JESÚS EL PREDICADOR Predicando en el mundo posmoderno
ALEX MCDONALD
Introducción La tarea de la iglesia en el mundo es hacer discípulos –hacer discípulos y discípulas de todas las naciones (Mateo 28:19). ¿Cómo debemos realizar esta tarea? En el Nuevo Testamento es claro que los dos métodos principales son la predicación y la evangelización. Estas dos no son actividades excluyentes, antes bien hay cierto grado de coincidencia entre ellas. Sin embargo es útil distinguirlas. Aquí usaré el término ‘predicación’ para referirme a hablar públicamente, y ‘evangelización’ para referirme a hablar en privado. Para descubrir cómo debe enfrentar esta tarea la iglesia, les invito a examinar la práctica de Jesús y de uno de sus discípulos, Pablo. Enfoquemos explícitamente algunos ejemplos de su predicación y no de su enseñanza sobre la predicación. Esto es porque el cristianismo es discipulado. Los discípulos y discípulas aprenden siguiendo el ejemplo de su maestro, y no solamente escuchándole. El discipulado es un aprendizaje práctico. En esto hay lecciones para nosotros pero no debemos aprender solamente de Jesús y los apóstoles. Debemos aprender también de los grandes predicadores del pasado y de los predicadores y predicadoras evangelistas contemporáneos, que son comunicadores consecuentes y exitosos del evangelio. Conviene también que nos preguntemos: ¿Con quién nos estamos comunicando? Se aclarará, mientras miramos la práctica de Jesús y sus apóstoles, que ambos comprendían a las personas con quienes se comunicaban. Nos toca hacer lo mismo aquí y ahora. La gente con la cual ustedes deben hablar en el Perú será distinta en muchas maneras sutiles, y también obvias, de la gente a la cual me toca hablar en Escocia. Sin embargo, debido a nuestra común humanidad, y debido también a la globalización hay grandes semejanzas. También, la gente a la cual hablamos ahora piensa de manera distinta de la gente de la generación de nuestros abuelos. En cuanto a esto, un estudio del Nuevo Testamento nos es muy útil, ya que el mundo pluralista posmoderno es, en muchas maneras, más semejante a la época greco-romana que lo que fue el mundo de nuestros abuelos. Por esta razón, antes de lanzarme a un estudio de la práctica de Jesús y de Pablo, deseo que consideremos algunas características del mundo en que ellos vivían y notar las semejanzas con el nuestro. Jesús nació hace poco más de dos mil años, durante la época de Augusto en un rincón oscuro del creciente imperio romano. El talentoso y carismático Augusto fue el primer emperador romano. Murió cuando Jesús tenía alrededor de veinte años y fue sucedido por el malhumorado y suspicaz Tiberio, cuyo reinado se extendió hasta el tiempo de la crucifixión. A Tiberio le sucedió Calígula, Claudio y luego Nerón. De ellos solamente a Augusto, Tiberio y Claudio les menciona por nombre el médico Lucas, el primer gran historiador cristiano, aunque fue a Nerón a quien apeló Pablo según el libro de Hechos. ¿Qué clase de mundo era el de aquel entonces? De muchas maneras fue similar al nuestro, un mundo lleno de cambios, un mundo de amplia comunicación y un mundo de grandes conflictos.
El cambio en el siglo XX Mi vida ha coincidido con la segunda mitad del siglo veinte, el período de cambio más rápido que el mundo ha conocido. Esto es especialmente obvio en el área de la tecnología y la ciencia. Yo nací y fui criado en una granja de ovejas entre los cerros escoceses, en una zona rural muy remota. Uno de los recuerdos más tempranos que tengo es el de mi padre arando con un arado tirado por un caballo. No había al comienzo tractores. Muy bien recuerdo cuando adquirió su primer tractor. También recuerdo que gran parte de lo que comíamos se producía en la localidad, o en la misma granja o en la zona aledaña, y consistía en leche, huevos, papas, carne, pescado y avena. Actualmente no siguen funcionando tales granjas y la mayor parte de nuestros alimentos es importada. ¡Cambio radical! No teníamos suministro de electricidad, ni televisión y teléfono, y mucho menos computadoras. El mundo en que mis hijos han crecido está más lejos que a un millón de kilómetros de aquel mundo de mi niñez. ¡Cambio radical! Sin embargo, durante el último medio siglo han ocurrido cambios aún más sustanciales en el mundo del pensamiento y comportamiento humanos. Las personas que vivían en el mundo de mi niñez sabían qué era el cristianismo aunque no fueran cristianos todos ellos. Aun los que no asistían a una iglesia aceptaban la existencia de Dios y la verdad de la Biblia. Creían en la diferencia absoluta entre el bien y el mal aunque no siempre practicaran lo bueno. Cuando llegó el momento de trasladarme a la ciudad de Edimburgo como estudiante en 1967, me movía en un mundo totalmente diferente. Fue un mundo psicodélico, de percepción extra sensorial, de religión oriental y del existencialismo. Fue un mundo donde la experiencia era importante y no la verdad. “¡Hagan el amor y no la guerra!” era el dicho en boga, No existía principio de trascendencia suficiente como para querer morir por él o pelear en su defensa. Lo importante eran la felicidad individual y las relaciones interpersonales. Fue el inicio de lo que ahora suelen llamar el posmodernismo y el pluralismo. Durante esos años de mi juventud luchaba para saber cómo relacionarme como cristiano a este mundo. Sólo por medio de los escritos de Francis Schaeffer, C.S. Lewis y Hans Rookmaaker pude sobrevivir como cristiano. Ahora me muevo en este mundo completamente distinto. Es un mundo donde la persona a quien estoy predicando o con quien me estoy comunicando puede creer que la raza humana tuvo su origen en el espacio exterior, que Dios es “la Fuerza” como en la película Guerra de las Galaxias, o que no existe tal cosa como la verdad absoluta ya que todos tenemos nuestra propia manera de comprender el mundo. Entonces no solamente han ocurrido cambios revolucionarios en los medios de comunicación, como en la televisión, el cine y el internet, sino también en el contenido de la comunicación. Debido a esto hay una confusión tremenda, que proviene en parte de conflictos entre cosmovisiones rivales y de síntesis de cosmovisiones distintas o de partes de ellas.
El cambio en el mundo del primer siglo De manera semejante, el mundo en que tuvieron su niñez Jesús y Pablo estaba experimentando cambios masivos. En la política, después de un período corto de independencia, los judíos habían caído bajo el yugo de los romanos en el año 64 AC. Debido a la ubicación geográfica de Israel sobre un puente relativamente pequeño de tierra que une los tres continentes de África, Europa y Asia, fue siempre expuesta a las corrientes cambiantes de política y religión del mundo antiguo. Sin duda esta situación fue parte del plan de Dios. Sin embargo, está claro que esas corrientes se convirtieron en aluvión en el primer siglo DC. Jesús nació en Belén por causa de un censo romano en ese tiempo. Antes que cumpliera dos años buscó asilo en Egipto por causa de las suspicacias políticas de Herodes, rey puesto por Roma. Cuando tuvo algo más de treinta años fue crucificado por causa de la debilidad del gobernador romano, Poncio Pilatos. No hubo solamente cambio político. Hubo también enormes cambios culturales, filosóficos y religiosos. Jesús tuvo que tratar no sólo con judíos, sino también con soldados y oficiales romanos, con cobradores de impuestos que colaboraban con los romanos, con griegos y con saduceos bajo la influencia griega. Jesús interactuó con el escéptico Pilatos quien preguntaba “¿Qué es la verdad?” y con los saduceos quienes, bajo la influencia griega, no creían en la resurrección. Los cambios políticos tuvieron también un impacto mayor sobre el comercio y la comunicación. Debido a la Pax Romana hubo seguridad para viajar y hacer comercio en todo el mundo mediterráneo. Jesús hizo uso limitado de esta libertad para viajar dentro y alrededor de Galilea, Tiro y Sidón, Decápolis, Samaria y Judea. Sus apóstoles aprovecharon también de esta libertad para viajar dentro del imperio. Otro aspecto de los cambios en la comunicación tiene que ver con las lenguas en uso. Está claro que Jesús hablaba hebreo. Leyó de las escrituras hebreas en la sinagoga de Nazaret (Lucas 4). También hablaba arameo, lengua semita similar al hebreo, y algunas de sus frases arameas fueron recordadas por los discípulos (Abba; Talitha koum; Eloi eloi lama sabachthani). Parece probable que la mayor parte de su enseñanza se hacía en arameo. A la vez hay una certeza razonable que también hablaba griego. Desde las conquistas de Alejandro Magno, el griego fue la lengua universal, situación similar a la del inglés actualmente o del castellano en América Latina. El griego, y no el latín, fue la lengua usada más comúnmente dentro del imperio romano, especialmente en el oriente. Jesús fue criado en Galilea, región de mucha mezcla de culturas, y más heterogénea que Judea. No tengo la menor duda que Jesús hablaba tanto el griego como el arameo. Está casi fuera de toda duda que habría hablado griego durante el juicio delante de Pilatos. Su propio hermano Jacobo, conocido también como Santiago, y sus discípulos Pedro y Juan, ciertamente hablaban y escribieron todos en griego. También, como veremos más adelante, el apóstol Pablo ciertamente hizo uso efectivo de aquella habilidad de utilizar la lengua universal para comunicarse. Otra característica de la vida del primer siglo fue la confusión prevaleciente debido al conflicto y síntesis entre culturas y cosmovisiones. Roma generalmente toleraba las religiones de los pueblos mientras su práctica no representaba una amenaza para la autoridad romana. El imperio romano de esta manera funcionaba como conductor, en parte, y a la vez como caldo de cultivo en cuanto a la interacción de religiones y filosofías. Nos damos cuenta de esto leyendo el Nuevo Testamento. Aún durante su ministerio público, como ya notamos, Jesús tuvo que lidiar con los saduceos quienes intentaron sintetizar algunos aspectos del pensamiento griego y judío. Los fariseos, con quienes también debatió, representaban el rechazo de tales síntesis. El apóstol Pablo, durante su ministerio, tuvo que mantener una alta sensibilidad frente a las diversas cosmovisiones de las personas con quienes hablaba, y frente a los peligros de síntesis y sincretismo en el mundo dentro del cual se movía. Entre los principales peligros que enfrentaban las primeras iglesias fue la enseñanza sincretista de los judaizantes, quienes intentaron hacer una amalgama con el evangelio cristiano y el fariseísmo. Otro peligro similar fue la enseña de los proto-gnósticos, quienes intentaron armonizar el cristianismo con varios aspectos de la filosofía griega y las religiones de misterio. Contra este trasfondo, deseo emplear el resto de esta ponencia para observar cómo predicaba Jesús.
Jesús el predicador El Sermón del Monte (Mateo 5:1-7:27) es el sermón más famoso del mundo. Es también el fragmento más largo de predicación ofrecida y conservada dentro del Nuevo Testamento. Sin embargo nosotros los predicadores rara vez lo consideramos como modelo de nuestra predicación. Es una lástima porque aquí vemos al Maestro predicando.
La audiencia que le escuchaba Está escrito claramente que enseñaba a sus discípulos (5:1,2). Sin embargo, es un error común dar por sentado que enseñaba solamente a sus discípulos. Se nos ha dicho un poco antes (4:25) que le seguían multitudes y fue cuando vio a las multitudes que subió al monte (5:1). Cuando llegamos al final del sermón, está claro que estas multitudes estaban escuchándole, porque leemos que se asombraron al oír su enseñanza (7:28). También, si el llamado Sermón de la Llanura (Lucas 6:17-49) es, como particularmente creo, un resumen del Sermón del Monte, está claro que hubo allí una multitud mixta de discípulos y otras gentes (Lucas 6:17). ¿Quiénes era esas personas? ¿De dónde vinieron? ¿Y por qué vinieron a escuchar a Jesús? Parece que fue una multitud mixta de personas de Judea, Jerusalén y Galilea, pero también de Siria, Decápolis, Transjordania, Tiro y Sidón. Muchas de aquellas personas eran judíos, personas con algún conocimiento de lo que Dios había revelado en las escrituras del Antiguo Testamento. Pero sería estirar la imaginación para creer que ellas eran todas judías, ya que tenemos ejemplos en los evangelios de conversaciones entre Jesús y una mujer de la región de Tiro y Sidón la cuál era fenicia que seguramente hablaba griego (Marcos 7:24-30), una mujer samaritana (Juan 4), a Legión, el gadareno del lado oriental del lago de Galilea (Marcos 5), y un centurión romano (Mateo 8:5-13). Aquí hay una lección para nosotros. Si nuestra predicación está bien y si seguimos el ejemplo de Jesús, no solamente los cristianos nos escucharán. Si nos dirigimos hacia seres humanos como tales y “rascamos donde a ellos y ellas le pica”, el mundo escuchará. ¿Pero por qué se congregaron esas personas de lejos y de cerca para escuchar a Jesús? Nuevamente, se nos dice que vinieron al principio porque escucharon que sanaba (Mateo 4:23-25). ¿Qué podemos aprender de esto? Algunos entendemos que no está en nuestra capacidad sanar a las personas al instante y milagrosamente como lo hacía Jesús. Pero sí podemos encontrarnos con las personas en el lugar preciso de su necesidad. Podemos acercarnos a ellas en sus dolencias y en sus anhelos y temores. Podemos mostrarles que nos importan, y que nos preocupamos por ellos y ellas como seres humanos y no solamente como estadísticas o almas etéreas. Frente a Jesús las personas sentían que allí estuvo alguien que les amaba.
El ejemplo de Jesús ¿Cómo hablaba Jesús a una multitud mixta? ¡Llamaba su atención y retuvo su atención! ¡No les aburría! ¡Sus palabras eran sencillas, específicas y directas como los golpes de un boxeador! Estuvo consciente que tenía un gran mensaje, pero tenía que comunicarlo a una audiencia mixta y por eso escogió un estilo, una estructura y un lenguaje que comunicaba claramente a todos. Nosotros hoy tenemos que comunicarnos en una situación multicultural, pluralista y confusa. Por eso tenemos que estudiar para ser sencillos y directos, apuntando a la experiencia y preocupaciones comunes a los seres humanos. Hay lugar y momento para dirigirnos a las necesidades particulares de grupos o individuos específicos, como veremos cuando miramos otros aspectos de la predicación y evangelización de Jesús y Pablo, pero tenemos que dirigirnos también a las necesidades universalmente sentidas de los seres humanos. En esta época posmoderna la presentación es más importante que nunca. Para mencionar sólo una de las razones, estamos compitiendo con muchas otras voces y cosmovisiones. Ya no estamos en una situación estable de “cristiandad” donde solamente tenemos que competir con distintas opiniones cristianas. Tenemos que competir con el Islam, la Nueva Era, el humanismo y el existencialismo. Además, para muchas personas “el medio es el mensaje” como dijo Marshall McLuhan en la década de los sesenta. Ni siquiera empiezan a escuchar si la presentación no les llama la atención. ¡El estilo de predicar que Jesús utilizó en el Sermón del Monte ciertamente captaba la atención! Jesús tenía un tema claro: la vida nueva de su reino. Tenía un propósito claro: llevar a las personas a ser parte del reino. Tenía una estructura clara. ¡Tenía una introducción que capturaba la atención: las bienaventuranzas paradójicas! El cuerpo del sermón es una descripción clara y, paso a paso, del significado de ser su discípulo y vivir la vida del reino. Tenía una conclusión poderosa: el relato de los constructores, el sabio y el necio. ¡Muchos predicadores o predicadoras piensan que pueden ignorar, sin tener problemas, el método de Jesús! ¡Piensan que pueden hablar sin preparación! ¡Piensan que pueden deambular de un tema al siguiente e irse por la tangente! ¡Piensan que dicen algo importante y emocionante precisamente porque ellos o ellas lo dicen! ¡Estos predicadores son como el constructor necio que construyó sobre la arena! ¡Sus sermones caerán tan inevitablemente como se cayó su casa porque no ponen en práctica las palabras de Jesús! Nos toca seguir el ejemplo de Jesús para predicar con efectividad. Él tenía un tema claro, un propósito claro y una estructura clara, y eso requiere preparación. Pero, adicionalmente, Jesús tenía un estilo definido de predicar. Su estilo era oral, no escrito. El error opuesto al de la preparación deficiente es el del exceso del pulimento estructural, es decir escribir y leer nuestros sermones hechos con estilo literario. En esta época postmoderna es de tremenda importancia el cultivo de un estilo oral de predicar y no un estilo literario, porque la gente desconfía de lo que tiene apariencia racional y metódica, y es atraída hacia lo que es más personal y existencial. Notaremos algunas de las características de un estilo oral mientras miramos cómo Jesús nos muestra la manera clásica de predicar: declarar, ilustrar y aplicar. A través del sermón Jesús declara, ilustra y aplica. A veces es difícil aislar cada elemento, pero podemos ver claramente que están todos allí, como una soga de tres hilos o una trenza en el cabello de una niña. En tus prédicas tú también debes declarar la verdad e ilustrar y aplicar dicha verdad. ¡Debes declarar con precisión la verdad específica de la cual estás hablando, para que quienes te oyen sepan de qué hablas! Debes ilustrar la verdad de la cual estás hablando, para que los y las oyentes comprendan lo que les estás diciendo. De igual manera debes aplicar la verdad de la cual estás hablando, para que quienes escuchan sepan que esa verdad se aplica también a ellos.
Declara la verdad ¿Cómo declaraba Jesús la verdad? ¿Qué podemos aprender de él? ¡El declaraba la verdad usando palabras comunes, un lenguaje sencillo y oraciones cortas! “Ustedes son la sal de la tierra”, o “pidan y se les dará”, o “no juzgues o tú también serás juzgado”. ¡No usaba palabras como las que he usado yo hoy en dirigirme a estudiantes de seminario, como “existencial” o “posmoderno”! Aún las oraciones más largas de Jesús no eran complicadas sino fáciles de comprender. Jesús también utilizaba preguntas, repetición y contrastes. Así envolvía y atraía al oyente. Jesús utilizaba preguntas que no requerían respuestas habladas. “Si amas a los que te aman ¿qué recompensa obtendrás?” (5:46). El o la oyente se ve envuelto e intenta a contestar la pregunta. Utiliza también la repetición. “Bienaventurado…bienaventurado… (5:3-11)”. La repetición (¡con variación!) clava bien el mensaje. También utilizaba contrastes. Las bienaventuranzas son contrastes. Algunas de ellas son paradojas. ¡El reino pertenece a los pobres! El capítulo cinco está lleno de contrastes. “Han escuchado que fue dicho… Pero yo les digo…”. Cuando anunciamos el evangelio, debemos buscar el estilo oral sencillo de Jesús. Debemos de usar las mismas técnicas sencillas que utilizaba él, para clavar bien el mensaje en las mentes de las personas oyentes.
Ilustra la verdad En adición a la declaración de la verdad, debes ilustrar la verdad. El Sermón del Monte está lleno de ilustraciones. Ilustración no es lo mismo que cuento. Los cuentos pueden servir como ilustraciones magníficas, como el relato de los dos constructores al final de este sermón. Jesús siempre ilustraba sus enseñanzas. Utilizaba metáforas impactantes: “ustedes son la sal de la tierra”, etc. Utilizaba lenguaje gráfico que sugiere imágenes mentales: “No tiren sus perlas a los cerdos…”. Constantemente utilizaba también ejemplos específicos: “…cualquiera que se enoje con su hermano…” y “si alguien te obliga a acompañarle una milla, anda con él dos millas”. Utiliza breves situaciones ilustrativas de la vida diaria: “¿por qué miras a la partícula de aserrín en el ojo de tu hermano y no te das cuenta del tablón que está en tu propio ojo?”, tomada aparentemente del taller del carpintero. A nosotros también nos toca ilustrar el mensaje que predicamos. Cuando hablamos a audiencias cristianas podemos tomar ejemplos e ilustraciones de la Biblia, si sabemos que la conocen. Aún en este caso debemos contar en forma completa y explicar la historia o ilustración. Pero cuando hablamos a audiencias mixtas, como hacemos cada vez con mayor frecuencia, debemos usar ilustraciones que son familiares a nuestra audiencia, de la experiencia común, de la vida diaria, de la televisión, del periódico o de las canciones.
Aplica la verdad Siguiendo el ejemplo de Jesús no solamente debemos de declarar e ilustrar la verdad. Debemos también aplicar la verdad. No importa cuán bien declares la verdad e ilustres la verdad, si no la aplicas, lo que haces no es predicar. Puede ser informativo, puede ser entretenido, pero no es predicar. Lee nuevamente el Sermón del Monte y subraya o destaca las palabras en segunda persona. Si añades a estas las oraciones donde Jesús exhorta directamente a sus oyentes a hacer algo, descubrirás con asombro que casi cada oración es una aplicación directa a los oyentes. Esto de por sí es una gran lección. ¡No dejes toda la aplicación para el final del sermón! ¡Los oyentes habrán olvidado tus diversos puntos! ¡Su atención se habrá perdido! Aplica conforme avanzas, como lo hacía Jesús. Los oyentes verán la pertinencia de lo que estás diciendo, para ellos y para sus propias vidas. También podemos cometer el error de pensar que si solamente les decimos a las personas qué hacer habremos aplicado nuestro mensaje a ellos. Jesús no se conformaba con esto. Él les decía a sus oyentes cómo hacer, y por qué valía la pena hacer. En la sección que trata de la oración (6:5-15), no solamente les dice a sus oyentes que oren. Les muestra cómo deben orar al enseñarles el “Padre nuestro”. Les explica también que vale la pena orar, porque habrá recompensa del Padre. Jesús también aplicaba su mensaje a toda clase de personas. ¡Alguien ha calculado que se dirigía a veintidós clases distintas de personas en el Sermón del Monte! Aquí algunas instancias: gente que desea saber cómo lograr la verdadera felicidad, gente perseguida, gente que cree que el pecado es solamente externo a la persona, gente que está considerando divorciarse de sus esposas, y gente débil que siempre sigue sin reflexión a los demás. La enseñanza de Jesús es tan específica que puedes identificar a estas clases de gentes. En nuestras prédicas necesitamos tener en nuestra mente una imagen clara a quién apuntamos. ¡Si no tenemos una visión clara del blanco probablemente fallaremos el tiro! ¡También es necesario dirigirnos a personas reales dentro de nuestro entorno y no a personas imaginarias!
Autoridad y urgencia Examinemos finalmente un aspecto más de la forma de predicar que utilizó Jesús en el Sermón del Monte. Hay autoridad y urgencia en la prédica de Jesús. Estas cualidades caracterizan su prédica en forma general, pero pertenecen en forma especial a su aplicación de la verdad. Las multitudes sintieron su autoridad (7:28, 29). Jesús no estaba citando solamente a una y otra autoridad. El declaraba la Palabra de Dios. Es cierto que lo hacía por su propia autoridad: “pero yo les digo”. Además nos dejó un ejemplo a seguir, y nos dio la autoridad para proclamar el evangelio. No debemos de proclamarlo como si fuera una opción válida entre muchas, como se cree en nuestro mundo postmoderno. Debemos de proclamarlo como la verdad absoluta. Hay también una nota de gran urgencia en la prédica de Jesús. En su predicación buscaba una decisión. Su estilo no es el “tómalo o déjalo”. Hay una vía estrecha que conduce a la vida, y hay una vía ancha que conduce a la destrucción (7:13, 14). La verdadera relación entre el oyente y Jesús es crucial. Entre ellos y ellas hay a quienes dirá algún día “Nunca los conocí. ¡Apártense de mí malhechores!” (7:23). La conclusión dramática con que Jesús finaliza su sermón lo demuestra en forma poderosa. El hombre sabio hace lo que Jesús le dice y resiste las tormentas de la vida. El necio no hace lo que Jesús le dice y está en camino a la ruina. (7:24-27). De igual manera nosotros tenemos que dejar muy en claro para nuestros oyentes la necesidad absoluta de escoger a Jesús, y lo tenemos que hacer con urgencia. Nuevamente, esto va en sentido contrario al espíritu de nuestra época. La gente está muy relajada en cuanto a las grandes decisiones de la vida. No les importa tanto. Una forma de vivir vale tanto como otra. ¡Mentiras! ¡Mentiras! Debemos de perder el miedo a usar un lenguaje más dramático y gráfico para comunicar la urgencia de la situación. Hablemos de escapar del fuego, de extirpar el tumor canceroso y de saltar del barco que se está hundiendo.
Conclusión En el Sermón del Monte, Jesús no nos da solamente enseñanza clara y pertinente para los cristianos y otras gentes. También nos deja un ejemplo claro para los predicadores y predicadoras cristianos de cómo predicar. El proclamaba las buenas noticias del Reino de Dios (4:23). Hablaba en forma específica, directa y entendible. Utilizaba palabras y conceptos que la mayoría de las personas de distintos trasfondos, culturas y religiones podía entender. Jesús pensaba en sus oyentes y no solamente en su mensaje, y amoldaba sus métodos a ellos. Cada predicador o predicadora hará bien en prestarle atención.
Alex MacDonald
nació en Bishopbriggs, Scotland, Es un ministro ordenado de la Iglesia de Escocia, donde pastoreó dos congregaciones y fue Secretario General (Moderator) de la Junta de Ministerios hasta su retiro en 2002. Estudió y graduó de la University of Glasgow y del Trinity College, ambos en Glasgow, Scotland. Ha sido un predicador y profesor de homilética muy solicitado. Fue un pionero de la predicación por televisión en su país.