LA REFORMA PROTESTANTEALBERTO F. ROLDANLa Reforma Protestante, más allá de las causas políticas y económicas que le dieron marco, fue un acontecimiento teológico. En efecto, planteó una nueva forma de vivir el cristianismo que fuera superador del catolicismo romano dominante en la Edad Media. Es oportuno, entonces, preguntarnos en qué consiste la Reforma desde la perspectiva teológica. Intentamos sintetizar los aspectos más relevantes de la teología de la Reforma mediante cuatro aspectos.
Hemos visto que la Reforma Protestante expresa la búsqueda honesta por articular una nueva teología, que no es nueva en sentido estricto, sino que más bien es el retorno a verdades que por diversas razones habían quedado obturadas en la Edad Media. Un aspecto tiene que ver con la vuelta a la Biblia como fundamento decisivo para esa teología. Se trata, también, de una teología de la gracia de Dios como fuente de salvación sin ningún mérito de parte del ser humano. En tercer lugar, es una teología de la libertad cristiana que implica que los hijos de Dios son libres en Cristo de todo yugo sea legalista, imperial o eclesial pero que, a su vez, se corporiza en una vida de servicio a Dios y al prójimo. Finalmente, es una teología en la cual todos somos sacerdotes para Dios en Jesucristo. Una de las tareas ineludibles para las iglesias que proceden directa o indirectamente de la Reforma –protestantismo histórico e iglesias evangélicas en general- es analizar con osadía y sinceridad, hasta qué punto son fieles a este legado de la Reforma. Esto implica una autocrítica que detecte elementos ajenos al espíritu del Protestantismo en términos de dejar de lado la centralidad de la Biblia en la predicación, nuevas formas de legalismo que restan importancia a la gracia de Dios, la creación de nuevas jerarquías eclesiásticas y la negación del ministerio de la Palabra a las mujeres, como formas que limitan el sacerdocio universal de todos los creyentes. Por eso, otro legado fundamental e incómodo para muchos, es que la Iglesia que surge de la Reforma debe estar siempre reformándose (ecclesia reformata semper reformanda), de otro modo, si se acomoda a fórmulas del pasado deja de ser un desafío para la religión, la sociedad y el mundo, perdiendo así su irrenunciable función profética. _________________ [1] Véanse André Biéler, El humanismo social de Calvino, Buenos Aires: Escatón, 1973 y, más recientemente, del mismo autor, Calvino: profeta de la era industrial, México: CUPSA, 2015. [2] Paul Tillich, La era protestante, Buenos Aires; Paidós 1965, p. 326 [3] Martín Lutero, La libertad del cristiano, Introducción. [4] Ibid. Punto 17. Alberto F. Roldánes Doctor en teología por el Instituto Universitario ISEDET. Máster en ciencias sociales por la Universidad Nacional de Quilmes. Máster en educación por la Universidad del Salvador (Buenos Aires). Autor de más de 30 libros y decenas de artículos científicos y de divulgación. Su último libro se titula: Hermenéutica y signos de los tiempos, Buenos Aires: Teología y cultura ediciones. Se desempeña como director de posgrado de FIET.
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