DIETRICH BONHOEFFER
El juego dialéctico entre resistencia y sumisión ALBERTO F. ROLDAN… he reflexionado a menudo sobre esto: dónde se halla el límite entre la necesaria resistencia contra el “destino” y la igualmente necesaria sumisión.
Dietrich Bonhoeffer Introducción
¿Es la paz una virtud desconectada de la justicia? ¿Cuáles son los límites de la sumisión a las autoridades? ¿Cuándo se debe pasar de la sumisión a la resistencia? Estas son algunas de las cuestiones con que batalló intensamente Dietrich Bonhoeffer. Teólogo luterano alemán nacido en Breslau en 1906 y muerto por el nazismo el 9 de abril de 1945, su vida y, sobre todo su jugarse por el seguimiento de Jesucristo, lo constituyen en un mártir moderno del Evangelio y un profeta que advierte a la Iglesia sobre un evangelio de ofertas, lo que él denomina: “gracia barata.” Nuestro objetivo es intentar responder las preguntas enunciadas a partir de los textos y de la acción del propio Bonhoeffer en la Alemania de Hitler. Algunos datos biográficos Bonhoeffer procedía de una familia de cierto nivel acomodado. Su padre era un célebre psiquiatra y neurólogo y su madre procedía de familia de teólogos y artistas. Desde temprana edad Dietrich manifestó su vocación al pastorado evangélico, a lo cual su familia no hizo reparos. La vida de este notable teólogo luterano –que expresaba siempre una profunda admiración por el maestro Karl Barth a quien llegó a conocer personalmente y quedar tan embelesado que dijo: “¡Barth es superior a sus libros!”- solo se puede entender en el trasfondo del nazismo. Hitler había llegado a ser proclamado Reichfürer del Estado alemán. El 19 de agosto de 1934 es ratificado en el cargo mediante un referéndum siendo consagrado por más del 80% de los votos. Y allí comienza la historia de Bonhoeffer y el nazismo. Hitler había fundado una Iglesia nacional para “cristianos alemanes” que fuera afín a su régimen. Bonhoeffer, en una primera etapa optó por el pacifismo. Comenta Georges Hourdin sobre esa actitud: Nuestro amigo se vio impulsado a examinar con atención sus propias prácticas religiosas y los fundamentos del ecumenismo. De este modo, se volvió pacifista. Se inclinó hacia ciertas virtudes del catolicismo, cuyo universalismo, así me parece a mí, comprendió mejor.[1] Pero la llegada al poder por parte de Hitler y su política basada en la superioridad de la raza aria y la consecuente persecución y matanza de los judíos, va a precipitar los acontecimientos y mostrar, tal vez de modo bastante claro, que la resistencia pacífica tiene sus límites. Persecución y arresto Nuestro teólogo se convirtió en un líder del movimiento de resistencia al nazismo, fundando la Iglesia confesante y un seminario clandestino para jóvenes pastores de la Iglesia confesante. En 1935 se le prohíbe enseñar, hablar en público y publicar libros. Al estallar la guerra sus amigos de Estados Unidos lo invitaron a vivir con ellos y dictar conferencias. En mayo de 1939 respondió a esa invitación pero poco después, como dice Hourdin: “Le pareció que eso no bastaba, que debía ir más lejos. Pensaba que tenía que compartir la suerte de su pueblo. Volvió hacia Berlín en el último barco. Nunca lo lamentó, al menos es lo que afirma en su diario.”[2] En abril de 1943 es arrestado por la Gestapo y conducido a la cárcel de Tegel, donde permanecerá hasta su muerte. Es allí donde empieza a reflexionar sobre el tema de la resistencia y la sumisión. En carta fechada el 21 de febrero de 1944 y enviada a su amigo Eberhard Bethge dice: Aquí he reflexionado a menudo sobre esto: dónde se halla el límite entre la necesaria resistencia contra el “destino” y la igualmente necesaria sumisión. Don Quijote es el símbolo de la prosecución de la resistencia hacia el absurdo, incluso hasta la locura. […] no es posible fijar en el terreno de los principios el límite entre resistencia y sumisión, pero ambas han de coexistir y ser practicadas con igual decisión. La fe nos exige esta actitud flexible y viva. Sólo de esta manera lograremos soportar y hacer fecundas cuantas situaciones se nos presenten.[3] La conspiración La oposición de Bonhoeffer al régimen nazi no admite dudas. Es por eso que fue llevado a la prisión de Tegel que le condujo definitivamente a la ejecución. Pero sí es tema de discusión hasta qué punto su oposición a Hitler llegó hasta la participación en la operación Valquiria destinada a dar muerte al Führer. Pero quien analiza profundamente la conspiración contra Hitler es su amigo y principal biógrafo: Eberhard Bethge. Para él, Bonhoeffer pertenece a un grupo reducido de teólogos de la Iglesia que han intervenido en forma directa en la política clandestina lo cual significa cierta forma de conspiración contra el poder ejercido por Hitler. En su interpretación del sentir de Bonhoeffer, Bethge entiende que la conspiración o conjuración sólo podría aceptarse al final de la historia, o sea, cuando los otros métodos hubieran sido inútiles o frustrados. De ese modo, de la resistencia pasiva Bonhoeffer pasaría a una resistencia activa. Explica Bethge: “Bonhoeffer sólo se integró decididamente en aquella fórmula de resistencia cuando había necesidad de hombres y después de haber estudiado, como teólogo, todas las otras normas de escapar al dilema que se le planteaba. En el momento en que en nombre de los esclavos la tiranía dominaba la vida del prójimo cargando culpas sobre su nombres, y una vez que sus métodos se impusieron en toda la amplitud del Reich, sonó también para Bonhoeffer la hora, de exigencias morales, de la conspiración.[4] Se impone ahora una valoración de la resistencia activa que Bonhoeffer tomó en su oposición a Hitler por su política de exterminio de millones de judíos en Alemania. Como lo dice en su carta del 21 de febrero de 1944, Bonhoeffer reconoce la dificultad para distinguir el límite entre resistencia y sumisión. Ambas deben coexistir y ser practicadas desde una decisión tomada. Para el teólogo luterano no hay teorías adecuadas a la hora de enfrentar situaciones límite como la muerte masiva de seres humanos. Su ejemplo nos enseña que lo primero que debemos reconocer cuando nos encontramos en situaciones límite de vida y de muerte. Si bien lo normal del cristiano es la sumisión a las autoridades, la única sumisión irrestricta es a Dios. Porque cuando el César exige lo que es de Dios –y la vida es de Dios-, como decían los apóstoles al ser perseguidos, es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres (Hechos 4.19). Cuando el Estado se transforma en la bestia apocalíptica encarnada en Hitler, bien se puede pasar de la sumisión a la resistencia que adquirirá formas diferentes según las ocasiones y situaciones. La verdadera paz se afirma en la justicia. Es esta la que debe aflorar en cada situación personal, interpersonal, social y política. No se trata de una paz a cualquier precio ni de aceptar un destino inevitable. Las situaciones límite exigen la toma de decisiones y el paso de la sumisión a la resistencia. Ese es el juego dialéctico que Dietrich Bonhoeffer nos deja con su ejemplo. Fiel a su legado luterano de la teología de la cruz, Bonhoeffer se encuentra bajo la visión del Calvario. Como dice Hourdin: “Cristo, hijo de Dios, fue condenado a la Crucifixión como un bandido de derecho común. Bonhoeffer será colgado, también como un malhechor.”[5] Ejemplificó de ese modo elocuente lo que significa el seguimiento del Crucificado cuya paz no es al estilo de la pax romana afirmada en la violencia y la crueldad, sino en la justicia del Reino de Dios actuando en la tierra y en el aquí y ahora de nuestra existencia cristiana y que, en situaciones límite, exige decisiones extremas. _______________________ [1] Georges Hourdin, Dietrich Bonhoeffer. Víctima y vencedor de Hitler, trad. M. Montes, Bilbao: Desclée de Brouwer, 1995, p. 17 [2] Ibid., p. 68 [3] Dietrich Bonhoeffer, Resistencia y sumisión, trad. José J. Alemany, Salamanca: Sígueme, 1983, p. 158 [4] Eberhard Bethge, Dietrich Bonhoeffer. Teólogo-Cristiano-Actual, trad. Antonio Berasain, Bilbao: Desclée de Brouwer, 1976, p. 1973. [5] Georges Hourdin, op. Cit., pp. 114-115. Alberto F. Roldanes Doctor en teología por el Instituto Universitario ISEDET. Máster en ciencias sociales por la Universidad Nacional de Quilmes. Máster en educación por la Universidad del Salvador (Buenos Aires). Autor de más de 30 libros y decenas de artículos científicos y de divulgación. Su último libro se titula: Hermenéutica y signos de los tiempos, Buenos Aires: Teología y cultura ediciones. Se desempeña como director de posgrado de FIET.
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