EL MENSAJE DE LA IGLESIA EN MEDIO DE TODOS LOS MENSAJES
PABLO MARZILLI¿Se suma a la corriente o la confronta?
Cuando tomamos real dimensión de las enseñanzas e implicancias de Jesús, dadas en el Sermón del Monte (Mateo 5-7), notamos que la “cultura de Jesús” es, en sí misma, una contracultura en toda época. Bien señala John Stott: “Él nos convoca a renunciar a la cultura secular reinante a favor de la contracultura cristiana… La primera vez que esto se hizo claro fue en su comisión para nosotros de ser la sal de la tierra y la luz del mundo…” (1) Cada una de las palabras de Jesús fueron vividas por Él y llevadas a su ejemplo más excelso en su propio ministerio. No fue demagogia o facilismo, fue vivencia personal para que como Él hizo nosotros también hagamos. Algunos ejemplos: Dijo: “bienaventurados los pobres en espíritu…”, y “Él no tuvo dónde recostar su cabeza…” (Mt 8:20). Enseñó “bienaventurados los que lloran…” y al ver a Jerusalén “lloró sobre ella” (Lc 19:41). Predicó “bienaventurados los misericordiosos…”, y “tuvo compasión de la multitud” (Mt 9:36). Exhortó “amen a sus enemigos y bendigan a los que os maldicen”, y en la cruz oró “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Y así podríamos continuar… Jesús fue más allá de la declamación, de la expresión; vivió y encarnó cada uno de los mandamientos. Esto es lo que pese a sus altibajos, irregularidades e incongruencias aprendieron sus discípulos. Serán pues cada uno de ellos los que padecieron por amor a Su nombre y la proclamación del Evangelio, sufrieron por amor a Dios y a los demás seres humanos. Nos recuerda Justo González: “Además de matar a los cristianos, se les hizo servir de entretenimiento para el pueblo, se les vistió con pieles de bestias para que los perros los mataran a dentadas. Otros fueron crucificados, y otros quemados a fuego al caer la noche para que iluminaran las calles. Todo esto hizo que se despertara la misericordia del pueblo…” (2) Fue una verdadera revolución social lo declarado por el apóstol San Pablo en Gálatas 3.26-28: “Pues todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Porque todos ustedes, los que han sido bautizados en Cristo están revestidos de Cristo. Ya no hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay varón ni mujer, sino que todos ustedes son uno en Cristo Jesús”. Por primera vez, el Evangelio estaba restituyendo la dignidad a las mujeres, a los esclavos, a los gentiles. Se estaba abriendo paso la justicia social declarada en el Antiguo Pacto en medio del mayor imperio de la historia antigua. Obviamente esto no paso por casualidad, era fruto del Evangelio, es consecuencia del amor sacrificial de Jesús por todos. El amor estaba ocupando el lugar del desprecio, la misericordia el lugar de la impiedad y la justicia el lugar de la maldad. Eso, es precisamente lo que hace la cultura de Jesús, hace posible que “venga a nosotros su Reino”. No es una cuestión de ritualismo, contenido sacramental o expresiones litúrgicas, es amor y misericordia en práctica, en todo momento, en todo lugar, en toda circunstancia. Será pues, éste, el mayor desafío que tiene la iglesia ante la cultura de la hipermodernidad (3) del siglo XXI, seguir siendo una contracultura, seguir insistiendo empecinadamente en ser imitadores de Cristo. Es importante la palabra profética que denuncie el pecado, que se alce para defender a los sin voces, que emerja para vendar a los perniquebrados y consolar a los que sufren; pero será vital que la voz esté acompañada por lo único que el Enemigo de nuestras almas puede imitar, el amor y la misericordia. Nuestra mayor voz debe ser la de la acción, nuestra proclama más fuerte la del amor en medio de una sociedad que se dirige irremediablemente al cumplimiento del apocalipsis de Jesús (Mt 24:1-51). Aunque nos pese “tanto aumentará la maldad, que el amor de muchos se enfriará” (Mt 24:12). En éste contexto de voces que se levantan para llamar “a lo bueno malo y malo a lo bueno, y convierten la luz en tinieblas, y las tinieblas en luz, y lo amargo en dulce y lo dulce en amargo…” (Is 5:20-21). La iglesia debe hacer oír la voz del mensaje de la gracia, pero además la estruendosa voz del amor y la misericordia, debe ser nuestra contribución más especial. Esta será la mejor forma de hacer escuchar nuestra voz profética y causar una revolución que acerque el Reino de Dios y su justicia. Este es un tiempo en el cual debemos dejar de lado el egocentrismo, las peleas de poder que nos carcomen (Marcos 10:37), los posicionamientos estériles, migrar de la cultura de la plataforma a la cultura del sacrificio y del activismo eclesial al activismo encarnacional. Siguen siendo pertinentes para terminar, las palabras de Martin Luther King: En ningún lugar es más evidente la trágica tendencia al conformismo que en la iglesia, una institución que a menudo ha servido para cristalizar, conservar e incluso bendecir, los módulos de opinión de la mayoría… Seducidos por los símbolos mundanos del éxito, hemos medido nuestros resultados por la magnitud de nuestra parroquia. Nos hemos convertido en los presentadores de programas que halagan la fantasía y los caprichos de la masa… Debemos recobrar la llama evangélica de los antiguos cristianos, que eran inconformistas en el más puro sentido de la palabra, y se negaron a acomodar su testimonio a los puntos de vista de su época. Sacrificaron de buen grado fama, fortuna, e incluso la vida por una causa que sabían era recta. Pequeños en número fueron gigantes en calidad… No obstante, a pesar de ello, la iglesia se fue convirtiendo en una institución cargada de riqueza y prestigio hasta empezar a diluir las enérgicas exigencias del evangelio y conformarse a las maneras del mundo… Sólo por una transformación espiritual interna adquirimos la fuerza para combatir vigorosamente los males del mundo con espíritu amoroso y amable. (King, 1973, pp. 18-19) _______________________________________________________________________________
Pablo Marzillies Pastor de la Iglesia Bautista de San Martín, en la Pcia. de Buenos Aires, Argentina. Es licenciado en teología, abogado, máster y candidato al doctorado en sociología.
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