EL PANTANAL, UN TESORO NATURAL EN PELIGRO, EN EL CORAZÓN DE SUDAMÉRICA
El mayor humedal del planeta ubicado en Brasil, Bolivia y Paraguay alberga más de 4.000 especies vegetales y animales. Pero miles de hectáreas están amenazadas por la deforestación.
Planicie inundable de más de 170.500 km2, el Pantanal alberga más de 4.000 especies vegetales y animales. Ayuda a regular el cambio climático.
En su granja en el estado brasileño de Mato Grosso, Plínia Rodrigues cuida sus gallinas, hortalizas y también preserva un tesoro de la humanidad: una de las nacientes del río Paraguay, principal fuente de agua del Pantanal. “No tocamos nada en las márgenes del río. Queremos preservar lo que tenemos, es malo acabar con la naturaleza”, afirma esta agricultora de 63 años, guardiana de apenas uno de los cientos de manantiales que se encuentran en propiedades privadas en esta región de Brasil.
Desde su jardín puede oírse el murmullo del arroyo que pasa por un corredor de palmeras burití y otras especies de vegetación nativa. La proliferación de estas plantas en las márgenes de las nacientes son indicadores de la buena salud de este curso de agua, que se juntará con otros arroyos para formar el Paraguay, uno de los mayores ríos de América del Sur. Pero se trata de un ejemplo de preservación rodeado de amenazas. “A nuestro alrededor, todo el mundo trabaja con soja. Después de que eso comenzó, nuestros árboles ya no dan bien sus frutos. Cultivábamos papaya para vender. Ahora ya no da más. Las naranjas también nacen feas“, lamenta Plínia. Además de afectar a esta pequeña productora, la expansión de la agricultura intensiva puede poner en riesgo al Pantanal, el mayor humedal del planeta ubicado en Brasil, Bolivia y Paraguay. Pese a ser el bioma brasileño mejor preservado, la erosión del suelo en la región de las nacientes de los ríos que bañan el Pantanal, así como los proyectos de hidrovías y de decenas de hidroeléctricas amenazan su subsistencia, alertan científicos y activistas. La región de las llamadas “cabeceras” del Pantanal ya fue deforestada en 55%, apunta un estudio de WWF.
La deforestación para monocultivos como la soja erosiona los suelos e impide la absorción del agua de lluvias. Ésta acaba escurriéndose hacia los ríos y arrastrando sedimentos que engrosan sus lechos, lo que disminuye la calidad del agua y por consiguiente afecta la vida de peces y plantas subacuáticas. “Esta región está en riesgo y si no se hace nada para que esto cambie, a lo largo de los próximos años veremos al Pantanal entrando en colapso”, afirma Julio César Sampaio, coordinador del programa Cerrado-Pantanal de WWF. Según datos de esta ONG, 391.000 hectáreas de la región de las llamadas “cabeceras” del río Paraguay todavía no cuentan con la protección legal necesaria. Un proyecto de ley que se tramita en el Congreso pretende mitigar los impactos de la actividad humana sobre el Pantanal, pero de poco servirá si no se incluyen en él las nacientes de los ríos, sostiene WWF.
La vida de los “pantaneiros”, como se llama a los habitantes locales, se rige por un fenómeno denominado “pulso de inundación”, que intercala períodos de lluvia y de seca. Entre octubre y mayo, los ríos crecen e inundan el 80% de la planicie. Cuando las aguas alcanzan su punto máximo, en marzo y abril, es la mejor época para la pesca, fuente de sustento para los ribereños y motor del turismo local.
El paisaje se transforma en una gran superficie inundada con numerosos canales para recorrer las pequeñas “islas” cubiertas de vegetación. Atraídas por los peces, es posible avistar aves imponentes como el jabirú, además de nutrias gigantes, capibaras, yacarés y anacondas. Durante la seca, el jaguar, el mayor felino de las Américas, transita por las superficies firmes. Además de albergar especies amenazadas, el Pantanal ayuda a regular el cambio climático.
“La planicie del Pantanal también funciona como un espejo de agua que refleja gran parte del calor y deja el ambiente más agradable”, al tiempo que contribuye con las lluvias de otras regiones, afirma Sergio Freitas, investigador de la Universidad de Brasilia y guía naturalista. Freitas explica que la ganadería extensiva llevaba más de 200 años de tradición sin degradar el ambiente, pero en las últimas décadas ha cedido espacio a la agricultura intensiva, que sí pone en riesgo el ecosistema. Por eso, cree, es importante aumentar los incentivos para que los productores locales puedan diversificar sus actividades o migrar hacia prácticas agrícolas más sustentables. UN TESORO DE FAUNA SILVESTRE |