DE REGRESO A LA PALABRA DE DIOSCARLOS A. LOPEZHaciendo eco del conocido adagio popular podríamos decir: “Dime cómo andas y te diré cuánto conoces la Palabra de Dios” o podría decirse también: “Dime cuánto conoces la Palabra de Dios y te diré cómo andas”.
Cuando estudiamos la vida de los primeros cristianos notamos que la Palabra de Dios fue central en su fe y en las decisiones de vida que ellos tomaron (Hch. 6:7, 8:30-37, 17:10-12, 20:32). Los apóstoles entendían la centralidad de la Palabra y por eso le otorgaban prioridad al ministerio de la enseñanza (Hch. 4:16-22, 6:2-4). A pesar de que su importancia sigue siendo central para la vida de la iglesia y de los creyentes, en nuestros días demasiado a menudo la lectura y el estudio de la Palabra de Dios pasa a un segundo plano después de muchas otras actividades que pueden ser buenas y religiosas a la vez. Permítanme mostrarles el caso de un pueblo que volvió a oír la Palabra de Dios después de muchos años sin oírla. Sucedió en tiempos de Nehemías, cuando el pueblo que retornó del exilio se dedicó a la reconstrucción de la ciudad de Jerusalén que yacía en ruinas. Las familias de Israel habían retornado a sus casas, a su antiguo terruño, había comenzado el proyecto de reconstrucción pero todavía les faltaba el tan ansiado retorno a la Palabra de Dios. Todo el pueblo se reunió con un mismo propósito en la plaza, justo dentro de la puerta del Agua. Le pidieron al escriba Esdras que sacara el libro de la ley de Moisés, la cual el Señor había dado a Israel para que la obedeciera. Así que el 8 de octubre el sacerdote Esdras llevó el libro de la ley ante la asamblea, que incluía a los hombres y a las mujeres y a todos los niños con edad suficiente para entender. Se puso frente a la plaza, justo dentro de la entrada de la puerta del Agua, desde temprano por la mañana hasta el mediodía y leyó en voz alta a todos los que podían entender. Todo el pueblo escuchó atentamente la lectura del libro de la ley. El escriba Esdras estaba de pie sobre una plataforma de madera que se había construido para la ocasión… Esdras estaba de pie en la plataforma a plena vista de todo el pueblo. Cuando vieron que abría el libro, se pusieron todos de pie. Entonces Esdras alabó al Señor, el gran Dios, y todo el pueblo, con las manos levantadas, exclamó: «¡Amén! ¡Amén!». Luego se inclinaron y, con el rostro en tierra, adoraron al Señor. Nehemías 8:1-6, NTV. ¡Qué maravillosa reunión! ¿No le parece? Todas las familias convocadas en la plaza pública. Una reunión que duró toda una mañana. ¡Qué sacrilegio para el reloj de algunos púlpitos modernos! ¡Qué falta de preparación para la liturgia contemporánea! ¡Qué aburrido para algunos creyentes de hoy! Leamos el pasaje de nuevo y notemos juntos algunas observaciones importantes:
Mire qué manera de terminar el relato: “Nehemías continuó diciendo: «Vayan y festejen con un banquete de deliciosos alimentos y bebidas dulces, y regalen porciones de comida a los que no tienen nada preparado. Este es un día sagrado delante de nuestro Señor. ¡No se desalienten ni entristezcan, porque el gozo del Señor es su fuerza!»… Así que el pueblo se fue a comer y a beber en una gran fiesta, a compartir porciones de la comida y a celebrar con gran alegría porque habían oído y entendido las palabras de Dios”. ¿Acaso no es esto lo que provoca la Palabra de Dios cuando es oída, entendida y obedecida? (compárese con Hch. 2:46-47) ¡Cuánta falta nos hace volver a la Palabra de Dios para que vuelva a nuestras vidas y al seno familiar la alegría, la bendición y la comunión entre nosotros y con todos! Carlos A. Lopezes Licenciado y Magister en Teología, pastor y conferencista sobre temas de matrimonio y familia. Sirve como Rector en el Instituto Teológico FIET de Argentina.
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