LA AMISTADARTURO HOTTON RISLERCreemos no equivocarnos al suponer que la mayoría de ustedes conoce ya el famoso diálogo entre el Principito y el zorro, diálogo con sabor a fábula que está inmensamente cargado de alegorías, metáforas y sugestiones conceptuales de poesía simple y significación profunda.
De este diálogo – reiteramos riquísimo – quisiéramos tomar una sola frase para meditar juntos hoy. Dijo el zorro, contestando a una pregunta del Principito: ¨ Los hombres no tienen amigos porque los mercaderes no venden amigos¨ ¡Impactante verdad! No tenemos amigos porque no están en oferta. No tenemos amigos porque un amigo no tiene precio. No tenemos amigos porque la amistad no se transa. ¡No tenemos amigos! Y no tenerlos es estar vacío. Es estar solo en medio de la muchedumbre. Es angustia callada en medio de ruidos ajenos. Es lágrima no compartida que empaña lentes gastadas que perciben el mundo desde su soledad o buscan encontrar en las páginas de un libro o la pantalla del televisor al “amigo” circunstancial, recipiendario de todas nuestras fantasías, nuestras urgencias, nuestros alienantes monólogos con la nada. Algunos sufrimos por amigos ausentes (que claro no es lo mismo que la ausencia de amigos). Otros fabricamos amigos en lo que tarda concluir una fiesta o un encuentro casual sin historia. Sabemos que la amistad es más que eso. Da más y pide más. Sucede que nos hemos cosificado tanto que solo vivimos para las demandas del status o el apremio de un confort más modesto pero apremio al fin. No nos queda tiempo para los amigos... y nos aventuramos a decir que a quienes no les queda tiempo para los amigos, tampoco les queda tiempo para el hogar, tiempo para si mismos, tiempo para Dios. Sucede, sin embargo, que ni aun en el más sofisticado catálogo aparecen amigos en oferta porque, ya lo escuchaba el Principito: ¨ los mercaderes no venden amigos ¨. La amistad no se compra, como el hogar no se vende, como a Dios no se lo alquila... Sin embargo, para nuestra sorpresa, hay hombres que parecieran pensar que lo último es posible y en el atrevimiento maximal de la teología de la rentabilidad van más allá de amigos y hogar y pretenden – intuimos que de manera inconsciente -alquilar a Dios. No entraremos aquí, por falta de espacio, a meditar en el ¨ Dios -tiempo compartido- ¨ que hoy sirve para bendecir las instalaciones de una fábrica (el salario de los obreros no es tema suyo), ayer la unción de armas para darle sacralidad al sacrilegio de matar y, mañana la inauguración de un hospicio... Somos más modestos. Nos quedamos en el alquiler. Alquiler por días, quincena... temporada. Alquilamos a Dios cuando los miedos apremian. Alquilamos a Dios cuando el dolor golpea. Lo alquilamos cuando los planes se frustran, cuando las sombras acechan... pero, superado el trance, pagando un precio de caridad por el servicio, lo devolvemos a una dimensión que juzgamos ajena a la nuestra y seguimos solos el camino hasta que, por esas cosas de la vida tengamos que volver a las páginas amarillas a buscar donde alquilar la esperanza. Somos necios – yo el primero- , y si somos capaces de vivir sin Dios, cómo no nos atrevemos a vivir sin amigos. Cuando éramos niños solíamos escuchar del interior de la iglesia contigua a la casa: ¨ es Cristo el mejor amigo ¨. Quisiéramos conocerlo así. Algunos, sin querer o queriendo, lo pusieron demasiado lejos. Él dijo: Desde ahora los llamaré mis amigos -y agregó- Venid a mí. Yo os ofrezco descanso. Descanso y genuina amistad. Arturo Hotton Risler es un abogado argentino, auténtico pionero como cristiano, ya que desarrolló una vasta carrera política en su país. Sirvió a través de una prolongada tarea como diplomático, cumpliendo su última misión como embajador ante Bulgaria.
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