ENTRE DOS BESOS
OSVALDO L. MOTTESITodavía estaba hablando Jesús cuando se apareció una turba, y al frente iba uno de los doce, el que se llamaba Judas. Éste se acercó a Jesús para besarlo, pero Jesús le preguntó:
—Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del hombre? Lucas 22: 47-48. »Un hombre tenía dos hijos —continuó Jesús—. El menor de ellos le dijo a su padre: “Papá, dame lo que me toca de la herencia.” Así que el padre repartió sus bienes entre los dos. Poco después el hijo menor juntó todo lo que tenía y se fue a un país lejano; allí vivió desenfrenadamente y derrochó su herencia. »Cuando ya lo había gastado todo, sobrevino una gran escasez en la región, y él comenzó a pasar necesidad. Así que fue y consiguió empleo con un ciudadano de aquel país, quien lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tanta hambre tenía que hubiera querido llenarse el estómago con la comida que daban a los cerdos, pero aun así nadie le daba nada. Por fin recapacitó y se dijo: “¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen comida de sobra, y yo aquí me muero de hambre! Tengo que volver a mi padre y decirle: Papá, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco que se me llame tu hijo; trátame como si fuera uno de tus jornaleros.” Así que emprendió el viaje y se fue a su padre. »Todavía estaba lejos cuando su padre lo vio y se compadeció de él; salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: “Papá, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco que se me llame tu hijo.” Pero el padre ordenó a sus siervos: “¡Pronto! Traigan la mejor ropa para vestirlo. Pónganle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero más gordo y mátenlo para celebrar un banquete. Porque este hijo mío estaba muerto, pero ahora ha vuelto a la vida; se había perdido, pero ya lo hemos encontrado.” Así que empezaron a hacer fiesta. Lucas 15: 11-24. El beso es la más universal de todas las caricias humanas. El beso es practicado, de una u otra manera, en todas las culturas del mundo. El beso puede expresar diferentes tipos de sentimientos. Hay muchas clases de besos. Besos tiernos y protectores de padres, madres y abuelos. Besos respetuosos y cariñosos de hijos, hijas y nietos. Besos entre hermanos y hermanas. Besos entre amigas y amigos. Besos románticos. Besos de amor platónico. Besos tiernos. Besos de enamorados. Besos apasionados. Besos de gratitud. Besos como expresión de alegría. Besos en momentos de dolor. Besos en la hora del triunfo. Besos de celebración. Besos para consolar derrotas. Besos de felicitación. Besos de bienvenida y de despedida. Besos al recién nacido. Besos al fallecido. Besos culturales al saludar. Besos al comienzo y al terminar de cada día. La chilena Gabriela Mistral, en un fragmento de su poema titulado “Besos”, hace de estos la descripción más completa y bella que ofrecen las letras castellanas. En ese recorrido se refiere a uno de los besos mencionados en nuestros relatos bíblicos. Ella dice: Hay besos que pronuncian por sí solos la sentencia de amor condenatoria, hay besos que se dan con la mirada, hay besos que se dan con la memoria. Hay besos silenciosos, besos nobles, hay besos enigmáticos, sinceros, hay besos que se dan sólo las almas, hay besos por prohibidos, verdaderos. Hay besos que calcinan y que hieren, hay besos que arrebatan los sentidos, hay besos misteriosos que han dejado mil sueños errantes y perdidos. Hay besos problemáticos que encierran una clave que nadie ha descifrado, hay besos que engendran la tragedia, cuantas rosas en broche han deshojado. Hay besos perfumados, besos tibios que palpitan en íntimos anhelos, hay besos que en los labios dejan huellas como un campo de sol entre dos hielos. Hay besos que parecen azucenas por sublimes, ingenuos y por puros, hay besos traicioneros y cobardes, hay besos maldecidos y perjuros. Judas besa a Jesús y deja impresa en su rostro de Dios, la felonía, mientras la Magdalena con sus besos fortifica piadosa su agonía. Los besos se dan y se reciben. Son medios cotidianos de comunicación. Ellos expresan multitud de expresiones diferentes. Son símbolos de realidades variadas. En general, representan sentimientos positivos. Otras pocas veces manifiestan experiencias negativas. Podemos afirmar que hay besos vitales, es decir, expresiones de vida, y besos mortales, que son manifestaciones de pecado y muerte. La resultante de tales besos es muy diferente. Aquí, como todo en la vida, se aplica la ley de la siembra y la cosecha. No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra. Gá 6:7. La Biblia nos entrega hoy dos cuadros. En ambos el beso es símbolo central, pero expresando sentimientos opuestos. En uno es beso mortal, símbolo de traición y muerte. En otro es beso vital, expresión de perdón y salvación. El primero es el beso mortal de la traición. El Evangelio de Lucas 22: 47-48 nos entrega el cuadro: Todavía estaba hablando Jesús cuando se apareció una turba, y al frente iba uno de los doce, el que se llamaba Judas. Este se acercó a Jesús para besarlo, pero Jesús le preguntó: -Judas,¿con un beso traicionas al Hijo del Hombre? El evangelio según Marcos lo relata así: Tan pronto como llegó, Judas se acercó a Jesús. -¡Rabí!- le dijo, y lo besó. Entonces los hombres prendieron a Jesús. 14: 45-46. Desde antes de entregar en el huerto a su Maestro, Judas había equivocado el camino. Era un hipócrita, que escondía sus bajos valores de ambición. Hay un relato muy significativo al respecto: “Seis días antes de la Pascua llegó Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien Jesús había resucitado. Allí se dio una cena en honor de Jesús. Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban a la mesa con él. María tomó entonces como medio litro de nardo puro, que era un perfume muy caro, y lo derramó sobre los pies de Jesús, secándoselos luego con sus cabellos. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume. Judas Iscariote, que era uno de sus discípulos y que más tarde lo traicionaría, objetó: — ¿Por qué no se vendió este perfume, que vale muchísimo dinero, para dárselo a los pobres? Dijo esto, no porque se interesara por los pobres sino porque era un ladrón y, como tenía a su cargo la bolsa del dinero, acostumbraba robarse lo que echaban en ella” Jn 12:1-6. Jesús había honrado a Judas, confiándole el delicado cargo de tesorero. Esto había sido un noble acto de confianza en su discípulo, que Judas traicionó. El Iscariote se condenó sin amnistía posible, pues robaba los dineros de Dios. Era realmente de lo peor. Su calaña hasta entonces escondida, se hizo pública en aquella negra noche en el Getsemaní. Allí Judas se embarra aún mucho más de lo que ya estaba, destruye su integridad, aniquila su ministerio, y termina suicidándose. El lo había recibido todo del Hijo de Dios. Jesús lo había llenado de amor y privilegios. Tenía delante de si una vida eterna para ganar y una corona de glorias como apóstol del Evangelio. Había sido escogido para ser una de las doce columnas de la Iglesia. Pero echó todo este tremendo tesoro de bendiciones a la basura, por treinta sucias monedas de plata. Treinta monedas con las cuales comerciaba su primer amor. Treinta monedas con las que vendía su alma y perdía una identidad prometida. Treinta monedas con las que heredaba el infierno ante la perspectiva del cielo.
¡Cuantos hay en estos días que tras los valores sin ética ni amor de este mundo, dan el beso de la traición a Jesús! Muchos, muchas hoy estan dispuestos a besar a quien sea o lo que sea, en procura obsesionada de los ídolos de éste y todos los tiempos. Judas entrega al amigo leal. Jesús le había enseñado el nuevo camino de la libertad. Judas, ante esa libertad gloriosa se esclaviza, vendiendo por treinta miserables monedas a su Señor. ¿Cómo estamos hoy besando a Jesús? ¿Cómo estamos acariciando hoy al Maestro? ¿Quizás solo con un beso religioso, caricia tradicional de semana santa? ¿O tal vez solo con un beso semanal, el del domingo del culto y de la liturgia? ¿Quizás nuestra caricia sea el beso de la ofrenda de lo que nos sobra? ¿O, por el contrario, lo bendecimos con un beso genuino de arrepentimiento y confesión? ¿Es el nuestro un beso honesto, de fidelidad y entrega? ¿Un beso amante, de dedicación y seguimiento? No hay terceras posiciones en cuanto a esto frente a Jesús. O lo besas para traicionarlo, o lo besas para entregarle tu vida. O lo vendes o lo abrazas. O lo niegas o lo sigues. Tuya es la decisión. Porque tanto el traicionar como el amar, son fruto de una decisión. Decide por el amor, del cual mana la vida. De este relato de traición y muerte, pasa el Evangelio a otro totalmente distinto. Este es un cuadro de perdón y salvación; el relato más exacto y completo sobr el amor de Dios, simbolizado por: El segundo, que es un beso vital; el beso del perdón. Jesús estaba relatando cuentos a las gentes. Así mayormente enseñaba Jesús. En esa ocasión explicaba sobre el gran gozo que experimenta Dios cuando recupera a sus hijos e hijas arrepentidos.Ya había contado acerca de una oveja que se había desviado del rebaño y de su Buen Pastor, quien sale buscarla y la encuentra, la retorna sobre sus hombros y hace gran fiesta con amigos y vecinos por mucha alegría. También había enseñado de una mujer que pierde una moneda y luego de gran búsqueda la encuentra, y con gran júbilo hace fiesta con amigas y vecinas por el tesoro recuperado. Así llega progresivamente Jesús al clímax de su enseñanza, pues ahora es un muchacho el que se ha extraviado. Este es el cuento o la parábola del hijo perdido y su padre amante; un drama universal montado por Dios y el humano, el humano y Dios, en cuatro actos: El primer acto arranca a todo vapor: Un hombre tenía dos hijos -continuó Jesús- El menor de ellos le dijo a su padre: Papá, dame lo que me toca de la herencia. Así que el padre repartió sus bienes entre los dos. Poco después el hijo menor juntó todo lo que tenía y se fue a un país lejano; allí vivió desenfrenadamente y derrochó su herencia. (11-13). Es el acto que demuestra las inclinaciones naturales de todo corazón humano. Es el hijo menor, el adolescente impetuoso, soñador y apasionado. Es un quijote con minúsculas. Se siente incómodo en el ambiente provincial de la finca de papá, y desea buscar nuevos horizontes. Va al padre y le pide -¡en plena vida del padre!- la parte de su herencia. Eso era sólo aquello que quizás, solo quizás, podría corresponderle cuando su padre muriese. ¡Qué tremendo descaro! ¡Qué tamaña desfachatez! No hay ni un solo reproche del padre ante tal acto de desamor del muchacho. La herencia que éste le pedía, era el fruto de décadas de su trabajo. Además, sus sueños paternales sobre el futuro de aquel hijo amado, eran muy distintos a las fantasías de aquel quijote impaciente. Pese a todo, papá le entrega la herencia. Y aquel irresponsable se va del hogar y la derrocha, la tira por la ventana -que ni siquiera es balcón- donde también desecha su vida loca en el desenfreno. Los seres humanos somos, en mayor o menor grado, orgullosos por naturaleza. Anhelamos ser autosuficientes, con total autonomía para decidir y actuar. Fantaseamos con estar en control pleno de nuestra existencia, haciendo “lo que nos canta nuestro inmenso nosego”. Pero al pretender independizarnos, somos como las flores cuando las cortan para regalar. A muy pocos días de progresiva decadencia, se mueren. Toda su belleza y perfume desaparecen. Así ocurre cuando prentendemos ser seres autónomos, separadas y divorciados de Dios, nuestro creador. Aunque el cuento no lo menciona, aquel muchacho, al salir de su hogar, es probable que besó a su padre. Si eso ocurrió, ese fue un beso más -símbolo de un rutinario “gracias y... ¡chau, viejo!”. No hay dudas, es el hijo perdido; es decir hoy tú y yo, siguiendo las inclinaciones de naturales de nuestro corazón. Dando el beso de la traición. El segundo acto confirma una ley inescapable: Cuando ya lo había gastado todo, sobrevino una gran escasez en la región, y él comenzó a pasar necesidad. Así que fue y consiguió empleo con un ciudadano de aquel país, quien lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tanta hambre tenía que hubiera querido llenarse el estómago con la comida que daban a los cerdos, pero aún así nadie le daba nada. (14-16). Se acabaron las risas y las fiestas -¡las que él pagaba!- porque se acabó el dinero. Y con “la lana”, “la guita”, “los mangos”, “los billetes”, simultáeamente desaparecieron las amistades.¡Perdón! intenté decir las relaciones que compra el dinero; porque los amigos y amigas de verdad lo son siempre, en las buenas y en las malas. Estos no se compran con dinero, pues son -como decía mi “nono” Orlando- un don del cielo. ¡Había que sobrevivir! Por eso, terminó cuidando cerdos. ¡Qué trágica paradoja! Un judío, hijo de judíos, cuidando animales declarados inmundos por la Escritura. ¡Un príncipe escogido, entre los chanchos rechazados! Esta es la confirmación contundente de otra enseñanza clave de Jesús que aquí reiteramos: la de la ley de la siembra y la cosecha. Porque quien siembra pecado, cosecha traición; la de un mundo que es traicionero por naturaleza. Por eso aquí el quijote, vencedor y conquistador, es vencido y conquistado por su propio error. Es el hijo perdido, es decir hoy tú y yo, aprendiendo que el pecado es traicionero. Recibiendo el beso de la traición. El tercer acto muestra un cambio de ritmo: Por fin recapacitó y se dijo:¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen comida de sobra, y yo aquí me muero de hambre! Tengo que volver a mi padre y decirle:Papá he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco que se me llame tu hijo; trátame como si fuera uno de tus jornaleros. (17-19). Hay un milagro, que es un cambio radical de ritmo; golpe de timón en la barca de la vida de ese muchacho, generado por la gracia redentora. Cambio del ritmo alucinante de la vida loca, al de la reflexión en la bancarrota. Es ritmo de análisis, después de meter la pata ¡y en grande! Y es, a la vez, ritmo de despertar. Es la gracia iluminándole, haciéndole recapacitar, y arrepentido afirmar: “Estoy hundido hasta el cuello... Me gané lo que sufro y mucho más... ¡Qué error he cometido!... No me merezco el perdón... Le fallé a mi Padre... ¡Pero voy a volver!”. Y allí, justo allí, comienza el ritmo de Dios en su vida. Es mirar atrás y ahora con realismo, en medio del chiquero de su vida loca; esa que lo ha embarrado en cuerpo y alma. No hay duda, es el hijo perdido, es decir hoy tú y yo, “recapacitando”, “volviendo en sí” y -en arrepentimiento- decidiendo cambiar. Recibiendo el beso del despertar. Y el cuarto acto transforma el drama en fiesta: Así que emprendió el viaje y se fue a su padre. Todavía estaba lejos cuando su padre lo vio y se compadeció de él, salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: Papá, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco que se me llame tu hijo. Pero el padre ordenó a sus siervos: ¡Pronto! Traigan la mejor ropa para vestirle. Pónganle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero más gordo y mátenlo para celebrar un banquete. Porque este hijo mío estaba muerto, pero ahora ha vuelto a la vida; se había perdido, pero ya lo hemos encontrado. Así que empezaron a hacer fiesta. (20-24). El cuadro te muestra ahora una escena de belleza incomparable. Es en cálidas tierras, al oriente del planeta. Allá te espera un paisaje encantador. Praderas llenas de verdor. Campos trabajados por la mano humana. Centenares de cabezas de ganado pastan en quietud. Una casa, blanca y hermosa, se recorta en el horizonte. Es la hora del atardecer. El sol, inmenso y rojizo se está poniendo, haciendo de la escena una extraordinaria orgía de colores. Un día está agonizando. Pero aquella no será una jornada más en la vida de dos seres. Uno de ellos es un anciano. Hombre de cabellos blancos, rostro curtido por el sol, y manos encallecidas por el trabajo. Es un viejo que sale de la casa a la vera del camino. Sus ojos gastados exploran, como en cada atardecer, el horizonte. ¡Tú ahora descubres quién es él! Es el padre de la parábola de Jesús. Es el anciano cargado de años y sufrimientos. Es el padre envejecido por la partida del hijo. Por la huída irresponsable del muchacho que un día abandonó el hogar. Es el padre -figura de Dios- ansiando ver el retorno de su hijo. Y es en ese momento, cuando el crepúsculo se hace amanecer glorioso en el corazón del padre. Allá lejos, recortando su figura cansada y abatida en el horizonte, el hijo perdido regresa al hgar. Dice el relato: “Todavía estaba lejos cuando su padre lo vio y se compadeció de él”, “...el padre lo vió de lejos y fue movido a misefricordia” (RVR60). Es el padre sintiendo su corazón reventar de alegría. Es Dios feliz, al ver a su hijo perdido, volviendo en sí, levantándose, y regresando al hogar celestial. Y el padre “salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo besó”, “corrió y se echó a su cuello y lo besó”. Qué escena incomparable, qué espectáculo glorioso! Es el padre que no espera. Es Dios ansioso por abrazar, besar y perdonar. Es Dios corriendo. Dios apurado por besar al hijo arrepentido que vuelve al hogar. Es el hijo perdido, es decir hoy tú y yo, volviendo a casa. Y es Dios dando y el hijo -¡es decir hoy tú, tú y yo!-recibiendo el beso vital del perdón. Está cayendo el telón. El relato se acaba. Lo que comenzó en tragedia termina en celebración. Ha sido el cuento-cuadro, representación perfecta de la fiesta del Evangelio. Concluyendo: Judas llega al huerto en la noche más oscura de la historia, seguido de la multitud armada y violenta, para arrestar al inocente. Su saludo -el beso de la traición- entrega en las sombras a Jesús a la muerte. ¡Dios nos ve volviendo a Él y corre a nuestro encuentro! En toda la Biblia nunca se representa a Dios corriendo. La excepción es este cuento de Jesús, donde el Padre apurado corre para darnos el beso vital del perdón, de la vida, de la salvación. Dios está apurado para que volvamos en sí; para que retornemos a Él; para que confesemos nuestros pecados; para besarnos y perdonarnos; para que así vivamos la fiesta del Evangelio. ¿Seguiremos hoy dando el beso de la muerte a Jesús, o recibiremos hoy del Padre el beso de la vida? La cuestión es entre dos besos. La decisión está ahora mismo en tu corazón.¡Vuelve a Dios y Él te dará el beso del perdón y la vida abundante! Haz tuya la oración del caminante solitario de los versos de Junqueiro, quien simboliza a Dios en una estrella: Solo tu estrella me has conocido, En mis dolores y mi aflicción, Solo tu sola nunca has dormido; Tú mis lamentods siempre has oído, Porque es de cielo tu corazón. Es de cielo el corazón de tu Padre. Si lo recibes hoy, Dios bajará el cielo a tu corazón. Ese es mi deseo y mi oración. |