CUATRO GRANDES REALIDADES
Sermón predicado en mi primera Cruzada Unida de Evangelización[1]OSVALDO L. MOTTESI[1] Cruzada Unida de Evangelización de las Iglesias del Sur del Gran Buenos Aires. Fue auspiciada por Juventud para Cristo y celebrada del 4 al 9 de mayo de 1964 en el Centro Comercial de Lanús, Pcia. de Buenos Aires.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” Juan 3:16
Introducción1. Una famosa estrella del cine internacional, dijo hace poco en conferencia de prensa: “Tengo dinero y belleza, atractivo y popularidad; debiera ser la mujer más feliz de la tierra, pero soy una miserable”. Un famoso bailarín griego confesó a los periodistas en el aeropuerto de Buenos Aires: “Jamás me he encontrado solo sin que mis manos comiencen a temblar, que corran las lágrimas por mis mejillas, y que añore un gozo, una felicidad que jamás he logrado”.
2. Un hombre joven fue al consultorio de un famoso médico psiquiatra en una gran ciudad. Cuando este hombre de ciencia le recibió, aquel muchacho le dijo: -- Doctor, me siento solitario y abatido, confuso y miserable; no encuentro paz ¿Qué me aconseja para ayudarme? Luego de un largo y minucioso examen, aquel médico le dijo: -- Vea muchacho, usted está tenso y estresado. Muy preocupado por todo lo triste y negativo de la vida. Usted necesita cambiar y distraerse, sonreír y divertirse. Vea, voy a darle un práctico consejo. Estos días está en nuestra ciudad un gran circo internacional. Trae en su elenco a un famoso payaso. Es un artista que cautiva a gentes de todas las edades. Vea, vaya al circo esta misma noche. Compre su entrada, mézclese entre la multitud, olvídese de los problemas de la vida y… ¡ría, ría a carcajadas!, ¡ría despreocupado!, ¡ría relajado y feliz con el arte del payaso! Se hizo un silencio singular. Al rato, aquel joven contestó: -- Doctor, yo soy eso payaso… 3. El presidente de la Universidad de Harvard, en su discurso de graduación, declaró enfático a quienes graduaban: “Jóvenes, el mundo anhela realidades en las cuales creer, y un canto de victoria que entonar”. El mundo anhela realidades en las cuales creer… Nuestro mundo continua su búsqueda por la fuente de la felicidad. Pero nuestra civilización ha perdido su inicial optimismo. Somos un mundo sin alma. Un mundo que no confía más en palabras. Un mundo cansado de ser estafado. Engañado por las hermosas, pero mentirosas palabras de sus líderes. Nuestro mundo actual quiere realidades. Realidades tangibles y concretas. Realidades honestas y confiables. “El mundo anhela realidades en las cuales creer … y un canto de victoria que entonar…”. 4. Por eso en esta ocasión, en el nombre de Dios hemos venido a ofrecerte esas benditas realidades. Realidades que estás buscando. Realidades que anhela tu insatisfecho corazón. Realidades en las cuales tú puedes creer. Realidades en las cuales tú debes creer, porque ellas son concretas y fieles, eternas y transformadoras realidades de Dios para tu vida. 5. En esta ocasión, vamos a centrar la totalidad de nuestra atención en la Biblia, la Palabra de Dios. Este es un momento de bendición. Es la ocasión cuando Dios habla a nuestro corazón. Dios te habla en esta hora; esa es ya una bendita realidad. Dios te habla y debes escucharle con tu mente, alma y corazón. Dios te habla y tiene una Palabra especial para tu vida. Dios apelará hoy a una decisión decisiva en tu existencia. Y tú debes estar dispuesta, decidido a obedecerle. 6. Ahora quisiera saber cuántas personas han traído sus Biblias en esta noche. Quienes lo han hecho, les ruego que las muestren levantándolas en alto. ¡Gracias! Les invito a que abramos nuestras Biblias en el evangelio de Juan, en el capítulo 3, para leer todos juntos, juntas, en alta voz y al unísono, el versículo 16. Muchas, muchos de nosotros conocemos este bendito texto de memoria. Lo hemos aprendido desde nuestra niñez. Si no hemos traído nuestras Biblias, repítanlo también, con quienes lo lean en alta voz. Dice así: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. 7. Mis amigas y amigos, aquí están las benditas realidades de Dios. Realidades que el mundo necesita. Realidades que anhela y necesita tu propio corazón. Aquí en la Biblia, en el Libro de Dios, en estas pocas y sencillas palabras que acabamos de repetir juntos, se encuentran las realidades que hoy van a transformar tu vida. Realidades en las cuales es totalmente confiable poder creer. Realidades sobre las cuales podrás construir una vida nueva y distinta, de perdón y paz, de salvación y esperanza. ● Cuatro grandes realidades Dios nos brinda en esta hora. Cuatro oportunidades para tu vida. Cuatro pilares para nuestra paz y felicidad. I. La primera gran realidad la encontramos en las primeras palabras de nuestro texto: “Porque de tal manera, tanto amó Dios al mundo…”: LA REALIDAD DE UN AMOR SIN IGUAL. La realidad del bendito amor transformador de Dios. A. El apóstol Juan, un gran cristiano, escribió acerca del amor en la Biblia. Él dice que “el que no ama, no vive”, No vive en el espiritual y bendito sentido de la palabra. No vive la existencia pletórica de paz y alegría que Dios, nuestro Creador, desea que todas, todos vivamos. Quien no ama solo subsiste. Es un ser que dura, porque late su corazón y funcionan los órganos de su cuerpo. Pero no vive la plenitud de existencia que Dios desea para ti, para mí y para toda la humanidad. B. La Biblia reitera que: “Quien no ama, permanece en la muerte”. Los seres humanos creen que viven, dicen que viven, pero su vida no es más que una subsistencia muerta. Pero la misma Biblia afirma que Dios vio a los seres humanos odiándose, luchando y matándose entre sí. Dios vio a este mundo que creara con tanto amor, muerto en el pecado. Y de tal manera, con tal intensidad y paciencia, con tal perseverancia y generosidad amó y ama Dios a este mundo. Fue y es tan grande e incomparable su amor, que él murió para que nosotros vivamos. Esta es la más gloriosa paradoja del gran amor transformador de Dios. C. Alcemos en esta hora, los ojos de nuestra fe. Trasladémonos en su poder, fuera de este lugar. A millares de kilómetros de aquí. A las afueras de una ciudad llamada Jerusalén. Jerusalén, nombre que paradójicamente significa “morada de paz”, Allí, comencemos a escalar paso a paso, con la fuerza de nuestra fe, la ladera de un oscuro monte. Al llegar a la cima tendremos una experiencia única, muy singular. Nos confrontaremos, cara a cara, corazón a corazón con la Cruz de JesuCristo. El ya no está allí, porque resucitó, vive y reina para siempre. Pero allí está la Cruz. Ese oscuro madero de tortura y muerte. Madero que aún muestra los agujeros de los clavos que clavaron al Hijo de Dios. Allí está Cruz. En medio de la oscuridad del monte y del mundo. Allí está Cruz, y sobre ella, como un fanal que ilumina tanta tragedia y tinieblas, tres palabras llenan de luz tu vida, el Calvario y el mundo. Tres palabras gloriosas. Tres palabras cargadas de esperanza. Son sólo tres palabras, son sólo diez letras, que proclaman a tu vida y al mundo: “Dios es amor”. II. La segunda gran realidad que Dios nos brinda esta noche, la encontramos en las palabras que continúan en nuestro texto: “Porque de tal manera, tanto amó Dios al mundo… que ha dado a su Hijo unigénito…”, “que ha dado a su Hijo unigénito…”: LA REALIDAD DE UNA OFRENDA SIN IGUAL. La realidad del regalo bendito de perdón y salvación, reconciliación y paz, que Dios nos entrega en JesuCristo. A. Es posible que una madre o un padre entreguen, ofrenden su vida por salvar a sus hijos e hijas. Probablemente un hijo o una hija llegue a dar su vida por su padre, por su madre, o sus hermanos. Es factible que algún muchacho o muchacha estén dispuestos a dar su vida por su mejor amigo o amiga. En medio de tantas historias de odio y violencia, hay casos del pasado y de nuestros días, que hablan de la gloriosa capacidad humana de amar. Historias verídicas de accidentes u otras experiencias críticas. Allí padres o madres defienden hasta morir a sus hijos o sus hijas. Hijos o hijas que entregan sus vidas por defender, salvar las vidas de sus padres o madres. Jóvenes muriendo por sus mejores amigos o amigas. Estas son hermosas, generosas historias de ofrendas de amor. Relatos llenos de inspiración. B. Pero existe una ofrenda de un amor mucho más grande y más sublime. Es la realidad de una ofrenda sin igual. Es la ofrenda de JesuCristo, la bendita dádiva, el regalo supremo de Dios a todos los seres humanos. La Biblia declara: “En esto conocemos lo que es el amor: en que Jesucristo entregó su vida por nosotros” (1Jn 3:16). Jesús no entregó, no ofrendó su vida por quienes le amaban a Él. JesuCristo no murió tan solo por sus apóstoles, por sus hermanos, por María su madre, o por sus amigos y amigas. La ofrenda suprema de su vida fue y es para los indiferentes y las insensibles hacia Él. Su entrega fue y es para quienes le odiaban ayer y hoy le rechazan. Para quienes hoy le admiran pero no está dispuestos o decididas a seguirle. Su ofrenda fue para quienes le crucificaron hace 20 siglos, y para quienes hoy le siguen crucificando con sus pecados y orgullos, vanidades y rechazos. ¡Qué ofrenda de amor sin igual! No solo para los amigos y amigas, sino -en especial- para las y los enemigos. Regalo para quienes le aman y aún para quienes le odian. C. La realidad de esta ofrenda sin igual, exime a nuestras vidas de la paga, el resultado del pecado. Dice la Biblia: “Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor” (Ro 6:23). Dios desea liberarte de la paga, el precio de tu alejamiento de Su amor. Dios te invita en esta hora a que recibas en tu vida el glorioso regalo, la ofrenda sin igual de Su amor perdonador. Tu Creador y Padre desea liberarte de tu deuda. El precio que has contraído por alejarte de Su amor. Pídele perdón a Dios por tus pecados. Entrégale JesuCristo tu corazón. Confiésalo a él como el Señor y Salvador de tu existencia. Haz de Jesús tu mejor amigo. Permítele a Él que te llene del regalo de su amor. III. La tercera gran realidad que Dios nos brinda esta hora, la encontramos también en las palabras que continúan en nuestro texto: “Porque de tal manera, tanto amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito… para que todo aquel que en él cree…”, “para todo aquel que en JesuCristo cree…”: LA REALIDAD DE UNA AMPLITUD SIN IGUAL. La realidad de la total inclusividad, la maravillosa universalidad del Evangelio, la Buena Noticia de JesuCristo. A. El Evangelio de Cristo es un mensaje eminentemente universal. Es una Buena Nueva para los seres humanos de todas las razas y naciones, de todos los idiomas y culturas. Es una Verdad para ricas, ricos y pobres, poderosos y humildes. JesuCristo nos ha igualado a todos, a todas por igual delante de Dios. Todos los seres humanos, cualquiera sea su posición social y económica, su cultura o su ignorancia, su poder o su humildad, todos, todas somos igualmente pecadores y pecadoras delante del Señor. La Biblia insiste declarando: “pues todos, todas hemos pecado y estamos privados de la gloria de Dios” “por cuanto todos, todas pecaron y estamos destituidos de la gloria de Dios” (Ro 3:23) B. Todos los seres humanos somos muy diferentes y, a la vez, totalmente iguales. Nos distinguen idiomas y colores de piel, costumbres y posiciones sociales. Mil otras realidades nos hacen diferentes. La psicología nos clasifica como seres primordialmente de carácter intelectual, de carácter emotivo, o de tipo práctico. Todo nos hace diferentes. Pero la Biblia declara hasta el cansancio que todas, todos somos igualmente pecadoras y pecadores delante de nuestro Creador. El Papa en Roma, el rey o la reina, el presidente o la presidenta, el campesino o la ejecutiva, todos hemos pecado y estamos faltos, tenemos déficit espiritual delante de Dios. C. Por eso, todas, todos por igual necesitamos recibir el perdón de Dios. Cualquiera sea nuestra situación, necesitamos hacer tres cosas decisivas: Primero, reconocer que hemos vivido lejos del amor y la voluntad de nuestro Creador. Segundo, arrepentirnos y pedir perdón con sinceridad a Dios, y tercero, entregar con fe nuestra vida a JesuCristo. Tú debes hacerlo en esta hora. Confiesa a JesuCristo como tu único Señor y Salvador. El hoy te perdona y transforma, y vendrá a ser tu Buen Pastor. IV. La cuarta y última gran realidad que Dios nos brinda, la encontramos también en las palabras finales de nuestro texto: “Porque de tal manera, tanto amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree… no se pierda, mas tenga vida eterna”, “… no se pierda, mas tenga vida eterna”: LA REALIDAD DE UNA SALVACIÓN SIN IGUAL. La realidad de la plena y perfecta salvación sin igual de Dios en JesuCristo. A. Esta salvación es sin igual, porque es la obra de un Dios sin igual. La Biblia, en un cántico lleno de alegría, declara: “Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento proclama la obra de sus manos”. (Sal 19:1). Líderes de todo color y pelaje, ofrecen salvación de los mil problemas actuales de la humanidad. El Creador de todo, lo conocido y lo desconocido; el Sustentador de Su creación, es Quien nos brinda esta gloriosa salvación. Por eso ella es incomparable. Es “Dios, quien no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él”. (Jn 3:17). B. Esta salvación es sin igual, porque le costó a Dios un precio sin igual. El profeta Isaías, 800 años antes del nacimiento de Jesús, profetizó que Él, el Hijo de Dios, sería quien pagaría por nuestros pecados. Y esto se cumplió a cabalidad. Dice la Escritura; “Él, (JesuCristo), fue traspasado, herido por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, el precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados” (Is 53:5). Ese precio tremendo pagó Dios Padre, la vida de su único Hijo, para pagar por nuestra salvación sin igual. C. Esta salvación es sin igual porque sus beneficios son para todas, todos por igual. “… a todos, todas quienes le recibieron, a todos, todas quienes creen en su nombre, les dio, les da potestad de ser hechos hijos e hijas de Dios” (Jn 1:12). La fe cristiana no es una religión para occidente, o para ciertos países y culturas. Más aun, no es una religión. Es una relación plena y vital de todo hombre y mujer, quien sea y donde sea, que entregue su corazón a JesuCristo. D. Su salvación es sin igual, porque es de una duración sin igual. Dice el mismo Jesús: “yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Jn 10:10); “El que cree en mí, tiene vida eterna” (Jn 6:47); “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás” (Jn 11:25). Eternidad: dimensión que no entendemos, nunca la experimentamos. Eternidad es para siempre, plenitud de comunión con JesuCristo, en el mundo nuevo de Dios. Conclusión Hoy como ayer, JesuCristo extiende sus brazos de amor y nos dice, te dice especialmente a ti: “Vengan a mí todas, todos los que están trabajados y cargadas, y yo les haré descansar” (Mt 11:28). Para todos los hombres y mujeres es el descanso de Dios. Para quienes están agobiados por las realidades de este mundo de odio y competencia, injusticia y maldad. Hay perdón y adopción, descanso y paz en las benditas realidades de Dios. Realidades de amor y perdón, salvación y vida eterna. Realidades de Dios PARA TI. Recíbelas en tu vida. Entrega toda tu existencia a JesuCristo. Confiésalo como tu Señor y Salvador, síguelo e imítalo desde ahora y para siempre. ESE ES MI DESEO Y MI ORACIÓN.
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