Carta Pastoral
EL PODER DE UN POEMA OSVALDO L. MOTTESIWalt Whitman, el gran poeta estadounidense, considerado unánimemente el padre de la poesía moderna, escribió un poema titulado “No te detengas”. En el mismo hay unos versos que dicen así:
Nunca, nunca dejes de creer que las palabras y las poesías, si pueden cambiar el mundo. Hay quienes seguimos pensando que estos versos del gran bardo norteamericano continúan siendo totalmente válidos. Que, indudablemente las palabras y los poemas pueden cambiar el mundo. El poder de la poesía a lo largo de la historia es incuestionable. Infinidad de artistas de la pluma usaron y usan la fuerza del poema, confrontando tiranías de todo tipo, de las más injustas, pagando la mayoría muy cara su osadía en cárceles, capos de concentración y, muchas veces, con sus propias vidas. La lista conocida y desconocida de poetas mártires en tiempos de guerra o dictaduras, en períodos convulsos o revolucionarios, es tan extensa que es un imposible tratar de completarla. Por nombrar sólo unos pocos, quizás el más famoso sea Federico García Lorca, fusilado por los fascistas españoles en los albores de la Guerra Civil española. También el alicantino Miguel Hernández, muerto en la prisión de Alicante, durante la posguerra, cuando se le había conmutado la pena de muerte por una condena a cadena perpetua. En la antigua Unión Soviética, bajo el desgraciado mandato de Stalin, fueron numerosísimos los poetas represaliados. Quizás el más importante sea Osip Mandelstam, quien se atrevió a escribir un poema denunciando las atrocidades cometidas por el mismísimo Stalin. Esta osadía le costó varios años de destierro siberiano, y al final, como no podía ser de otra manera, la muerte en diciembre de 1938 cuando se encontraba preso en Vladivostock. También recordamos a otros como Boris Pasternak, Marina Tsvietáieva o Anna Ajmatova. En la Alemania nazi, los poetas judíos y los opositores al régimen de terror impuesto por Adolf Hitler, fueron brutalmente perseguidos, torturados y, las más de las veces, aniquilados en campos de exterminio. Entre otros, los más destacados fueron los poetas polacos Stanisław Grzesiuk , Stanisław Staszewski o Itzhak Katzenelson. Recuerdo todo esto ante el correo electrónico que días atrás recibiera de Amnistía Internacional. Allí se hacían eco de lo que le está ocurriendo a la poetiza de Bahrein, la joven de 20 años Ayat al-Qarmezi. Su delito fue leer un poema en la plaza de la Perla de Manama, capital del Estado, durante una manifestación de protesta que exigía reformas al rey Hamad bin Isa al Khalifa, jefe del Estado de Bahrein. Parece que los versos que han ofendido a las autoridades han sido estos: "Somos la gente que matará la humillación y asesinará para siempre la miseria ¿No oyes sus llantos? ¿No oyes sus gritos?" Malcolm Smart, director de Amnistía Internacional para Oriente Medio y el Norte de África, afirma al respecto lo que hacemos nuestro: “Ayat al Qarmezi será llevada a juicio por tan solo expresar su opinión abierta y pacíficamente. Su caso es otro ataque vergonzoso y funesto más a la libertad de expresión. Deben retirarse los cargos contra ella y debe quedar en libertad de inmediato”. La joven poetiza (poeta, como decimos hoy) se enfrenta a una posible larga condena, por el simple hecho de manifestar su opinión, sin haber cometido delito alguno. Al igual que en la España fascista, en la Rusia estalinista o en la Alemania Nazi, hoy los tiranos siguen teniendo mucho miedo al poder de las palabras. Y al de los poemas. Hay cosas que nunca cambian. OLM |