Fundamentos y método de la ética calviniana de la sociedad
ARIEL CORPUS
Comentario a la obra de André Biéler (México: CUPSA, 2015)
Durante mucho tiempo se le ha adjudicado al calvinismo y a Calvino mismo, sentar las bases ideológicas para la formación del capitalismo. Es extendida la tesis weberiana sobre la ética protestante y el espíritu del capitalismo, misma que se repite a diestra y siniestra por quienes no han leído de manera correcta –o entendido– a Max Weber, ni mucho menos han recurrido a las fuentes primarias escritas por Calvino, pues en el medio académico –al menos el mexicano–, se lee y estudia la obra de Max Weber, pero no la de Calvino por considerarla propia del ámbito eclesial. Está distancia de las fuentes no ha permitido escuchar la defensa del acusado, contraparte necesaria para debatir y reconsiderar las ideas con las que se diera a conocer según la tesis de Max Weber, quien al respecto señala que no estudia las opiniones del reformador franco-ginebrino, sino al calvinismo que se desarrolló en las postrimerías del siglo xvi. Tal aclaración es necesaria debido a la distinción que hace André Biéler de la obra intelectual del personaje y de su herencia eclesial, lo calvinano y lo calvinista, respectivamente.
Esta dualidad permite volver a las fuentes del autor y recuperar su cosmovisión en el marco de una historia de las ideas y desde la filosofía en el contexto de la ética social. Aporte que hiciera Biéler en lengua francófona en 1964, y que gracias a Casa Unidad de Publicaciones (cupsa), ahora se tiene acceso a tal obra en la lengua de Cervantes con la traducción del sociólogo Luis Vázquez Buenfil.
Los más de cincuenta años desde la aparición de la obra en Ginebra, aumenta la polémica por un título que parece anacrónico: Calvino, profeta, era industrial. Tres variables que se enmarcan en un contorno propio de su época: el primero, un hombre que transitó de la edad media al mundo moderno; el segundo, la alusión a personajes bíblicos que anunciaban y denunciaban el furor de Jehová; y, el tercero, una época caracterizada por la producción en masa. Hoy, a más de medio siglo de su publicación, se suman muchos más factores consecuencia de tal proceso industrial, enunciarlos haría correr ríos de tinta. Sin embargo, Biéler precisa al decir: “Quisiéramos simplemente mostrar, de una manera breve […] hasta qué punto Calvino fue un innovador en el dominio de la ética social, cómo supo discernir los problemas del desarrollo económico de Occidente y cuánto (a causa de esto), su método de interpretación de la Escritura y de elaboración de la ética social continúa adaptado a las nuevas condiciones del mundo industrial moderno.” (Biéler, 2015: 19).
Con tal aclaración, el recorrido que hace Biéler por recuperar la ética calviniana como voz profética de las garras del calvinismo –muchas veces de corte fundamentalista–, se sustenta en cuatro axiomas entrelazados entre sí. Se trata, por así decirlo, de un sistema de orientación que se puede dividir en dos grupos: uno compuesto con los dos primeros puntos que se sitúan en el marco conceptual y teológico; otro conformado por los siguientes dos puntos que se sitúan en el marco de la interpretación y de la acción:
Una ética teológica Cristo–céntrica.
Una ética bíblica acorde al dinamismo de la historia.
Una ética cuya base es un método racional de análisis de los hechos socio–económicos.
Una ética cuyo método es dialectico que pondera la acción.
Si bien para Biéler, la ética calviniana obtiene todo su fundamento en la teología, los modos en que se aplica, su presencia y acción en la historia humana “son tributarios de las realidades socioeconómicas contingentes” (Biéler, 2015: 27). Por lo tanto, el testimonio situado en la evidencia de la fe (la Palabra de Dios) es perceptible en situaciones concretas que rebasan la propia experiencia religiosa y se sitúan en el devenir de una historia profana.
Sociólogos como Peter Berger y Jean–Paul Willaime atribuyen a la Reforma Protestante el desencantamiento del mundo. Para el primero, al despojarlo de todo misticismo y minimizar la experiencia religiosa; para el segundo, al trasladar el monasterio al mundo. Esta última apreciación es importante para entender la primera dimensión de la ética calvinana que retoma Biéler, pues en el argot calvinista se dice con elocuencia que el mundo es el teatro de la gloria de Dios. Tal atribución no es gratuita, de ser eso, parte fundamental del sacerdocio universal de los creyentes es actuar en el mundo, transformarlo y administrarlo. En otras palabras, la ética calviniana hace una relectura de su fundamento de fe y lo seculariza. En palabras de Biéler: “Es necesario que este testimonio se actualice penetrando en la vida profana; por la reflexión ética, primeramente, y luego, por una acción concertada que haga pasar esta ética, para comenzar, en la vida privada de los creyentes y, luego, en la vida de toda la sociedad.” (Biéler, 2015: 28).
La percepción de una ética con base en la Biblia abre la posibilidad de cualquier absolutismo, siempre y cuando ésta se interprete en su modo literal, lo que muchas veces sucede en las iglesias calvinistas y demás tradiciones evangélicas. Por tal motivo, hay una particularidad en Calvino que se ha soslayado en la lectura de las Escrituras y que sirve como cerradura para todo intento de absolutizar su contenido literal: “la Palabra de Dios contenida en la Santas Escrituras y el testimonio interior del Espíritu Santo” (Biéler, 2015: 31).
Esta fórmula permite entender los signos de los tiempos y adecuar la revelación a las necesidades más apremiantes de la condición humana, apreciación que permite a la ética calviniana entender la revelación bíblica como un asunto contingente e histórico y a la letra como un producto cultural procedente de una época. Cabe recordar que para Calvino el hombre es incapaz de entender el lenguaje de Dios por tratarse de una Otredad totalmente radical, motivo por el cual se da a conocer en la experiencia de un pueblo al cual se revela y que se sitúa en un marco cultural del que no puede escapar. Por tal motivo, Biéler indica: “Que la revelación sea divina, enteramente y plenamente suficiente, el reformador no deja de afirmarlo. Pero su gran audacia consiste en no dudar, sin embargo, en considerar a la Biblia, en su expresión humana, como un libro contingente, escrito en cierto momento de la historia; y cuya ética, en su formulación legal, está ligada a una civilización y a una sociedad concreta.” (Biéler, 2015: 34).
Estos prolegómenos que se encuentran en el marco de lo conceptual y teológico, explican en gran medida los siguientes apartados que Biéler pondera en la ética calvinista: un método para interpretar la realidad y tomar acciones concretas en un mundo en constante evolución social. De ese modo el autor explica ciertos acontecimientos que rodearon al personaje y de los cuales subraya tres: el divorcio, los préstamos y la usura, este último motivo que lo ha rodeado de polémica aún siglos después de su muerte en 1564.
A un par de años de la conmemoración de los 500 años de la Reforma Protestante, la lectura de Biéler y, desde luego, de Calvino, es imprescindible para quien desea sumergirse en la historia de las ideas y en la dimensión filosófica de la ética, así como en los aportes intelectuales de un personaje desconocido en gran medida por el mundo hispanohablante.
Por tal razón, traducciones como el presente libro son de gran pertinencia para debatir las consecuencias de la modernidad en sus diversas aristas, al parafrasear al propio autor: “No se puede abordar la actualidad sin interrogar a Calvino, pero, para interrogar a Calvino, hay que saber de qué está hecha la actualidad.”
Ariel Corpus
Ha transitado por los derroteros de la historia, la antropología, la sociología y la teología. Actualmente se dedica a la investigación social y es posgrado en Antropología por la Universidad Nacional Autónoma de México .