“QUE ESTÁS EN LOS CIELOS” -LA REALIDAD IDEAL-
¡Y TAMBIÉN EN LA TIERRA! OSVALDO L. MOTTESIResumen del cuarto capítulo de nuestro libro: ORACIÓN MISIÓN. Orando y con el mazo dando. El poder transformador del Padrenuestro, en actual proceso de publicación.
Existen en la Biblia varios términos traducidos a nuestro idioma como “cielo” o “cielos”, pero los más utilizados son, en el hebreo del AT y siempre en plural: shamaáyin = “altura”. En el griego del NT está ouranós = “cielo”, mayormente en singular y a veces en plural. En cuanto a su uso en singular o en plural, no existe mayor diferencia de significado en ambos testamentos, donde ambas expresiones aparecen en miles de ocasiones.
El desafío del lenguaje figurado La imaginería y el lenguaje figurado son características muy prominentes no sólo de la literatura bíblica. La mayoría de los escritores y escritoras destacados los usan para comunicarse vívida y claramente. Esto se debe a que por lo común aprendemos mediante analogía, es decir, comparando lo desconocido con lo conocido, lo sobrenatural con lo natural. Jesús empleaba el lenguaje figurado con un efecto sorprendente, impartiendo así sus enseñanzas a través de un método de comunicación de apelación universal. En el decir de mi amigo Plutarco Bonilla: “El uso del lenguaje figurado —nos corregimos: el buen uso del lenguaje figurado— le da una belleza exquisita a la comunicación. Por eso es una delicia leer tantos y tantos pasajes de la Biblia, no solo por lo que dicen sino por la manera como lo expresan. Es la estética del lenguaje”.[1] El lenguaje figurado se opone al lenguaje literal, el cual consiste en la utilización de una palabra o expresión con su significado convencional o que habitualmente se le asigna. Reconocer y comprender el lenguaje figurado es esencial para entender la Biblia. Al evaluar correctamente las figuras retóricas en las Escrituras, las falacias pueden ser expuestas, y las a veces aparentes contradicciones pueden explicarse. Esta forma de lenguaje es muy similar a las formas que hoy usamos en nuestro hablar cotidiano para comunicarnos, y es altamente descriptivo. Sin embargo, el lenguaje figurado a veces requiere perspicacia para comprenderlo. Algunos problemas de la interpretación del lenguaje figurado en la Biblia surgen cuando: (1) algunas personas confunden el sentido figurado con el literal; (2) llevan demasiado lejos la analogía, espiritualizando cada detalle, y (3) dan más prominencia a la figura que se expresa, que a la verdad que hay detrás de ella. Tanto en los idiomas bíblicos como en la mayor parte de las lenguas contemporáneas, la distinción más obvia del uso de “cielo” o “cielos”, tiene que ver con su significado natural o físico y con su sentido espiritual o religioso. Pero a través de la historia y en muchas ocasiones, no se nota con claridad la diferencia entre ambas acepciones. Esto se debe a que entre la trascendencia espacial que transpira la majestuosidad del firmamento físico y la trascendencia esencial del mundo espiritual o religioso, existe una “analogía del ser” que predispone a que la primera se haga símbolo de la segunda. Por eso, en la Biblia los dos sentidos mencionados no se hallan siempre netamente separados. Esto explica también en parte, el insistente uso de tales expresiones en el sentido figurado. Es también importante destacar el uso metonímico[2] del lenguaje figurado para “cielo” o “cielos” donde, por el profundo respeto de los judíos para referirse al Señor, tales expresiones junto con otras denominaciones equivalentes, se utilizan como reemplazos reverentes en lugar del nombre de Dios. Por ejemplo el salmista al referirse a los impíos afirma: “Dirigen contra el cielo su boca…” (Sal. 73:9). El mismo Jesús usó la metonimia muchas veces. Lo hace cuando enseña acerca de su autoridad y pregunta entonces a los líderes judíos “¿De dónde era el bautismo de Juan? ¿Del cielo o de los hombres?” (ver Mat. 21: 23-27). O en el caso de la paradigmática parábola del hijo pródigo, donde relata que el hijo arrepentido exclama: “Padre he pecado contra el cielo y ante ti…”(Luc. 15:21). O cuando se refiere reiteradamente al reino de Dios como el “reino de los cielos”.[3] “En los cielos”: significados bíblicos Es importante destacar que todos los significados de “cielo” o “cielos” en la Biblia están basados en una antigua imagen o cosmovisión del universo, que ha sido superada por el llamado progreso científico. Por otra parte, nunca la Escritura pretende ofrecer una enseñanza presuntamente científica sobre el cielo, sino que adopta la intuición popular y los modos de hablar del tiempo antiguo, que fueron los de los escritores bíblicos, para expresar ideas religiosas. Por eso es notorio que en la Biblia se dan, lo reiteramos, dos sentidos básicos: El cielo o firmamento como parte del universo, es decir lo que hoy llamamos “el espacio”, y el cielo como espacio sobre el mundo, que se refiere al significado espiritual o religioso del cielo. 1. El cielo o firmamento, como parte del universo o mundo físico. En cuanto a esto solo destacamos dos elementos de la enseñanza bíblica: (1) Una pluralidad de cielos. Como muchas otras cosmovisiones religiosas antiguas, la Biblia menciona varias esferas celestes. Los rabinos antiguos distinguían por lo menos tres clases de cielos: el cielo supremo, el medio y el bajo. Esta triple división aparece en La Cábala.[4] El apóstol Pablo habla de un “tercer cielo” (2 Cor. 12:2) y también de una pluralidad de ellos “todos los cielos” (Efe. 4:10). 2) La temporalidad del universo actual. Tanto en el AT como en el NT se reconoce literalmente que el mundo o universo físico no es eterno, sino que desaparecerá y será reemplazado por “cielos nuevos y tierra nueva” (Isa. 65:17; 66:22; 2 Ped. 3:10-13; Apoc. 21:1). Nuestra interpretación es que tal uso escatológico de los términos “cielo” y “tierra” podría entenderse como indicativo de un estado final de la creación, que expresa la transformación radical que producirá la voluntad de Dios. 2. El cielo como espacio sobre el mundo, o su significado espiritual. Y aquí sólo mencionaremos algunas enseñanzas bíblicas centrales, entre otras muchas. El cielo espiritual: las enseñanzas bíblicas
2. El cielo espiritual es el ámbito o morada transitoria de las gentes bienaventuradas a través de los siglos. La Palabra de Dios no enfatiza que la Tierra sea nuestro hogar temporal, hasta que nos llegue el momento de morir y vayamos al cielo. Esto es una creencia popular con poco asidero en la Escritura. Más bien, la Biblia enseña que Dios nunca quiso que muriéramos.[5] El creador ordenó a la primera pareja humana: “Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra…” (Gen. 1:28). Según el relato, la tierra iba a ser el hogar permanente de los seres humanos. Allí vivirían para siempre. Solo morirían si desobedecían a Dios. Lamentablemente, esto último fue lo que hicieron (Gen. 2:17; 3:6). La primera pareja y toda su descendencia desde entonces hasta hoy, incluidos tú y yo, murió, muere y morirá por su desobediencia (Rom. 5:12). 3. El cielo espiritual es el ámbito o dimensión transitoria, no permanente, del pueblo creyente hasta la nueva creación. Pablo lo hace muy claro en el NT, en especial cuando enseña a los corintios acerca de la resurrección y segunda venida de JesuCristo. Él dice: Porque en primer lugar les he enseñado lo que también recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras… Cristo sí ha resucitado de entre los muertos, como primicias de los que durmieron. Puesto que la muerte entró por medio de un hombre, también por medio de un hombre ha venido la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida. Después el fin, cuando él entregue el reino al Dios y Padre, cuando ya haya anulado todo principado, autoridad y poder. Porque es necesario que él reine hasta poner a todos sus enemigos debajo de sus pies. El último enemigo que será destruido es la muerte... ¡Sorbida es la muerte en victoria! ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? (1Cor. 15:20-25). Todas las gentes creyentes o no, vivimos y morimos en este entretanto, la hora penúltima de la historia humana. Es el tiempo intermedio entre la obra redentora de JesuCristo en la Tierra -su muerte y sepultura, su resurrección y ascensión al Padre- y su futuro retorno en gloria para consumar la nueva creación. En este tiempo histórico de transición, quienes morimos confesando a JesuCristo como Señor, somos recibidos como seres bienaventurados en el Cielo. Esta fue la promesa clara de Jesús en la misma Cruz. En las entrañas del Calvario se realiza el milagro. Un hombre perdido y desesperado en la hora de su tortura y muerte, se siente conmovido por la persona de Jesús. Suplicante le ruega a quien muere a su lado, y su arrepentimiento produce el diálogo del Calvario, con promesa de Cielo: “Y le dijo:--Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: —De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Luc. 23: 42-43). Aquí el Señor menciona metafóricamente el cielo como “el paraíso”. 4. Pero la Biblia no sólo es una Buena Noticia personal, que nos brinda el cielo espiritual luego de la muerte. Al morir antes del retorno del Señor somos acogidas y recibidos en el cielo, pero no para la eternidad, sino hasta el regreso de JesuCristo a la Tierra, cuando consumará el Reino de Su Padre: “Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida" (1 Cor. 15: 22-23). Es entonces cuando los hijos e hijas de Dios entraremos en una nueva dimensión y realidad de vida, parte de la nueva creación simbolizada en “cielos nuevos y tierra nueva”, que en la visión detallada de Juan se presenta como la Nueva Jerusalén, la Ciudad Santa, el nuevo hogar para el pueblo redimido (Apoc. 21-22:5). Es una realidad de vida nueva integral, con proyecciones cósmicas, para toda la creación. Esta afirma que “según las promesas de Dios esperamos cielos nuevos y tierra nueva en los cuales mora la justicia” (2 Ped. 3:13). Dios cumplirá su propósito original para la tierra. Será en la consumación de su reino. Es decir, la nueva creación donde JesuCristo, por su obra redentora es constituido por su Padre como el segundo Adán, cabeza y Rey del mundo nuevo de Dios. Este se manifestará como “un cielo nuevo y una tierra nueva”, figura integral e inclusiva, englobante acerca del nuevo hábitat, donde “no habrá más muerte” (Apoc.21:4). Esta enseñanza con la que concluye la Biblia, deja notar que su escenario será la tierra nueva de Dios, porque en el cielo nunca ha habido muerte. 5. Concluyendo sobre el cielo espiritual, es el ámbito o dimensión transitoria e introductoria del shalom, la perfección divina y eterna. El propósito de las descripciones bíblicas del cielo es pintarnos ciertas de sus manifestaciones. Estas muestran verdaderas primicias del shalom divino y eterno que Dios consumará en su mundo nuevo. La palabra hebrea shalom suele traducirse al castellano como paz, pero significa mucho, mucho más. Shalom es salud y bienestar, armonía y plenitud, abundancia y alegría, compasión y reconciliación, ternura y dicha, serenidad y calma, completamiento y tranquilidad, realización y belleza, transparencia e integridad, equilibrio y estabilidad, comunión y fecundidad, libertad y esperanza... y mucho, mucho más que las palabras, medios humanos de comunicación, no pueden expresar en su plenitud tal significado. Solo musitamos: perfección. El buen hebreo, cuando anhela desearte lo mejor, un estado de plenitud humana total, te saluda con un eufórico ¡Shalom! Eso creemos que es este cielo espiritual, realidad transitoria de la perfección que nos espera, en el mundo nuevo de Dios. ¡La tierra: también escenario clave de la vida y obra de Dios! Y hacemos esta declaración no sólo porque la Escritura reitera que Dios desciende del cielo a la tierra (Gén. 11:5; Éxo. 19:11; Miq. 1:3), o asciende de la tierra al Cielo (Gén 17:22 ) en su constante interacción y obrar por amor a su creación, sino porque esa misma Escritura declara que: “la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros, y contemplamos su gloria, como la gloria del unigénito del Padre lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14). Y aquí encaramos la afirmación única en todos los escritos sagrados de las todas las religiones mundiales. Y esta es que Dios, el mismo Logos creador y sustentador –por decisión propia solo explicable en su gracia- se hace humano, para que nuestra humanidad desconectada del Padre por el delirio del pecado, tenga acceso a su gloria. En esto estriba el carácter singular y único de la fe cristiana. Este no se encuentra en la superioridad de sus enseñanzas o doctrinas, sino en el hecho histórico de la encarnación de Dios en JesuCristo, nuestro Señor. JesuCristo es Emanuel: Dios con nosotros. Este es el centro mismo de nuestra fe. Justo González, nuestro amigo y profesor, hace ya más de cincuenta años no solo nos recordaba la singularidad rotunda e insustituible de la encarnación, sino su carácter de modelo por excelencia para nuestra vida personal y relacional, es decir, para nuestro rol y misión en el mundo: “Porque la encarnación, además de ser un acontecimiento en un momento de la historia, es la revelación del modo como Dios actúa para con nosotros los hombres, y por ende, el fundamento de nuestra actuación para con los demás hombres”. Y agregaba además: “Por eso el cristianismo era, entre todas las religiones que luchaban por el dominio de la cuenca del Mediterráneo, la menos dispuesta a aceptar sincretismos que la hiciesen más aceptable. Porque toda negación de la encarnación de Dios en Cristo era una negación del cristianismo mismo”.[6] Desde la realidad histórica de la encarnación de Dios en JesuCristo, el mismo Justo González continuó afirmando una noción que marcó decisivamente -desde mi juventud- mi concepción de la fe y misión cristiana en el mundo: ¿Qué quiere decir esto de “materialismo cristiano”? Quiere decir que nuestro Dios no es el Dios que se revela en una supuesta esfera de “lo espiritual”, que existe aparte de lo material. No. Nuestro Dios es el Dios creador de este mundo y de su materia. Nuestro Dios es el Dios cuya máxima revelación nos es dada en un hombre de carne y hueso. Nuestro Dios es un Dios que nos habla en un libro de papel y tinta. Nuestro Dios es el Dios que adoramos con las ondas sonoras que salen de nuestros labios, con los gestos de nuestros cuerpos, con los electrones que se desplazan en nuestros cerebros.[7] Esta es la confirmación única y mayúscula que Dios es Señor total de cielos y tierra, toda su creación. Por ello JesuCristo es la invasión del amor de Dios en medio del pecado humano. Él no debe ser el énfasis de la misión de la Iglesia, sino la totalidad de la misma. La misión integral es la encarnación radical de JesuCristo en el mundo actual. Eso y nada menos que eso es el desafío permanente para la Iglesia: ser la extensión fiel y actual, contextual y contagiosa de la encarnación. Nuestra misión es repetir su encarnación. Por eso la iglesia, el pueblo de Emanuel tiene como imperativo, paradojal pero ineludible, “no ser del mundo” y a la vez “ser luz y sal del mundo”. “Padre nuestro que estás en los cielos” ¡Claro que sí! Y que también estás hoy en todo lugar manifestando tu amor creador y redentor. Por eso bajas el cielo a la tierra. Estás en mí y en muchas más gentes. Eres génesis y centro, razón de ser insustituible de nuestra fe y misión. Somos un pueblo santo multicolor, porque JesuCristo es Dios hecho carne en pesebre palestino, bebé de piel morena -Hermano universal. Desde su barrio querido de Nazaret lanzó a todo el mundo el Manifiesto del Reino (Luc. 4: 18-21). Ocupó nuestro lugar en el Calvario; se cambió por el Barrabás que nos simbolizaba, nos representó (1Ped. 2:24, 3:18, 2 Cor. 5:21). Desde un Monte nos entregó la regla de oro, Carta Magna para vivir en la roca de su plenitud y bendecir a la creación (Mat. 5-7). Hoy vive y reina en cada corazón que lo confiesa como Señor y Salvador. Aunque Él no resucitó, pues fue el Padre quien lo aprobó, levantó y exaltó (Hech. 2: 24, 32, Fil. 2: 6-11). Por eso y mucho más, JesuCristo es en nosotros la esperanza de gloria (Col. 1:27). ¡Claro que sí! Oramos con mucha fe: “Padre nuestro que estás en los cielos”. Porque tal realidad es tan sólo y nada menos la génesis irrenunciable de todo lo demás, mucho y glorioso fruto de su amor, que nos hace hoy “la sal de la tierra” y “la luz del mundo” (Mat. 5: 13, 14). Por eso el Padre celestial nos quiere orando y con el mazo dando. ¡Que así sea! [1] Plutarco Bonilla. ¿Qué es eso de “lenguaje figurado”? en Sentir Cristiano, www.sentircristiano.com/articulos/articulos-PlutarcoBonilla . Los énfasis son dados por el autor. [2] Metonimia proviene del latín metonymĭa, y esta a su vez del griego metōnymía = “cambio de un nombre por otro”, “recibir un nuevo nombre”. Se refiere a figuras literarias o retóricas usadas para sustituir el nombre de cualquier realidad por alguno de sus atributos o algo que indica una relación existente entre ambas. Dados los múltiples tipos de relación entre conceptos o realidades, los ejemplos son interminables: “Hoy se publicó el informe de la Casa Blanca” (por el gobierno de EUA). También “esta pintura es un Murillo” (por un cuadro pintado por Bartolomé E. Murillo). ). “No había ni un alma” (ni una persona). “La mejor pluma de la literatura es Cervantes” (el instrumento por el artífice).Véase Emilio Martínez Amador, Diccionario gramatical y de dudas del idioma. Barcelona: Sopena, 1960, p. 872. E. Bullinger, F. Lacueva, Diccionario de figuras de dicción usadas en la Biblia. Barcelona: CLIE, 1985, pp. 453-532. [3] Todos los énfasis son nuestros. [4] La Cábala, del hebreo Qabbaláh = "tradición, recepción, correspondencia", da nombre a un sistema místico judío también llamado “Sabiduría Secreta”. Constituye el cuerpo total de la doctrina recibida y desarrollado a partir de la tradición oral judía. La Torah o Pentateuco es su texto fundacional y esencial, desde el cual surgen otros textos a través de la historia, como El Zohar o Libro del Esplendor, escrito alrededor de 1280, y otros más tardíos. Estas enseñanzas son utilizadas por los creyentes del judaísmo para definir el significado esencial de la Biblia hebrea, la literatura rabínica tradicional,y el significado de las observancias religiosas judías. Véase M. Fernández, “Cábala” en GDEB, pp.365-367; T. Wilder, La Cábala. Barcelona: Editorial Edhasa, 1991; El Zohar, 5 vols. Buenos Aires: Editorial Sigal, 2004. [5] Oscar Cullmann ha hecho exposiciones que siguen siendo hoy clásicos de la literatura sobre el tema. Véase, entre otras, “¿Inmortalidad del alma o resurrección de los muertos? ”en Del Evangelio a la formación de la teología cristiana. Salamanca: Sígueme, 1972, pp. 233-267, y “El individuo y el período futuro de la historia de la salvación” en Cristo y el tiempo. Barcelona: Edic. Estela, 1968, pp. 205-214. [6] Justo L. González. Revolución y encarnación. Río Piedras, Puerto Rico: Librería La Reforma, 1967, pág. 18. El énfasis es nuestro. [7] Ibid. págs. 23-24. |