a los cristianos a promover en la sociedad HOY lo que comenzará a vivirse más allá, un lugar donde las riquezas y los recursos son para el provecho de todos, no para unos pocos. Leer Apocalipsis erróneamente, primero, es pensar que Juan de Patmos escribe una suerte de lenguaje encriptado acontecimientos que solo cobran vigencia al final de los tiempos. Otro error, es quedarse quieto y no ser una contra cultura, sino ser moralistas pasivos que se portan bien y se recluyen en sus templos esperando que Dios los saque cuanto antes de este mundo. Leer Apocalipsis en clave de la justicia del Reino, es tener esperanza que esta realidad de Dios no es algo que se gestará en las nubes, sino que vendrá “descendiendo para ser una realidad acá en la historia del hombre”. Y que esa manera de vivir que se establecerá de manera definitiva, tiene que movernos HOY para que en nuestras acciones , seamos efectivamente como decía Pablo, ” Las primicias de la cosecha” (Romanos 8). Que seamos como sociedad, comunidad, un adelanto en nuestra manera de vivir de esa justicia que se vivirá de forma definitiva en la venida del Mesías. Que hoy podamos promover una manera de vivir donde las riquezas no sean privilegio de unos pocos, que los recursos naturales no sean distribuidos de manera tan injusta y que desde nuestras comunidades podamos promover un estilo de vida donde las desigualdades que han socavado nuestro planeta y lo están destruyendo no sean también parte de lo que llamamos “Fe Cristiana”. Veo las noticias sobre mi país (Chile) sobre el daño irreparable que se hace al medio ambiente, donde los pescadores del sur intentan hacer un llamado a la justicia , una justicia sorda y ciega, que en sus bolsillos adosa muchos billetes provenientes de aquellos que a mansalva siguen y seguirán haciendo lo que quieren. Cuando pienso en Apocalipsis 4 y 5, veo el culto del que Juan es testigo. Es un culto que no termina sólo en adoración, sino que comienza luego de él un despliegue de eventos sobre las naciones para mover las piezas en la ecuación de la justicia del Reino. Quizás apocalipsis es un grito también para nosotros. Que nuestros cultos no solo terminen en lindas reuniones, sino que se desplieguen en acciones que intenten transformar esta sociedad tan desigual. Donde, con la ayuda de Dios seamos fieles testigos de Jesús, quien como el nuevo Moisés reconozcamos que hoy siguen habiendo emperadores, que necesitan escuchar la voz profética de un pueblo que ha visto demasiada sangre en el río “Nilo”, que hemos visto demasiada sangre en los recursos naturales y humanos de la historia… Ulises OyarzunExperto en miserias y conflictos sin resolver, con un doctorado en turbulencias y tensiones existenciales. Soy feliz. Soy padre de dos hijos y esposo de una uruguaya maravillosa
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