EL EVANGELIO SOCIAL DE WALTER RAUSCHENBUSCH
ALBERTO F. ROLDANLa historia del cristianismo reconoce muchos momentos en los que la teología se une a la política y a la sociedad. Aunque a veces aislamos los tres elementos para analizarlos con cierta profundidad, en la historia se entrelazan de muchas maneras y siguiendo diferentes modelos. Uno de esos intentos fue el Social Gospel creado y liderado por Walter Rauschenbusch. De origen alemán, Rauschebusch fue profesor de historia en el Rochester Seminary y pastor en la Segunda Iglesia Bautista de habla alemana al norte de Nueva York en un barrio pobre conocido como “la cocina del infierno”.
En medio de una situación de pobreza extrema, Rauschenbusch elabora una teología fuertemente arraigada en lo social y que es conocida luego como el Social Gospel (evangelio social). En cierto modo, su búsqueda fue una puesta en práctica de la teología de los valores morales de Albretch Ritschl. Para Rauschenbush, el mensaje del Reino de Dios tiene alcances sociales. Dice Rauschenbusch: “Jesús derivó de la vida histórica del pueblo hebreo la idea de ‘el Reino de Dios’. La mejor traducción sería ‘el Reinado de Dios’. Esta concepción incorporó el ideal social y el propósito de las mejores mentes de una de las naciones más creativas de la historia.” En Christianity and the Social Crisis Rauschenbusch dice que aunque Jesús no fue un reformador social del tipo moderno, fue mucho más que un mero “maestro de moral”. Esta designación, propia del liberalismo teológico, es superada por Rauschenbush al explicar que, aunque es cierto que corazón del mensaje de Jesús es la religión, entendida como la relación de vida con Dios, por otra parte nadie comparte su vida con Dios sin que la misma reconstruya todas sus relaciones. Analizando con mayor profundidad el propósito de Jesús definido como “Reino de Dios”, Rauschenbusch sostiene que Jesús no fue un iniciador sino más bien un consumador de las expectativas del Reino. Incorporó la fe y la esperanza proféticas acerca del Reino de Dios. Unió su obra al mensaje de Juan el Bautista con el cual mostró una afinidad interna. Jesús comenzó su ministerio anunciando: “El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios está cerca, arrepentíos y creed al evangelio” (Mr. 1:15). El Reino continuó como centro de su enseñanza, tal como está registrado en los Sinópticos. Rauschenbusch hace una observación interesante en el sentido de que la audiencia de Jesús no necesitaba definiciones del Reino porque se trataba de una concepción y una frase ampliamente conocidas. No ocurre lo mismo hoy, reflexiona Rauschenbusch. Y ofrece, entonces, un panorama de cómo era comprendido el Reino en aquellos comienzos del siglo XX. Rauschenbusch sintetiza las diferentes comprensiones del Reino en sus días: Para el lector ordinario de la Biblia, “heredar el reino de los cielos” simplemente significa ser salvo e ir al cielo. Para otros significa el milenio. Para algunos, la Iglesia organizada; para otros “la Iglesia invisible”. Para el místico, significa “la vida escondida con Dios.” Rauschenbusch sostiene que el concepto del Reino fue adquiriendo un sentido colectivo y nacional en Israel que implicaba independencia, seguridad y poder bajo el mando de los reyes davídicos. Involucraba justicia social, prosperidad y felicidad tal como está descripto en la ley y los profetas. En su interpretación del Reino de la perspectiva de Jesús, Rauschenbusch dice que si el Reino no es dependiente de la fuerza humana ni de catástrofes divinas pero crecería quietamente por medio de procesos orgánicos: “entonces el Reino en un sentido ya estaba aquí. Su consumación, por supuesto, es del futuro, pero sus realidades fundamentales ya estaban presentes.” El aporte más significativo que Rauschenbusch ofrece sobre el Reino de Dios es el siguiente: “El Reino de Dios es todavía una concepción colectiva, involucra toda la vida social humana. No es un asunto de salvación de átomos humanos, sino la salvación del organismo social.” José Míguez Bonino, al evaluar al evangelio social de Rauschenbusch, sostiene que el mismo fracasó, entre otras razones, por ser algo idealista en el sentido de pretender derivar de las enseñanzas de Jesús ciertos valores éticos que fácilmente podrían trasladarse a la sociedad. No obstante, pensamos que fue una instancia importante como búsqueda de la presencia del Reino y su justicia en un momento histórico concreto. En nuestra opinión, resultó un antecedente a las teologías de la liberación forjadas en América latina en los años 1960 ya que algunos temas como: el papel social de los profetas, los propósitos sociales de Jesús y la conciencia política de los cristianos, serán también asuntos centrales de la reflexión latinoamericana. Como reacción a esos contenidos, naturalmente el fundamentalismo (norte) americano se tornó virulento en su crítica a toda forma de evangelio social, pretendiendo una neutralidad en las cuestiones sociales y políticas ya que la Iglesia –argumentaba– sólo está para evangelizar. Una mirada más profunda al fenómeno mostrará que el fundamentalismo en cualquiera de sus variantes lejos de caracterizarse por la neutralidad, ha sido y sigue siendo un espacio donde se manifiestan los más ostensibles posicionamientos ideológicos y políticos tales como las “guerras preventivas” y el apartheid, expresiones que lejos están de encarnar la tan pretendida neutralidad. Alberto F. Roldanes argentino, Licenciado en Teología por el Seminario Teológico Centroamericano (SETECA) de Guatemala, Doctor en teología por el Instituto Universitario ISEDET de Buenos Aires y Master en Ciencias Sociales y Humanidades (filosofía política) por la Universidad Nacional de Quilmes, Argentina. Ha dictado cursos y conferencias en institutos, seminarios y universidades de América Latina, Estados Unidos, Europa y Corea del Sur. Es profesor y Director de Estudios Posgraduados del Instituto FIET. Autor prolífico, ha publicado 15 libros y decenas de artículos.
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