DISCERNIR JUNTOS
RUTH HALEY BARTONLa sabiduría conjunta de la iglesia cobra mayor peso que la sabiduría aislada de los individuos que la conforman
El discernimiento es la capacidad de reconocer la presencia y la actividad de Dios. Pablo declara que somos transformados por la renovación de nuestra mente para que podamos discernir cuál es la voluntad de Dios, buena, perfecta y agradable (Ro 12.2). El discernimiento corporativo, entonces, es la capacidad de responder como grupo de liderazgo a la actividad del Señor y tomar decisiones que reflejen su presencia.
La esencia del discernimiento descansa sobre la capacidad de escuchar a Dios, escucharnos los unos a los otros y, también, lo que ocurre en las profundidades de nuestro ser. Cuando los creyentes del Nuevo Testamento buscaron, en el Concilio de Jerusalén (Hch 15), luz sobre la pregunta: « ¿Deben los gentiles practicar la circuncisión para ser salvos?», no podían confiarse de los reflejos instintivos («¡por supuesto que tienen que circuncidarse! Siempre se ha practicado la circuncisión») ni en sus capacidades de pensar estratégicamente («bueno, si reducimos los requisitos para ser miembros de la iglesia se convertirán más personas»). Lo que buscaban era percibir lo que Dios estaba haciendo, para unirse a él en esa obra. Por esto, se dedicaron a escuchar. Escucharon sobre la experiencia de conversión de los mismos gentiles, el testimonio de respetados testigos de estas conversiones, a los expertos en la ley Mosaica, la perspectiva del apóstol Pedro y acerca de las señales que Pablo y Bernabé habían obrado entre los gentiles. La asamblea entera escuchó el conjunto de estos testimonios en silencio (una señal de respeto). La experiencia de la iglesia revela que el discernimiento involucra escuchar con amor y atención 1) al mover del Espíritu Santo en el mundo, 2) a las Escrituras, a la tradición religiosa, los hechos pertinentes y la información necesaria y 3) al espacio dentro de cada uno, donde el Espíritu de Dios testifica con nuestro espíritu acerca de lo que es verdadero. He aquí los pasos para escuchar bien: Establezca la agenda Una de las tareas más importantes que lleva a cabo el liderazgo a menudo permanece escondida. Se trata de orar y establecer la agenda para los encuentros con el equipo de liderazgo. Cuando la meta es discernir, la agenda debe establecerse de tal manera que la información fundamental esté a disposición del grupo antes de y durante el encuentro. El facilitador necesita asegurarse de que las voces necesarias cuenten con el ambiente para expresarse y que existe suficiente espacio para la oración, el silencio y la respuesta. Escuchar juntos Cuando el grupo se reúna, tome el tiempo necesario para reiterar cuál es el tema sobre el que deben discernir y resuma cuáles son las circunstancias por las que se requiere este ejercicio. Asegúrese de que todos los presentes cuentan con la misma información, conozcan los últimos sucesos en torno al asunto, y confían en que no existen motivaciones escondidas para el encuentro. Luego, invite a que formulen preguntas orientadas a clarificar. No tome por sentado que las personas saben escuchar. Vivimos en una cultura en la que se acentúa la capacidad de argumentar a favor de las posturas personales, y no la habilidad de entablar relaciones significativas con otros. Los siguientes principios deben guiar el proceso de escuchar:
La meta de la etapa de escuchar es juntar la mayor información posible. Para escuchar sin juzgar, utilice los siguientes lineamientos: Hechos pertinentes Reúna la información de trasfondo, tal como estudios realizados, estados financieros, encuestas, estadísticas, propuestas elaboradas, consejos de los expertos, etcétera. Tome en cuenta, también, las voces de la comunidad. Escuche a aquellos que se verán afectados por la decisión, a los encargados de implementarla y a quienes poseen dones, experiencia o capacitación especial en el tema que se examina. Dirección y llamado ¿Qué es lo que mejor se ajusta al llamado de Dios y a la dirección en que se mueve ahora la congregación u organización? (Quizás resulte útil referirse a la declaración de misión, si es que existe una). Escrituras ¿Qué pasajes de la Palabra trae el Señor a la mente que se refieren específicamente al tema abordado? ¿Qué luz reciben de la Palabra los puntos bajo consideración? La vida de Cristo ¿Qué aspectos de las enseñanzas y obras de Cristo nos ayudan a entender mejor esta situación? ¿De qué manera la decisión que intentamos tomar refleja la mente de Cristo, conforme a Filipenses 2? Consolación y desolación ¿Qué alternativa nos produce la mayor sensación de vida (Jn 10.10), paz interior (Fil 4.7) y libertad en el Espíritu (2 Co 3.17)? ¿Cuál decisión nos provee la sensación de autenticidad, entereza y congruencia con lo que somos en Cristo? ¿Qué camino nos lleva a una mayor entrega al Señor? ¿Cuál nos alejaría de sus propósitos? Preste especial atención a las inquietudes, la confusión y el desconsuelo. Aun las emociones más complejas deben tomarse en cuenta. Tradición ¿Existe algún principio fundamental o una sabiduría surgida de la tradición que provea orientación? Amor y unidad Ya que nuestra capacidad de reunirnos en espíritu de unidad y amor es la que mejor refleja nuestro llamado, ¿cuál decisión nos ayudaría a movernos en este espíritu? ¿Cuál decisión representa mejor nuestra oportunidad de amarnos los unos a los otros? Escuchar en silencio Luego de haber escuchado juntos es posible que se den varias situaciones. El silencio es la respuesta apropiada a cada una de ellas. Una posibilidad es que la solución sea clara para alguien en el grupo, y esta persona se la exprese a los demás. Si ocurre así, todo bien; pero no presione para llegar a esta instancia. Mantenga presente que este proceso es muy diferente a la lluvia de ideas que caracteriza otros procesos de decisión. Si alguien expresa algo, recíbalo como material para meditar en silencio. El silencio le dejará al Señor el espacio conveniente para confirmar, traer nueva revelación o mostrar otras cuestiones pertinentes. Otra posibilidad es que el grupo se sienta abrumado por la complejidad y el peso del tema. Es incómodo, pero también maravilloso. No deseche esta sensación. Cuando el grupo siente que ha arribado a los límites de su propia sabiduría y recursos se abre a que Dios obre. La tentación es a seguir hablando, pero el silencio es la única actividad apropiada para el grupo en este momento. Se requiere disciplina para guardar silencio cuando las personas están tensas o confundidas. El valor del silencio El silencio nos ayuda a descansar en Dios. El discernimiento requiere no solo la percepción de uno mismo, sino de la de otros, para que el Espíritu encuentre libertad para moverse. En el silencio se nos facilita tomar conciencia de nuestras emociones, pensamientos, experiencias, pecados, tentaciones y ataduras. Sobre todo, el silencio nos despierta la conciencia de que las personas que están a nuestro lado, ya sea similares a nosotros o distintas, son una gran bendición. En el silencio recuperamos el hábito de honrarnos los unos a los otros. Por esto destine al menos quince o veinte minutos del encuentro al silencio. Permita que las personas se alejen del recinto, caminen o busquen un lugar cómodo de manera que les ayude a alcanzar un enfoque más despejado del tema en cuestión. Reencuentro para seguir escuchando Las palabras que surgen de estos períodos de silencio muchas veces contienen mayor peso y sabiduría. El grupo probablemente se vea más serio. Comience preguntando qué percepciones lograron durante el tiempo de silencio. La pregunta anima a que cada uno exprese sus nuevas percepciones. Es posible que en este nuevo diálogo el grupo empiece a distinguir el camino que deben seguir. Si es así, avance, entonces, al próximo paso. Seleccionar alternativa En algunos casos, como en el Concilio de Jerusalén, el camino por seguir se presentó con gran claridad. Luego de que el apóstol Santiago compartiera su sentir acerca de la dirección en que debían moverse, todo el grupo expresó su acuerdo con la decisión. El discernimiento no siempre llega con tanta nitidez, pero no desespere. Opte por una o dos alternativas y que el grupo trabaje en convertirlas en las mejores opciones posibles. Luego, el líder debe resumirlas para invitar al grupo a reaccionar. Inste a las personas a externar su acuerdo o desacuerdo con la forma en que se ha expresado, y ajuste lo que sea necesario hasta que todos queden satisfechos. Pese alternativas Ahora el grupo examina las opciones para ver cuál es la más consistente con lo que Dios está obrando entre ellos. Prestará atención a los mensajes del corazón. ¿Una sensación de paz confirma la decisión, o persiste alguna sensación de inquietud? Otras preguntas pueden guiar este proceso. Decidan juntos Una vez que el grupo haya examinado con cuidado cada una de las alternativas, la solución debe comenzar a emerger con mayor claridad. Se espera que el grupo pueda afirmar que «con la mejor de nuestras habilidades, decidimos juntos por este camino creyendo que se alinea con la voluntad de Dios para nuestra vida». Le corresponde al líder articular esta conclusión, el «sentido» de la dirección por tomar. En este momento será importante decidir si falta más tiempo de oración o diálogo. Si el grupo siente que ya están en condiciones de tomar una decisión, entonces, debe formularse. Pregunte a cada uno si realmente sienten que la decisión es la que mejor representa la interpretación de la voluntad de Dios. Este paso es de suma importancia porque le permite a cada uno expresarse sobre el asunto. Resguarda la unidad del grupo al anticiparse a objeciones futuras de los que estaban en desacuerdo. También evita que se siembren las semillas de las dudas cuando alguien afirma: «en realidad yo no estaba de acuerdo, pero no quise decir nada». Cualquiera que sea el grado de éxito alcanzado, el grupo, como un cuerpo, debe celebrar que han arribado a una decisión. Cuales quieran que sean los desafíos que vengan por delante, el grupo los enfrentará unidos. No deje espacio para las acusaciones ni las recriminaciones. Lo que se logró, se logró como grupo unido. Por esto, es vital conocer los varios niveles de acuerdo posible: El grupo decide por unanimidad. Algunos expresan: «Estoy de acuerdo, pero con algunas reservas. No obstante, las he podido compartir y siento que el grupo me ha escuchado, por lo que avanzo con esta decisión». «No estoy de acuerdo, pero me siento cómodo sujetándome a las personas del grupo que poseen mayor claridad, mayor discernimiento o mayor sabiduría». «No estoy de acuerdo y no puedo avanzar. Para que avance debemos volver a dialogar y orar, escuchar y esperar». Priorizar la unidad Todas estas respuestas son respetuosas de los procesos que recorre el grupo y priorizan la unidad del cuerpo. Cuando alguien con liderazgo expresa algunas reservas, servirá de señal al grupo de que se debe seguir trabajando. No significa que se haya fracasado en el proceso. La decisión, sencillamente, exige un proceso más extenso y paciente. Quizás Dios quiera revelar algo más, o resguardar al grupo de una decisión poco sabia. Si se ha alcanzado la decisión con el consenso de todo el grupo, ya se puede avanzar con la tarea de comunicar esto a la comunidad más extensa. El hecho de que al grupo le haya tomado tanto trabajo discernir la voluntad de Dios hablará mucho acerca de la seriedad de su compromiso con hacer solamente lo que a él le agrada. A P Ruth Haley BartonRuth recibió el “Doctor of Divinity” del “Northern Theological Seminary” (Lombard, IL). Además obtuvo el “Bachelor of Arts” del “Wheaton College” (IL) y el “Master's studies” del “Institute for Pastoral Studies” de la “Loyola University” en Chicago. Es fundadora y CEO del “Transforming Center”, con base en Wheaton, IL, USA. Consultora, conferenciante y predicadora en constante demanda, es también autora de múltiples artículos y libros,
Se tomó de Pursuing God's Will Together por Ruth Haley Barton. Copyright© 2012 por Ruth Haley Barton. Se usa con permiso de Inter-Varsity Press, PO Box 1400, Downers Grove, IL 60515. www.ivpress.com |