“LA PORNOGRAFÍA ES UNA DISTORSIÓN DE LA CAPACIDAD DE AMAR”
El psiquiatra Glynn Harrison explica cómo la pornografía nos lleva a tener comportamientos adictivos. Para combatirla, propone repensar el sexo desde una visión más positiva y verdaderamente bíblica. Vivimos en una cultura ‘pornificada’ con grandes implicaciones para el discipulado y la formación cristiana.
Uno de los mayores peligros, según el psiquiatra británico y autor Glynn Harrison, es que “crea una ilusión de control, porque da acceso a la estimulación sexual de forma inmediata y sencilla”.
“La Biblia cuenta con numerosas formas de ayudarnos a ver la pornografía como una distorsión de la capacidad de amar que Dios nos da”, dice Harrison. Según Harrison, la pornografía “juega con el corazón del ser humano y nos atrae a patrones de los que nos cuesta liberarnos”. “Todos los que se han involucrado con la pornografía tienen que responsabilizarse por lo que han hecho. Entonces viene la confesión y el arrepentimiento”, señala Harrison en una entrevista realizada durante el European Leadership Forum en Wisla (Polonia). Sin embargo, “la gente normalmente recurre a un método en el que se les aconseje o que les haga rendir cuentas antes incluso de haber pasado por un proceso de hacerse responsable de sus actos, confesar y arrepentirse”. Harrison cree que “necesitamos que nos convenzan con una perspectiva más adecuada”, porque “el problema con los métodos en los que se rinden cuentas es que acabamos pensando que tenemos que reducir algo que hacemos, que tenemos que pensar menos en sexo”. “Pero lo que realmente tenemos que hacer es pensar mejor sobre el sexo, en el sentido de tener un entendimiento bíblico verdadero de lo que es el sexo […] para honrar a Dios con nuestro cuerpo, de manera que a él le complazca y que tanto a nosotros como a nuestra familia nos proporcione una vida fructífera”, concluye. Pregunta. ¿Por qué la pornografía es un problema tan grande en la actualidad? Respuesta. En primer lugar, es por la sencilla escala de uso, la cual se caracteriza por su facilidad de acceso. Un estudio señala que un 70% de adultos jóvenes acceden a contenido pornográfico una vez a la semana. Estos datos varían en función de la metodología, pero no hay duda de que hay un gran problema. Otro estudio indica que el 40% de personas de 60 años han visualizado contenido de este tipo al menos una vez al mes. No obstante, el mayor impacto se produce probablemente a una muy temprana edad, cuando se es un niño. En el Reino Unido existe una Comisaria de la Infancia, quien junto a su equipo presentó un informe acerca del alcance de la pornografía entre los jóvenes. El título de dicho informe resume el tema clave del mensaje: “Básicamente, el porno está en todas partes”. Los cristianos tenemos mucho que pensar sobre cómo hemos educado a nuestros hijos en vergüenza, ignorancia y miedo a sexualizarlos. Lo que la revolución sexual ha hecho como respuesta a eso pornografiar la infancia, y la realidad es que la amplia mayoría de los niños llegan a conocer y experimentar qué es el sexo a través de la pornografía. Y eso es un gran problema. Luego tenemos el efecto nocivo de tal impacto: la pornografía crea una ilusión de control, porque proporciona acceso a una estimulación sexual de forma inmediata y muy sencilla. Todo lo que es normal dentro del proceso de las relaciones amorosas (el noviazgo, conocer a la otra persona, el acto de hacer el amor y excitación mutua) se pasa por alto. Esto crea una ilusión de control falsa para el ser humano: es fácil, manejable, nadie sufre dolores de cabeza, no hay sentimientos en los que pensar, no hay dificultades. Eso en sí mismo proporciona una respuesta adictiva. Cada día es más fácil pulsar el botón y eso perjudica a las relaciones sexuales normales, pues en comparación con la pornografía “fast food”, las relaciones normales se ven como algo demasiado costoso. P. ¿Cómo nos puede ayudar la Biblia y la psicología a entender el engaño de la pornografía? R. Mirando a la Biblia, creo que la mejor forma por la cual deberíamos entender la pornografía es a través de la idolatría, que consiste en usar lo que pertenece a la creación de Dios (a menudo bueno en sí mismo) con un propósito equivocado. Las raíces del pecado que Pablo explica en Romanos 1:21-22: en vez de dar gracias a Dios, dándole la gloria a él, nos apropiamos de lo bueno de su creación y nos hacemos ídolos. La pornografía es una distorsión de algo que es fundamentalmente bueno: la búsqueda del amor, el deseo y el placer. Dios ama esas cosas, pero se persiguen en el lugar equivocado y de forma equivocada, alejada de la voluntad de Dios. En Génesis 3, la serpiente le dice a Eva: “¿Conque Dios os ha dicho…?”, y entonces: “No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal”. He aquí la eterna seducción de la serpiente: ser como Dios. Eso es lo que desea nuestro corazón. Eres tú quien marca las reglas distinguiendo el bien y el mal. Tú estás al mando, tú marcas los límites. Y la pornografía, como te pone en una posición de control, te hace apretar el botón y nos hace sentir como Dios en nuestra sexualidad. La Biblia cuenta con un gran número de maneras de ayudarnos a ver que la pornografía es una distorsión de algo que Dios nos entregó: nuestra capacidad de amar. La psicología también nos proporciona una visión útil para entender la pornografía y cómo de adictiva puede ser, al igual que la biología. Sabemos por ejemplo, que esos apetitos humanos que nos ayudan a sobrevivir (nuestro deseo de comer, de beber o de tener sexo) están relacionados con sistemas del cerebro que premian comportamientos con placer. Y eso es parte de cómo sobrevivimos como seres humanos, porque estamos dispuestos biológicamente para hacer ciertas cosas que nos hagan prosperar. La pornografía siempre juega con esos sistemas, especialmente con los que tienen que ver con la dopamina y las endorfinas, dando una recompensa explosiva y repentina a nuestro cerebro. Esos sistemas se activan y dan una respuesta adictiva, lo cual nos hace querer más, por lo que buscamos más. Es satisfactorio, nos estimula sexualmente. Estamos creados de una forma que es placentero y nos premia ciertos patrones de comportamiento, los activa, los consolida y los fortalece de maneras de las que nos resulta difícil liberarnos. La pornografía juega con el corazón humano y nos atrae a patrones de los que nos cuesta liberarnos. P. ¿Cómo se puede redimir un cristiano de la pornografía? R. Creo que hay dos cosas que necesitan considerar y hacer todos aquellos que han estado relacionados con la pornografía (muchos cristianos, en mayor o menor grado). Lo primero que hay que hacer es responsabilizarse de lo que se ha hecho. Cuando hablo con gente que lucha contra esto, suelen utilizar la palabra “zona”. Dicen: “es como ir a otra zona”, es como eliminar quién soy y convertirme en otra persona. Lo describen como un lugar donde se apartan de aspectos que forman parte de su vida mental. Es importante que nos hagamos responsables de quién es el que va a esa zona, porque es tentador hablar de eso como si se tratara de otra persona, y no es alguien en tercera persona. Eres tú quien está haciendo eso, y tú tienes que rendir cuentas emocionales y personales por lo que está pasando. Lo que hago en este tipo de cuidado pastoral es conducir a alguien hacia un sentido de responsabilidad personal completa. Hago que hablen de quienes son, de cómo es su familia, cuáles son sus circunstancias, y ya entonces qué está haciendo esa persona en una zona pornográfica mirando a todas esas mujeres. ¿Quiénes son? ¿Cuál debe ser su historia? Así humanizamos algo que normalmente es inhumano. Entonces viene la confesión y el arrepentimiento. Es importante que pasemos tiempo trayendo esa zona a nuestra experiencia del amor y perdón de Cristo. La gente normalmente recurre a un método en el que se les aconseje o que rindan cuentas antes incluso de haber pasado por un proceso de hacerse responsable de sus actos, confesar y arrepentirse. En segundo lugar, necesitamos que nos capten con una perspectiva más adecuada. La clave de la pornografía es que es menos, es una distorsión de algo, y tenemos que tener una idea de lo que significa “más”. El problema con los métodos de hacerse responsables de la pornografía es que acabamos pensando que necesitamos hacer menos de algo que ya hacíamos, que tenemos que pensar menos en sexo… Pero lo que realmente debemos hacer es pensar mejor en el sexo, en el sentido de tener un entendimiento bíblico verdadero sobre lo que es el sexo. Es muy importante que no reduzcamos todo esto a un método de responsabilidad, sino que ayudemos a desarrollar un corazón en todo lo que hacemos, qué significa ser sexual en la imagen de Dios o honrar a Dios con mi cuerpo, de manera que le complazca y que nos proporcione una vida fructífera tanto a nosotros como a nuestras familias. Glynn Harrisonfue profesor y jefe de departamento de Psiquiatría en la Universidad de Bristol (Reino Unido), donde también ejercía de psiquiatra. Actualmente, como autor y orador, está interesado en temas relacionados con la fe basada en la Biblia y la psicología, la neurociencia y la psiquiatría, así como temas más amplios de cultura y perspectiva cristiana. Su libro más reciente, A Better Story: God, Sex and Human Flourishing (Una historia mejor: Dios, el sexo y el desarrollo humano), aporta una visión crítica de la revolución sexual, será publicado próximamente en castellano.
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