EL DECRECENTISMO: TENER MENOS PARA SER MÁS
La felicidad no la proporciona ni el poder adquisitivo ni el consumismo, sino redefinir tus necesidades
Dejar de sobrevalorar el crecimiento económico. Aprender a vivir gastando menos dinero y recursos naturales. Escapar de la esclavitud del trabajo, el dinero y el derroche, que no trae más felicidad, sino más estrés y problemas físicos como la obesidad. Volver a la vida sencilla y cultivar la austeridad...
¿Se trata de una utopía, una concepción del mundo tan idealizada como difícil de llevar a la realidad? Para los seguidores del decrecimiento, una línea de pensamiento surgida en la década de 1970 y cada vez más en auge debido a la crisis económica mundial, lo utópico es lo contrario, o sea creer que es viable vivir cada vez gastando más y más en un planeta con recursos finitos. Los teóricos del decrecimiento, también llamado decrecentismo, lo definen como una corriente social que advierte que en los países ricos no hace falta crecer más, sino entrar en un periodo de contracción económica voluntaria que sirva para repensar las necesidades humanas reales y para construir una sociedad más justa, más participativa y ecológicamente sostenible. Para el profesor de Biología y Geología, Daniel López Marijuán, “es muy difícil en los tiempos de consumismo desaforado y obsesión por el enriquecimiento personal abogar por un modelo de desarrollo que pivote en no seguir creciendo, mantener hábitos austeros y ralentizar el ritmo asfixiante de expolio de la naturaleza”. No obstante, “cada 25 años la economía mundial se duplica, sino terminamos con esa idea de crecer sin parar acabaremos con el planeta: este sistema es insostenible”, señala este activista por el medio ambiente, miembro de 'Ecologistas en Acción', para quien “el consumo compulsivo de bienes es la causa principal de la degradación ambiental”. “Clive Hamilton, en su libro ‘El Fetiche del Crecimiento’, nos desvela el dilema al que debemos enfrentarnos: potenciar una sociedad materialmente rica e infeliz o iniciar el cambio hacia una más austera pero también más plena”, señala López Marijuán, en la revista especializada ‘El Ecologista’. Según este experto, “una bioeconomía significaría un descenso de la tasa de crecimiento económico tal como se mide en la actualidad y con el tiempo una tasa negativa. Es empezar a diseñar una sociedad post-crecimiento. Es la única fórmula de garantizar la perdurabilidad de los sistemas naturales y el disfrute de la calidad de vida”. “Consumir menos, trabajar menos y adoptar un ritmo más pausado, son la clave del bienestar. Si a esto le sumamos el compartir bienes y servicios, tenemos la clave de la equidad: promover la calidad de la vida social e individual, en vez de rendirse a las demandas del mercado”, señala el ecologista. ¿Gastar menos viviendo mejor? El profesor López Marijuán propone aplicar la alternativa decreciente al 20 por ciento de la población que explota el 80 por ciento de los recursos naturales del planeta, mientras que los países pobres deberían crecer y desarrollarse, con ayuda internacional y asistencia tecnológica. Los países emergentes (China, India, Brasil) deberían cambiar su modelo de desarrollo, que se basa en un tráfico motorizado creciente, la urbanización incontrolada, la sobreexplotación de combustibles fósiles y las infraestructuras colosales, señala. Algunos sectores productivos y procesos que deberían decrecer son: construcción inmobiliaria, cemento, automóviles, armamentos, tarjetas de crédito, autopistas, túneles y viaductos, grandes superficies comerciales, viajes a larga distancia, aparatos eléctricos y electrónicos de consumo, cosméticos, ropa… “Se trata de ganar menos y consumir menos, compartiendo recursos. Es una utopía, pero la única capaz de sacarnos del atolladero. Vivir bien con menos. Por delante de los intereses de empresas y gobiernos, ‘primero la gente’”, dice López Marijuán. En cambio, para Carlos Taibo, profesor de Ciencias Políticas la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) el decrecentismo no es una utopía, ya que “lo utópico es precisamente lo contrario, creer que es viable vivir cada vez con más y más en un planeta finito”. Para Taibo, “el modo de vida en nuestra sociedad es esclavo del trabajo, del dinero y del consumo, pero eso no trae más felicidad, sino que crea estrés y extiende males físicos como la obesidad”. La transición del actual modelo de desarrollo al decrecimiento implica la desaparición de sectores de la economía, la redistribución del trabajo y la primacía de la vida social, así como un mayor peso de lo local, la austeridad voluntaria y la democracia participativa, según el experto de la UAM. |