DEFINIENDO NUESTRA FE
Nuestra fe es radical, no es extremista
Por eso, cuando hablamos de un “cristianismo radical” no nos referimos a algo “extremo”. Muchas veces se utilizan estas dos palabras, “radical” y “extremo”, como sinónimos, pero en realidad tienen muy poco en común.
La persona extremista es quien lleva una verdad hacia un lugar exagerado y por lo tanto, equivocado. Por el contrario, radicalizar una verdad, no es más que tratar de conocerla en toda su profundidad y plenitud, para vivirla con fidelidad irrenunciable tal como es. Y esto, sin añadirle ni quitarle nada. Significa ser fiel a esa verdad, aunque duela. Significa descubrir la verdad, enamorarse de ella y todo lo que representa e implica, y casarse con ella para toda la vida, sin alternativa alguna de divorcio.
Nuestra fe es radical, no es fundamentalista
Todo fundamentalismo político o religioso, cultural o racial, de izquierda o de derecha, es una experiencia enfermiza y enfermante. ¿Por qué? Porque los fundamentalistas -de la orientación que sean- se consideran siempre los únicos propietarios o propietarias de la verdad absoluta. Y, por lo tanto entonces, el resto del mundo está totalmente equivocado.
El fundamentalismo cristiano generó las persecuciones más terribles de muchos otros cristianos y cristianas, por el crimen de pensar y opinar diferente. Como muestra solo tres botones históricos: El astrónomo y físico italiano Galileo Galilei fue condenado a cadena perpetua por afirmar, contra la teoría de la iglesia oficial: “e piur se muove” (la tierra se mueve). Miguel Servet, médico y teólogo español fue arrestado, condenado y quemado vivo por la dictadura ginebrina, verdadera inquisición protestante liderada por Juan Calvino, debido a que algunas de sus ideas no eran idénticas a las de la iglesia reformada.
El movimiento hugonote, de protestantes intelectuales progresistas de Francia, fue perseguido y aniquilado en la tristemente célebre Noche de San Bartolomé, donde miles por sus ideas fueron quemados. Probablemente por esta razón, Francia no sea hoy una nación predominantemente protestante.
Nuestra fe es radical, no es liberal
“Liberal” o “liberalismo” son palabras para adjetivar correctamente ciertas corrientes o escuelas en distintos épocas y campos de pensamiento. Por otra parte, estos adjetivos se usan hasta el cansancio con criterios y propósitos diversos en contextos de todo tipo. En círculos cristianos su uso tiene una larga historia.
Estos vocablos se manipulan muchas veces sin fundamento ni documentación alguna -que es una manera elegante de decir: en forma injusta por irresponsable. En otras ocasiones funcionan como etiquetas, con el intento de excluir a quien o a quienes se desea, del “club de los buenos o buenas”.
En los últimos años los adjetivos “comunista” o “rojo”, como recurso para condenar a alguien al ostracismo, ya no funcionan más. Por eso, han sido reemplazados por el de “liberal”, es decir, alguien que no cree “como nosotros o nosotras”. Por otra parte, el uso de “liberal” a veces quiere significar actualmente quien lo relativiza todo, muy típico de la realidad posmoderna.
Nuestra fe es radical, no es dogmática
La palabra dogma, en su sentido más común es el de una doctrina sostenida por una religión u otra organización de autoridad y que no admite réplica; es decir, es una creencia individual o colectiva no sujeta a prueba de veracidad, cuyo contenido puede ser religioso, filosófico, social, sexual, etc., impulsado por una utilidad práctica.
La enseñanza de un dogmatismo o de doctrinas, principios o creencias de carácter dogmático se conoce como adoctrinamiento. En circunstancias extremas se le denomina “lavado cerebral”.
El dogmatismo es la tendencia a establecer fórmulas que expresan conocimientos como verdades imposibles de debatir, más allá de la investigación, la crítica y el intercambio de opiniones. Una persona que vive en una actitud dogmática, prescinde de la crítica y el análisis para comprender las teorías, simplemente las asume como reales o ciertas.
El dogmatismo podría ser catalogado como un fundamentalismo intelectual, donde la razón realiza una acción casi pasiva, una labor que no está ligada a la crítica.
Nuestra fe cristiana radical demanda:
- Amar profundamente a Dios, la humanidad y la creación; obedecer la autoridad plena de la Biblia como guía suficiente en creencia y conducta; someter toda la vida bajo el señorío absoluto de nuestro redentor Jesucristo, y servir al prójimo y a la sociedad en el poder del Espíritu Santo.
- Testimoniar el señorío pleno de Jesucristo sobre todas las esferas de la existencia. Este enriquece las relaciones humanas para vivir en amor, justicia y paz con nuestros semejantes, y relativiza el valor de nuestras posesiones materiales, para vivir con la sencillez que nos libera para amar, dar y servir.
- Respetar profundamente a quienes sostienen otras creencias y convicciones, aún en el cuerpo de Cristo, rechazando todo extremismo, fundamentalismo o dogmatismo, y enfatizando: “en lo esencial, unidad; en lo secundario, diálogo y respeto”. Por otra parte, mantener con firmeza inclaudicable las convicciones cardinales de nuestra fe, que no son negociables ni permiten relativismos castrantes.
- Afirmar que Dios no ha creado el planeta tierra con sus actuales fronteras geográficas, ni banderas e himnos nacionales, sino que éstos son resultado del pecado humano. Jesucristo, como lo atestiguan las Escrituras, no aplaude ni cuestiona las diversidades nacionales. Quienes confesamos hoy su nombre vivimos en todo el planeta. Nuestra fidelidad a Jesucristo tiene prioridad sobre cualquier identidad nacional o étnica, ideología o política nacionalista, pues todos, todas somos ciudadanos o ciudadanas del Reino de Dios.
- Participar de la iglesia visible que procura ser no una mera agrupación de personas religiosas, sino una comunidad de discípulos y discípulas de Jesucristo, la comunidad del Reino dentro de la comunidad civil, una comunidad contracultural transformadora, es decir, Cristo tomando forma en la sociedad, haciéndose audible, visible y accesible en el poder del Espíritu Santo.
- Comprender que no existe liderazgo humano, ideología social, partido político o plan económico plenamente justos. Aún la religión y sus instituciones son a veces instrumentos de injusticia. No habrá paz, seguridad o reconciliación permanentes sin justicia plena. Esta es parte indivisible de la naturaleza y clima del Reino de Dios. Por eso orar pidiendo “venga tu Reino” sin vivir obedeciendo activamente el mandamiento “busquen primeramente el Reino de Dios y su justicia, es fe cristiana irresponsable.
- Expresar con convicción, palabra y gesto nuestra fidelidad a Dios nos obliga a trabajar por la justicia y la paz, el perdón y la reconciliación, y la curación de las heridas, como Jesús nos enseñó: “Ustedes han oído que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen, para que sean hijos de su Padre que está en el cielo. El hace que salga el sol sobre malos y buenos, y que llueva sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman ¿qué recompensa recibirán?” Mateo 5:43-46.