LA IGLESIA NO FUE MACHISTA EN SUS INICIOSMIKEL ARIZALETANo hace mucho tropecé con una reflexión por escrito del gran exegeta Gerd Lüdemann, estudioso de los dos primeros siglos del cristianismo y catedrático de la Universidad alemana de Gotinga, que sostenía lo siguiente:
Desde el punto de vista eclesial del siglo II, que se apoya en los Evangelios del Nuevo Testamento escritos entre el 70 y el 100 d. de Cristo, Jesucristo fundó su comunidad sobre la base de los apóstoles. A estos eligió él al inicio de su actividad en Galilea. Como testigos de la “resurrección” los apóstoles más tarde nombrarían obispos sucesores, que ocuparían sus puestos y continuarían la actividad de Cristo. Y como Jesucristo debió elegir para el colegio de apóstoles sólo hombres, las mujeres quedaron excluidas, desde el inicio de la Iglesia, del episcopado y también del sacerdocio, que es lo que viene rigiendo en la Iglesia católico-romana y entre los ortodoxos griegos hasta nuestros días.
Pero los protestantes en Alemania ya no siguen este ejemplo, desde 1991 las iglesias regionales evangélicas ordenan a mujeres y van transfiriendo también a ellas, cada vez en mayor medida, el episcopado. Hasta ahora se viene echando en falta para este paso una fundamentación bíblica comprensible. Algo que no extraña en vista del patriarcalismo, que impregna numerosos textos del Nuevo Testamento. Ejemplo ilustrativo son las cartas pastorales (primera y segunda a Timoteo, carta a Tito) de un discípulo de Pablo a inicios del siglo II. Indica a las mujeres que guarden silencio en la reunión de la comunidad o en actos religiosos, y les ordena someterse a sus maridos. Las mujeres deben parir hijos y alcanzarán la salvación en el juicio final si “perseveran con discreción y prudencia en la fe, el amor y la santidad”. Las cartas del Pablo histórico, que proceden de la época entre el 40 (primera a los tesalonicenses) y el 55 d. de Cristo (a los romanos) ofrecen otra imagen. Por entonces hubo mujeres organizadoras de la comunidad –así Febe en Cencreas, encomendada por Pablo a la comunidad de Roma-, Prisca -empresaria con su marido Aquila en tiendas de lona- también participó en la actividad misionera de Pablo. También conocemos a profetisas de Corintio; los actos religiosos exhortaban “a la edificación” y consolaban a otros cristianos. Las cartas de Pablo contienen además una sensacional prueba de que también una mujer es adecuada para apóstol. Al final de la carta a los romanos, Pablo en el cap. 16, v. 7 manda saludos a “Andrónico y Junia (s), mis parientes y compañeros de prisión, ilustres entre los apóstoles, que llegaron a Cristo antes que yo”. Hasta hace poco a las dos personas, a las que envía saludos y que según Pablo entre los apóstoles ocupaban un puesto destacado, se las tenía por hombres. No se tenía en cuenta el acusativo Iounian, que estaba escrito sin acento en los manuscritos más antiguos, impresos con letras mayúsculas con un acento circunflejo en la última vocal alfa = Iouniân. Según eso Pablo saludaría a Andrónico y a Junias, forma acortada de Junianus. El que esta idea fue muy extendida se muestra en que se encuentra en las traducciones del Nuevo Testamento destinadas al uso eclesial (Lutero, traducción estándar, la Nueva Biblia de Jerusalén), pero también en la edición científica usual del Nuevo Testamento de Nestle-Aland, 27 edic. Pero esta tesis es insostenible a juicio de la mayoría de especialistas. Primero, porque los padres griegos de la Iglesia, sin excepción, consideran que Iounian es nombre de mujer. Segundo, porque no existe por ahora prueba alguna que Ionias, sea forma recortada o abreviada del usual nombre de varón Junianus. Tercero, el nombre de mujer Junia era muy común en la antigüedad. Que es lo que ocurre en nuestro caso si en lugar del circunflejo sobre la última alfa se coloca el acento agudo en la i: Ionían. La prueba de que Pablo en la carta a los romanos manda saludos a Junia y no a Junias significa que una mujer era ya en la época del cristianismo primigenio una apóstol. ¿Qué tipo de apóstol? La expresión “apóstol de las comunidades”, que Pablo usa en otros lugares para denominar a los enviados temporalmente de una comunidad no se hace a modo de parangón. Pablo utiliza de modo absoluto en este caso el concepto de “apóstol”. Andrónico y Junia pudieron ser perfectamente apóstoles como Pablo y pertenecer al grupo de “los apóstoles”. Pablo denomina a este grupo en la primera carta a los corintios, cap. 15 v.7 dentro de un relato histórico resumido, que tiene el formato de declaración y que se introduce en el círculo de los apóstoles: Cristo se apareció primero a Kefas (Pedro), luego a los doce, luego a más de 500, luego a Santiago, luego a todos los apóstoles y al final a Pablo. Según Pablo el mismo “resucitado” legitima el apostolado de Andrónico y Junia, y al matrimonio se le ha conferido el mismo poder de dirección y enseñanza apostólica que a él mismo y a los citados en ese relato histórico resumido. Pablo escribe que Andrónico y Junia, sus parientes, eran cristianos ya antes que él (según la cronología corriente: entre el 30 y el 33 d. de Cristo). Les conoce desde tiempo y había sido también alguna vez encarcelado con ellos. Y como la conversión de Pablo, tal como supone la carta a los gálatas, ocurrió en Damasco, este matrimonio pudo aceptar la fe cristiana también en la metrópoli del sur de Siria. Aparentemente Junia no fue la única apóstol en tiempos del cristianismo primigenio; hubo otras de las cuales sin embargo no se conservan noticias. De ahí que resulte importante que Junia perteneciera al círculo apostólico más antiguo, que se constituyó ya al poco de la resurrección de Jesucristo. Lo que hace que se desplome como un castillo de naipes el viejo dogma de 2000 años de que Jesucristo fundó la Iglesia sobre la base de un círculo apostólico sólo de hombres, descubriendo un cristianismo hasta ahora desconocido, que fascinará también a los protestantes. Mikel Arizaletaes un biblista católico español.
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