DIDACHÉ: ENSEÑANZA DE LOS APÓSTOLES
La Didaché, fue escrita entre el 65 y 80 d.C. y los primeros padres de la iglesia la tuvieron en alta estima. Recuerde que por varios siglos los cristianos no contaban con el Nuevo Testamento puesto que éste no se formó sino hasta el Concilio de Cartago en el año 397.
La Didajé es un texto fundamental del cristianismo primitivo, puesto que es un resumen de la enseñanza (= didaché gr.) de los apóstoles. Es el texto no canónico más antiguo que conocemos —incluso anterior a algunos libros del Nuevo Testamento—. Algunos doctores del siglo III, como Clemente de Alejandría, llegaron a citar la Didajé como escritura divinamente inspirada[1].
A pesar del título, no se entiende que haya sido escrita por la totalidad de los apóstoles o por alguno de ellos, sino sencillamente que el escritor se propone recoger las enseñanzas fundamentales —de carácter preferentemente moral— que, a través de los apóstoles, se remontan al Señor. Como podrá advertirse, el texto está impregnado del espíritu evangélico. Tal como nos ha llegado, el libro puede dividirse en tres partes claramente identificables, a saber: una instrucción que —según se afirma en VI, I— ha de preceder al bautismo, cuyo carácter es esencialmente moral y práctico; se expone mediante la alegoría de los dos caminos (caps. I-VI). Un esbozo de ritual para los sacramentos del Bautismo y la Eucaristía — o Santa Cena — (VII-IX), con un capítulo intercalado sobre el ayuno y la oración. Finalmente, una ordenación de las relaciones de la comunidad respecto a apóstoles y profetas, con avisos y cautelas para distinguir los verdaderos de los falsos profetas (XI-XIII), la manera en que se debe proveer sustento, algunas indicaciones sobre el día del Señor, y criterios sobre la elección de Obispos y Diáconos. Una exhortación a la vigilancia, con referencia a los últimos tiempos. ----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- [1] No obstante, Eusebio pone a la Didajé entre los escritos decididamente nothoi o espúreos, junto a Los Hechos de Pablo, el llamado Pastor, y la Epístola de Bernanbé (Historia Eclesiástica, III, 25,4). LA DOCTRINA DE LOS DOCE APÓSTOLES Doctrina del Señor a las naciones por medio de los doce apóstoles. (Traducida por Rvdo. P. Daniel Ruiz Bueno C. M. E., catedrático de lengua griega. México, Librería Parroquial, 1946). I. Los dos caminos
Dos caminos hay, uno de la vida y otro de la muerte; pero grande es la diferencia que hay entre estos dos caminos. Camino de la vida Ahora bien, el camino de la vida es éste: En primer lugar, amarás a Dios que te ha creado; y un en segundo lugar, a tu prójimo, como a ti mismo. Y todo aquello que no quieras se te haga contigo, no lo hagas tú tampoco a otro. La perfección evangélica Mas la doctrina de estas palabras es como sigue: Bendecid a los que os maldicen y orad por vuestros enemigos, y aun ayunad por los que os persiguen. ¿Pues qué gracia tiene que améis a los que os aman? ¿No hacen también eso mismo los gentiles? Mas vosotros, amad a los que os aborrecen y no tendréis enemigos. Abstente de los deseos carnales y corporales. Si uno te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la izquierda y serás perfecto. Si uno te fuerza a ir con él el espacio de una milla, acompáñale dos. Si alguien te quitare el manto, dale también la túnica. Si alguien te quita lo tuyo, no lo reclames, pues tampoco puedes. La limosna A todo el que te pida, dale, y no se lo reclames, pues el Padre quiere que a todos se dé de sus propios dones. Bienaventurado el que da, conforme al mandamiento, pues es inocente. Mas, ¡ay del que recibe! Porque si recibe por necesidad, será inocente; mas el que recibió sin necesidad, tendrá que dar cuenta de por qué y para qué recibió. Será puesto en prisión y no saldrá de allí hasta pagar el último ochavo. Y aun sobre esto fue dicho: “Que tu limosna sude en tus manos, hasta que sepas a quién das”. II. El segundo mandamiento El segundo mandamiento de la Doctrina es éste: No matarás. No cometerás adulterio. No corromperás a los jóvenes. No fornicarás. No robarás. No te dedicarás a la magia ni a la hechicería. No matarás al hijo en el seno de su madre, ni quitarás la vida al recién nacido. No codiciarás los bienes de tu prójimo. No perjurarás. No levantarás falsos testimonios. No calumniarás ni guardarás rencor a nadie. No serás doble ni de pensamiento ni de lengua, pues la doblez es un lazo de muerte. Tu palabra no será mentirosa ni vacía, sino cumplida por la obra. No serás avariento, ni ladrón, ni fingido, ni mal intencionado, ni soberbio. No tomarás mal consejo contra tu prójimo. No aborrecerás a ningún hombre, sino que a unos les corregirás, a otros los compadecerás; por unos rogarás y a otros amarás más que a tu propia alma. III. Apártate del mal Hijo mío, huye de todo mal y de cuanto se asemeje al mal. No seas iracundo, porque la ira conduce al asesinato. No seas envidioso, ni disputador, ni acalorado, pues de todas estas cosas se engendran muertes. Hijo mío, no te dejes llevar de tu deseo, pues el deseo conduce a la fornicación. No hables deshonestamente ni andes con ojos desenvueltos, pues de todas estas cosas se engendran fornicaciones. Hijo mío, no te hagas adivino, pues esto conduce a la idolatría; ni encantador, ni astrólogo, ni purificador, ni quieras ver estas cosas, pues de todo ello se engendra idolatría. Hijo mío, no seas mentiroso, pues la mentira conduce al robo. No seas avaro ni vanaglorioso, pues de todas estas cosas se engendran robos. Hijo mío, no seas murmurador, pues la murmuración conduce a la blasfemia. No seas arrogante, ni de mente perversa, pues de todas estas cosas se engendran blasfemias. Haz el bien Sé más bien manso, pues los mansos poseerán la tierra. Sé longánime, compasivo, sin malicia, tranquilo, bueno y temeroso en todo tiempo de las palabras que oíste. No te exaltes a ti mismo, ni consientas a tu alma temeridad alguna. No se juntará tu alma con los soberbios, sino que conversarás con los humildes y con los justos. Recibe como bienes las cosas que te sucedieren, sabiendo que sin la disposición de Dios nada sucede. IV. La comunidad cristiana Hijo mío, acuérdate noche y día del que te habla la palabra de Dios y hónrale como al Señor; porque donde la gloria del Señor es anunciada, allí está el Señor. Buscarás todos los días los rostros de los santos, a fin de recrearte con sus palabras. No fomentarás la escisión, sino que pondrás en paz a los que contienden. Juzgarás con justicia, sin miramiento de personas, para reprender las faltas. No dudarás si será o no será. Liberalidad en el dar No seas de los que alargan la mano para recibir y la encogen para dar. Si adquieres algo con el trabajo de tus manos, da de ellos como redención de tus pecados. No dudarás si das o no, ni murmures cuando des, pues has de saber quién es el buen recompensador de tu limosna. No eches de ti al necesitado, sino comunica en todo con tu hermano, y de nada digas que es tuyo propio. Pues si en los bienes inmortales os comunicáis, ¿cuánto más en los mortales? La familia cristiana No levantarás la mano de tu hijo o de tu hija, sino que desde la juventud les enseñarás el temor del Señor. No mandarás con aspereza a tu esclavo ni a tu esclava, que esperan en el mismo Señor que tú, no sea que pierdan el temor del Señor que está sobre unos y otros. Porque no viene a llamar con miramiento de personas, sino a aquellos a quienes preparó su Espíritu. Por vuestra parte, vosotros, esclavos, someteos a vuestros señores, como a representantes de Dios, en reverencia y temor. Últimos preceptos Aborrece toda hipocresía y todo cuanto no agrada al Señor. No abandones los mandamientos del Señor, sino guarda lo que recibiste sin añadir ni quitar cosa alguna. Confiesa en la reunión tus pecados y no te acerques a la oración con mala conciencia. Este es el camino de la vida. V. El camino de la muerte El camino de la muerte es este: Ante todo, es camino malo y lleno de maldición. En él se dan muertes, adulterios, concupiscencias, fornicaciones, robos, idolatrías, magias, hechicerías, rapiñas, falsos testimonios, hipocresías, dobles de corazón, engaño, soberbia, malicia, arrogancia, avaricia, deshonestidad en el hablar, celos, temeridad, altivez y jactancia. Quiénes lo siguen Este camino siguen los perseguidores de los buenos, los aborrecedores de la verdad, los amadores de la mentira, los que no conocen el galardón de la justicia, los que no se adhieren al bien ni al recto juicio, los que vigilan y no para el bien, sino para el mal. Lo siguen otros sí, aquellos de quienes está lejos la mansedumbre y la paciencia, los amadores de la vanidad, los que sólo buscan su recompensa, los que no se compadecen del pobre, los que no trabajan por el atribulado, los que no reconocen a su Creador, los matadores de sus hijos, los destructores de la imagen de Dios, los que arrojan de sí al necesitado, los que oprimen al atribulado, los abogados de los ricos, los jueces inicuos de los pobres, los pecadores en todo. Apartaos, hijos, de todas estas cosas. VI. Vía media Vigila para que nadie te extravíe de este camino de la Doctrina, pues te enseña fuera de Dios. Porque si, en efecto, puedes llevar todo el yugo del Señor, serás perfecto; mas si no puedes todo, haz aquello que puedas. Respecto de la comida, guarda lo que puedas; mas de lo sacrificado a los dioses, abstente enteramente, pues es culto a los dioses muertos. VII. El Bautismo Respecto del bautismo, bautizad de esta manera. Dichas con anterioridad todas estas cosas, bautizad en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, en agua viva. Si no tienes agua viva, bautiza con otra agua. Si no puedes hacerlo con agua fría, hazlo con agua caliente. Si no tuvieres ni una ni otra, derrama tres veces agua sobre la cabeza en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Antes del bautismo, ayune el que bautiza y el bautizando, y algunos otros, si pueden. Al bautizando le mandarás ayunar uno o dos días antes. VIII. El ayuno cristiano Vuestros ayunos no han de ser al tiempo que lo hacen los hipócritas; porque éstos ayunan el día segundo y quinto de la semana. Mas vosotros ayunad el día cuarto y el día de la preparación. La oración cristiana No oréis tampoco como los hipócritas, sino que tal, como os mandó el Señor en su Evangelio, así tenéis que orar: Padre nuestro celestial, santificado sea tu nombre, Venga tu reino, hágase tu voluntad, como en el cielo, también en la tierra El pan nuestro de nuestra subsistencia, dánosle hoy; y perdónanos nuestra deuda, así como también nosotros perdonamos a nuestros deudores, y no nos lleves a la tentación, mas líbranos del malo. Porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos. Así oraréis tres veces al día. IX. La Eucaristía Respecto de la Eucaristía, daréis gracias de esta manera: Primeramente, sobre el cáliz: Te damos gracias, Padre nuestro, Por la santa viña de David, tu siervo, La que nos diste a conocer por medio de Jesús, tu siervo. A ti sea la gloria por los siglos. Luego, sobre la fracción: Te damos gracias, Padre nuestro, Por la vida y el conocimiento Que nos manifestaste Por medio de Jesús, tu siervo. A ti sea la gloria por los siglos. Como estos fragmentos Estaba disperso sobre los montes Y reunido se hizo uno, Así sea congregada tu Iglesia De los confines de la tierra en tu reino. Porque tuya es la gloria y el poder Por Jesucristo eternamente. Que nadie coma y beba de vuestra Eucaristía, sino los bautizados en el nombre del Señor. Pues justamente sobre esto dijo el Señor: “No deis lo Santo a los perros”. X. Después del ágape. Después de saciaros, daréis gracias de este modo: Te damos gracias, Padre nuestro, por tu Santo nombre, que hiciste morar en nuestros corazones, y por el conocimiento, la fe y la inmortalidad que nos manifestaste por medio de Jesús, tu siervo. A ti sea la gloria por los siglos. Tú, Señor omnipotente, Creaste todas las cosas por causa de tu nombre, Y diste a los hombres comida y bebida para su disfrute, a fin de que te dé gracias. Mas a nosotros nos concediste comida y bebida espiritual Y vida eterna por tu Siervo. Ante todo, te damos gracias, porque eres poderoso. A ti sea la gloria por los siglos Acuérdate, Señor, de tu Iglesia, Para liberarla de todo mal, Y reúnela, santificada, De los cuatro vientos En el reino que Tú le preparaste. Porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos. Venga la gracias y pase este mundo. Hosanna al dios de David. El que sea santo, que se acerque; El que no lo sea, que haga penitencia. Maranatha. Amén. A los profetas, permitidles que den gracias cuantas quieran. La unción. Respecto del óleo de la unción, daréis gracias de esta manera: Te damos gracias, Padre nuestro, Por el óleo de la unción, que Tú nos manifestaste por Jesucristo, tu Siervo. A ti sea la gloria por los siglos. XI. Apóstoles y profetas. Así, pues, al que viniere a vosotros y os enseñare todo lo antedicho, recibidle; mas si, extraviado el maestro mismo, os enseñare otra doctrina para vuestra disolución, no la recibáis. Al que enseñare, en cambio, para aumentar vuestra justicia y conocimiento del Señor, recibidle como al Señor. Respecto de los apóstoles y profetas, procederéis conforme a la doctrina del Evangelio. Todo apóstol que venga a vosotros, sea recibido como el Señor. Alerta con los falsarios. El Apóstol no permanecerá entre vosotros sino un solo día; si hubiere necesidad, otro más. Pero si permaneciere tres días, es un falso profeta. Al salir de entre vosotros, el apóstol no ha de tomar nada consigo, si no fuere pan, hasta su nuevo alojamiento. Mas si pidiere dinero, es un falso profeta. No juzgar al profeta. No examinéis ni juzguéis a ningún profeta que habla en espíritu, porque todo pecado se perdonará, pero este pecado no se perdonará. Sin embargo, no todo el que habla en espíritu es profeta, sino el que tuviere las costumbres del Señor. Así, pues, por sus costumbres se conocerá el verdadero y falso profeta. Señales de discernimiento. Todo profeta que manda poner una mesa, no come de ella; en caso contrario, es un falso profeta. Y si un profeta enseña la verdad, pero no cumple lo que enseña, es un falso profeta. Todo profeta que se ha probado ser verdadero, que hace algo para el misterio mundano de la Iglesia, pero no enseña a hacer lo que él hace, no ha de ser juzgado de vosotros, pues tiene su juicio con Dios. Del mismo modo, en efecto, obraron los antiguos profetas. Mas el que dijere en espíritu: Dame dinero y otras cosas, no le escuchéis; mas si dijere que se dé para otros necesitados, que nadie le juzgue. XII. Peregrinos y vagos Todo el que llegare a vosotros en el nombre del Señor, sea recibido; luego, examinándole, le conoceréis —pues tenéis inteligencia— por su derecha y por su izquierda. Si el que llega a vosotros es un caminante, ayudadle en cuanto podáis. Sin embargo, no permanecerá entre vosotros sino dos días, y si hubiere necesidad, tres. Si quiere establecerse entre vosotros y tiene un oficio, que trabaje y así se alimente. Si no tuviere oficio, proveed conforme a vuestra prudencia para que no viva entre vosotros ningún cristiano ocioso. Caso de que no quisiere hacerlo así, es un traficante de Cristo. XIII. El sustento de profetas y maestros. Todo profeta verdadero, que quiera establecerse entre vosotros, es digno de su sustento. Igualmente, el maestro verdadero merece también, como el trabajador, que le alimentéis. Por lo tanto, de todos los productos del lagar y de la era, de los bueyes y de las ovejas, darás las primicias a los profetas, pues ellos son vuestros sumo sacerdotes. Si no tuvieres profeta, dádselo a los pobres. Si amasares pan, toma las primicias y dalas conforme al mandato de la ley. Igualmente, cuando abrieres un cántaro de vino o de aceite, toma las primicias y dalas a los profetas. Toma de tu plata y vestidos y de toda tu riqueza las primicias que te pareciere, y dalas conforme al mandato de la ley. XIV- El día del Señor. Reuníos el día del Señor, partid el pan y celebrad la acción de gracias, después de haber confesado vuestros pecados, a fin de que vuestro sacrificio sea puro. Todo el que tuviere contienda con su prójimo, no se junte con vosotros hasta tanto se hayan reconciliado, a fin de que no se profane vuestro sacrificio. Porque éste es el sacrificio del que dijo el Señor: “En todo lugar y en todo tiempo, se me ofrece un sacrificio puro, porque Yo soy Rey grande, dice el Señor, y mi nombre es admirable entre las naciones”. XV. Elección de obispos y diáconos. Elegíos, pues, inspectores y ministros dignos del Señor, que sean hombres mansos, desinteresados, veraces y probados. Porque también ellos os sirven el ministerio de los profetas. No los despreséis, pues, porque ellos son los que alcanzan honor entre vosotros, juntamente con los profetas y maestros. La corrección fraterna. Corregíos los unos a los otros, no con ira, sino con paz, como lo tenéis en el Evangelio. Nadie hable con el que hubiere faltado contra otro, ni él oiga palabra de vosotros, hasta que se arrepienta. Vuestras oraciones, vuestras limosnas y todas las demás acciones, las haréis como lo tenéis en el Evangelio de Nuestro Señor. XVI. Exhortación a la vigilancia. Vigilad sobre vuestra vida; no se apaguen vuestras linternas, ni se desciñan vuestras cinturas, sino estad preparados, porque no sabéis la hora en que ha de venir vuestro Señor. Reuníos con frecuencia y buscad lo que conviene a vuestras almas, pues de nada os aprovechará todo el tiempo de vuestra fe, si en el último momento no sois perfectos. Los últimos tiempos. Porque en los últimos días se multiplicarán los falsos profetas y los corruptores, y las ovejas se convertirán en lobos y el amor se convertirá en odio. Porque, creciendo la iniquidad, los hombres se aborrecerán unos a otros y se perseguirán y traicionarán. Y entonces aparecerá el extraviador del mundo, como hijo de Dios. Y hará señales y prodigios. Y la tierra será entregada en sus manos, y cometerá crímenes, cuales no fueron desde los siglos. Entonces la creación de los hombres vendrá al abrasamiento del a prueba, y muchos se escandalizarán y perecerán. Mas los que perseveraren en la fe se salvarán por el mismo que aquellos maldicen. Signos finales Y entonces aparecerán los signos de la verdad. Primeramente, el signo de la apertura en el cielo; luego, el signo de la voz de la trompeta; y el tercero, la resurrección de los muertos. Mas no de todos, sino como fue dicho: “Vendrá el Señor y todos sus ángeles con él”. Entonces verá el mundo al Señor que viene sobre las nubes del cielo. |