LOS EVANGÉLICOS Y EL MEDIOAMBIENTE. UNA PREOCUPACIÓN TEOLÓGICA
JONATHAN WILSONLa preocupación cristiana por la ecología puede desvirtuarse por su sola conexión con la creación tanto como por la sola conexión con la redención
En las últimas dos décadas, la percepción de una crisis ecológica mundial ha llevado a numerosas conferencias, debates políticos, libros, y movimientos[i] [ii]. En ellos, los cristianos han desempeñado un papel destacado, ya que el pensamiento cristiano y la práctica han sido acusados de contribuir a la crisis y porque muchos están convencidos de que un nuevo examen del pensamiento y la práctica cristiana puede conducir a una mayor sabiduría para responder a la crisis. Teólogos como Gordon Kaufman, Sallie McFague, Rosemarie Radford Reuther, Jürgen Moltmann, Colin Gunton, y Leonardo Boff han liderado el camino en el intento de repensar la doctrina de la creación en relación a nuestra crisis ecológica actual.
Los cristianos evangélicos también han participado en este proceso discursivo, desde libros como La polución y la muerte del hombre, Earthkeeping y I believe in the Creator, desde la fundación del Instituto Au Sable, y más recientemente a través de la Asociación Cristiana del Medioambiente, la Red Evangélica Ambiental, la revista Green Cross, y los libros escritos y editados por Calvin DeWitt y otros[iii]. Al mismo tiempo, dentro del evangelicalismo, ha habido una gran cantidad de resistencia a aceptar la afirmación de que estamos en medio de una crisis ecológica mundial, que el pensamiento y la práctica cristiana sean, al menos en parte, culpables, y que, al menos, los cristianos tienen que repensar su respuesta a la crisis. Para aquellos que conocen el evangelicalismo, esta división no es ninguna sorpresa. A pesar de que pueda estar unido en la doctrina, el movimiento evangélico a menudo se divide en la práctica[iv]. Una respuesta fácil a esta división es argumentar que los que se dividen en la práctica no son parte del mismo movimiento. De acuerdo con este argumento, lo que parece ser un movimiento evangélico monolítico es en realidad por lo menos dos: el evangelicalismo y el fundamentalismo, o el evangelicalismo progresista y el conservador (las palabras exactas son menos importantes que el argumento). Sin embargo, si aceptamos demasiado rápido esta respuesta, podemos perder la oportunidad de un debate fructífero que pueda iluminar nuestra herencia teológica y nos proporcione los recursos para responder a nuestra situación. En este artículo, por lo tanto, quiero detenerme en esta división dentro del evangelicalismo y sugerir por qué se produce. Después de explorar la división entre los evangélicos sobre nuestra percepción de la crisis ecológica y nuestra doctrina de la creación, voy a argumentar que la división es sintomática de nuestra incapacidad de articular adecuadamente la relación entre la creación y la redención, en el sentido que voy a explicar a continuación. Seguidamente, voy a argumentar que el mantenimiento de esta dialéctica es fundamental para la vida de los fieles evangélicos en medio de una crisis ambiental global, porque nuestra preocupación debe ser siempre dar testimonio de la buena noticia de Jesucristo. El efecto acumulativo de este tratamiento es que debemos mantener una dialéctica de la creación y la redención para permanecer fieles al Evangelio en respuesta a las preocupaciones sobre una crisis ecológica. Nos preocupamos por la creación, porque en Jesucristo el Dios uno y trino se revela como Creador y Redentor[v]. Tres observaciones Antes de comenzar esta exploración, sin embargo, debo registrar tres observaciones. En primer lugar, no estoy apuntando aquí a ofrecer un estudio exhaustivo y el análisis de todas las posiciones evangélicas sobre el medio ambiente. No voy a hacer referencia a cada obra evangélica en estos asuntos, ni todas las obras encajan perfectamente en el análisis que ofrezco. Mi propósito es (1) identificar dos tipos de errores que podemos cometer, (2) comentar varias obras como ejemplo de ese tipo de error, y (3) identificar un posible ángulo de análisis que nos ayudará a resolver algunas de nuestras diferencias y corregir algunos de nuestros errores. En segundo lugar, mi preocupación en este caso es teológica, no científica o política, aunque éstas no carecen de relación. No me ocuparé de los argumentos acerca de la evidencia científica de una crisis ecológica. Tampoco voy a estar preocupado por las discusiones sobre la mejor “respuesta” política a la crisis si se considera que ésta existe[vi]. En tercer lugar, el ángulo de análisis que voy a utilizar no es el único enfoque teológico a estas cuestiones[vii]. Uno podría preguntarse sobre el impacto que históricamente ha tenido el dispensacionalismo sobre la preocupación social evangélica y sus efectos prolongados en nuestra respuesta a la crisis ecológica actual[viii]. También se podría investigar los conceptos de santificación que pueden estar influyendo en diversas respuestas a la crisis ecológica. Estos ángulos pueden ser provechosos, pero al final creo que la pregunta fundamental es la forma en que se negocia la relación entre creación y redención. Mi uso de la dialéctica entre creación y redención busca una nueva forma de hacer frente a los conflictos entre los evangélicos a nivel teológico. En tercer lugar, a pesar de que mis sugerencias aquí se centran en el evangelicalismo, creo que errores similares también están presentes en las propuestas teológicas fuera de evangelismo[ix]. Los evangélicos y el medioambiente Con estas observaciones en mente, volvamos a nuestro análisis teológico de los evangélicos y el medio ambiente. Por un lado, como ya se señaló anteriormente, muchos evangélicos han participado activamente en la re-examinación del pensamiento cristiano y la práctica en relación con la crisis ecológica y la responsabilidad humana de cuidar la creación. Arraigada en particular en la tradición reformada, con un fuerte énfasis en la doctrina de la creación, estos evangélicos han liderar el camino en el “cuidado de la tierra”, y han desarrollado una fuerte ética de la corresponsabilidad. A diferencia de otros teólogos, como Sallie McFague, Jürgen Moltmann y Gordon Kaufman, estos evangélicos claramente se han mantenido dentro de los límites de la ortodoxia y han mantenido una doctrina fundamental de la autoridad bíblica en el desarrollo de sus argumentos[x]. En volúmenes multidisciplinarios tales como Earthkeeping yEarthkeeping for the 90’s, y los libros escritos y editados por Calvin DeWitt, una ciencia cuidadosa y creíble se ha combinado con convicciones teológicas con el fin de mostrar el camino para dar una respuesta evangélica a nuestra crisis ecológica. Al mismo tiempo, muchos de los que comparten con estos autores un compromiso con la ortodoxia y con la autoridad de la Biblia han atacado a la percepción de una crisis ecológica y han condenado cualquier intento de replantear la responsabilidad humana por la creación[xi]. A nivel popular, Pat Robertson se ha burlado el “movimiento medioambiental”. Por ejemplo, al comentar en el Club 700 acerca de la preocupación por el búho manchado, Robertson dijo lo siguiente: “Estas personas (los ambientalistas), ¿no saben que los búhos manchados son inteligentes? Si cortamos los árboles donde viven, van a buscar otros árboles”[xii]. Aparte de la dudosa ciencia que esto refleja –pues no sólo estamos “talando algunos árboles”, sino que estamos destruyendo un hábitat-, esos comentarios reflejan una actitud hacia la preocupación por la crisis ecológica que prevalece entre muchos evangélicos. También reflejan una separación entre lo que es bueno para nosotros y lo que es bueno para el resto de la creación. Sobre este tema volveremos más adelante. En el mismo tono popular, la exitosa novela de Frank Peretti acerca de la guerra espiritual, Esta patente oscuridad, representa a aquellos que están preocupados por el medio ambiente como personas engañadas por espíritus mentirosos, capturados por el gobernante de este mundo. En otro género, autores evangélicos populares como Calvin Beisner y Larry Burkett han argumentado que la preocupación de los ambientalistas por la creación a veces niega los ricos recursos de la creación y rechaza nuestra responsabilidad de usar la creación para el bien de la humanidad. Por ejemplo, en “Perspectivas de crecimiento”, Beisner sostiene que dentro de los límites de la ley moral de Dios, cualquier uso de los recursos que sirva a la gente es admisible, y cuanto más eficiente sea, mejor es. Sin embargo, cualquier político que piense que puede determinar de antemano qué usos son los mejores, es una triste víctima de la arrogancia. Aquí la regla debe ser la libertad, no la limitación [xiii]. Del mismo modo Burkett, sobre la base de la enseñanza bíblica sobre la creación de riqueza, argumenta que nuestra preocupación no debe ser la conservación o protección de la creación, sino el uso de la creación para el bien de la humanidad, entendida como el desarrollo económico libre de restricciones ambientales[xiv]. Por lo tanto, tenemos personas comprometidas con la ortodoxia teológica y la autoridad bíblica dando dos respuestas muy diferentes a nuestra percepción de crisis ecológica. Este desacuerdo puede ser intratable. Sin embargo, creo que revela una debilidad en la teología evangélica que necesita corrección y puede llevar a la resolución de algunos desacuerdos con algunas de las partes involucradas en el debate. Dialéctica de la creación y la redención Este desacuerdo, en gran parte, pone de manifiesto el fracaso de la teología por mantener una dialéctica correcta entre la creación y la redención[xv]. Por “dialéctica”, quiero decir que nuestras convicciones acerca de la obra de Dios de la creación y la redención se informan, corrigen, e iluminan mutuamente. Si dividimos esta obra de redención y creación en distintas categorías paradójicas, no aplicamos tal dialéctica. Tampoco ponemos en práctica esta dialéctica si levantamos la creación o la redención una contra la otra, como si se trata de dos obras diferentes de Dios. Dentro del relato cristiano, afirmar que Dios es el Redentor sólo tiene sentido si este mundo originalmente pertenece a Dios como Creador. De lo contrario, Dios no es el Redentor, Dios es… un ladrón; un ladrón bueno, tal vez, pero sin embargo, un ladrón que le ha quitado este mundo a algún otro “Dios” que es el Creador. Del mismo modo, hablar de Dios como Creador sólo tiene sentido si Él está recuperando este mundo, redimiéndolo de de la dominación temporal de fuerzas que están contra la creación. Con notables excepciones, la aplicación de esta “dialéctica” pone de manifiesto algunas debilidades en ambos “lados” de la respuesta evangélica a la crisis ecológica[xvi]. En mi análisis, voy a examinar ambos lados a la luz de su lenguaje, conceptos y prácticas, mirando primero a los ecologistas evangélicos[xvii]. Voy a argumentar que los ecologistas evangélicos a menudo necesitan fortalecer el lado “redentor” de la dialéctica creación-redención, y que los evangélicos anti-ambientalistas[xviii] a menudo necesitan fortalecer su lado “creativo”[xix]. Los ecologistas evangélicos y la dialéctica del reino Entre los ambientalistas evangélicos, el lenguaje de la responsabilidad humana hacia la creación gira en torno a expresiones como “cuidado de la tierra”, “cuidado de la creación”, y “cuidar el jardín”. Este lenguaje es útil para la reactivación de la enseñanza bíblica acerca de nuestra responsabilidad por la creación y se desarrolla a menudo de manera conceptual y práctica. No obstante, puede implicar, y dar lugar a una grave desatención de la obra de la redención. Estos otros términos implican que el mundo está, básicamente, en buena forma y que todo lo que tiene que hacerse es cuidar de él. Esa imagen, sin embargo, oculta los efectos del pecado en este mundo. Ya no vivimos en el jardín del Edén[xx]. Como resultado de la caída, ahora vivimos en un mundo de espinas y cardos. Si nos quedamos por nuestra propia cuenta, este mundo nos supera, la muerte sería nuestro destino. En la redención, vemos que Dios no nos ha dejado solos. En Cristo, Dios ha vencido el pecado y la muerte. Nuestro destino y el destino del mundo no se encuentra en la muerte, sino en la vida eterna en Cristo Jesús. El lenguaje de la administración y cuidado de la Tierra debe modificarse para tener en cuenta y reflejar nuestra situación después de la caída y el trabajo redentor de Dios. A veces este lenguaje está presente en el trabajo de los ecologistas evangélicos. Por ejemplo, Eartkeeping (1980) cierra con la afirmación de que “a través de la redención de Jesucristo, este mundo puede ser restaurado”. Los cristianos, como instrumentos de la redención en la tierra, son llamados una vez más a asumir la tarea de la administración responsable[xxi]. Desafortunadamente, este lenguaje de la redención, y cualquier otro lenguaje que podría reflejar una sana dialéctica entre la creación y la redención, se subordina al lenguaje de la corresponsabilidad. En efecto, esta subordinación divide la obra de Dios de la creación y de la redención en dos mundos que se organizan en una relación jerárquica, no en una relación dialéctica[xxii]. A nivel conceptual, surgen dos debilidades en el trabajo de algunos ecologistas evangélicos. En primer lugar, a pesar del uso ocasional del lenguaje de la redención, el concepto de la redención a menudo no se integra en una ética del medio ambiente. Por ejemplo, en su libro On Behalf of God Bruce Anderson y Elving Reichenbach reconocen que Dios va a redimir a la naturaleza. Sin embargo, dicen que “ignoramos lo que esta afirmación teológica significa en términos prácticos y ecológicos”[xxiii]. Afirmando que las descripciones teológicas de esta redención son “extremadamente vagas y de tiempos biológicamente ingenuos” y dejando la redención de la naturaleza para el eschaton, no proporcionan ninguna explicación conceptual de la redención de Dios de la naturaleza a medida que desarrollan una ética cristiana de la biología. Como resultado, su ética de la creación se aísla de la obra redentora de Dios. Un segundo problema conceptual en el ecologismo evangélico, como resultado de la falta de mantenimiento adecuado de una dialéctica de la creación-redención, puede verse en la incapacidad de los cristianos que cuidan de la creación para articular su cuidado de la creación en términos teológicos. Mucha gente en nuestras iglesias están reciclando, conservando el agua, generalmente a fin de consumir menos. Pero si se les pregunta por qué están haciendo estas cosas, muy pocos son capaces de dar razones teológicas de sus acciones. Es más probable que sus motivos sean dados en términos económicos. Por supuesto, sus prácticas son dignas de elogio y las razones económicas no son malas, pero su incapacidad para articular la conexión entre sus prácticas y su fe, o entre laeconomía y la teología, expone nuestra incapacidad para desarrollar a un nivel conceptual la dialéctica creación-redención de la obra de Dios. En el ámbito de la práctica, no hay mucho que destacar en el ecologismo evangélico. En medio de una crisis ecológica en todo el mundo, este movimiento llama a la acción responsable. Sin embargo, caemos en la práctica errónea de que la creación y la redención no se llevan a cabo en relación dialéctica correcta. En primer lugar nuestra preocupación por la creación puede ser separada del Evangelio. Es decir, bajo las presiones de la crisis ecológica y de un deseo de encontrar una causa común con otros que comparten nuestra preocupación por el “medioambiente”, pero no nuestro compromiso con Jesucristo, podemos estar demasiado dispuestos a ofrecer una “ética medioambiental” que no hace referencia al amor de Dios para la creación en Jesucristo. Pero la preocupación cristiana de la creación debe estar enraizado en el Evangelio, la buena noticia de que en Jesucristo Dios ha demostrado amor por este mundo y que trabaja para redimirlo. Cuando separamos nuestro cuidado de la creación del Evangelio, somos infieles a esta buena noticia. Como resultado, nuestra ética parece más antropocéntrica y geocéntrica que teocéntrica[xxiv]. Para los cristianos, nuestro cuidado de la creación es, en definitiva, un testimonio del Evangelio de Jesucristo. Si separamos la obra creadora y redentora de Dios, somos infieles a ese llamado. Los evangélicos “anti-ambientalistas” y la dialéctica del Reino En el otro lado de la división, aquellos evangélicos que se oponen a la ética medioambiental a menudo también fracasan en mantener adecuadamente una dialéctica de la creación y de la redención. Como es de esperar, el error es el contrario del de los ecologistas evangélicos: los “anti-ambientalistas” son negligentes con la creación[xxv]. En el plano del lenguaje, se puede apuntar a la antigua forma de hablar, hoy raramente usada, según la cual lo buscado es “ganar almas”. Este lenguaje refleja la convicción de que la obra de Dios, y el trabajo de los fieles creyentes, es salvar “almas” en lugar de personas. Aunque se habla también de cuidar las necesidades físicas de las personas, esto no ha sido visto como una parte del Evangelio, sino que es simplemente una buena cosa que hacer. A pesar de que el lenguaje de “ganar almas” ha caído en desuso, la forma en que usamos el lenguaje del “espíritu” perpetúa la dicotomía anterior. En algunos círculos evangélicos, la salvación es una experiencia espiritual, y el espíritu es un mundo totalmente separado del reino material. Mis estudiantes de Westmont College, la mayoría de los cuales provienen de tradiciones evangélicas, reflejan esta lengua en su propio pensamiento. Cuando hablo con ellos sobre el pecado, por ejemplo, tienen grandes dificultades para conectar la noción de pecado con todo lo que hacen con sus cuerpos. El pecado es un asunto del espíritu, por lo tanto, la salvación es también una obra espiritual que no tiene nada que ver con sus cuerpos. Este lenguaje y el incipiente gnosticismo que representa juega en conceptos y prácticas que tienen un efecto profundo sobre nuestra relación con la creación. A nivel conceptual, la creencia evangélica más popular carece de cualquier doctrina de la creación, fuera de su oposición a la evolución. Por ejemplo, cuando doy clases a mis alumnos sobre la resurrección del cuerpo de Cristo, y conecto su resurrección a la resurrección de nuestros cuerpos, argumentando que cuando nuestros cuerpos se eleven, Dios nos dará la tierra nueva en la cual viviremos, tal clase invariablemente termina con que algunos estudiantes me acusan de herejía. Para ellos, la salvación es la liberación de nuestros cuerpos y de la creación, flotando entre las nubes como espíritus incorpóreos. Estas creencias no son simplemente el resultado de un pensamiento inmaduro o de confusión de su parte, sino que son lo que sus iglesias tienen, a veces implícita otras explícitamente, a veces, como enseñanza acerca de la redención. Para muchos de mis estudiantes y gran parte del cristianismo evangélico, la redención es la redención alejada de la creación, no la redención de la creación. Teniendo en cuenta estos errores conceptuales, es difícil conectar el cuidado de la creación con el Evangelio de la redención. A un nivel levemente más sofisticado que estos alumnos, los evangélicos anti-ambientalistas cometen este mismo error cuando argumentan que el cuidado de la creación es inútil, porque “todo se va a quemar de todas formas”, o cuando sostienen que no tenemos que preocuparnos por el impacto futuro de nuestras acciones, ya que Cristo va a regresar pronto[xxvi]. Estas declaraciones reflejan un buen número de errores teológicos, pero el más básico es su incapacidad de ver que la redención de Dios sólo tiene sentido si se trata de la redención de la creación. Hasta que no haya una integración conceptual de la obra redentora y creadora de Dios, no vamos a ser capaces de dar cuenta del cuidado de la creación de un modo que refleje fielmente el Evangelio. Por último, a nivel práctico, los evangélicos anti-ecologistas muestran los resultados de su incapacidad para mantener una dialéctica propia de la creación y de la redención de una forma bastante obvia: la creación no tiene ningún significado aparte de que la estamos utilizando para crear riqueza y aumentar la comodidad. Este uso de la creación es por lo general aceptado sin problemas entre los anti-ambientalistas. Uno rara vez ve reflexión sobre cómo la creación de riqueza afectará a las generaciones futuras; la única preocupación es el impacto que la riqueza tiene ahora, en mi vida[xxvii]. En la práctica, este abandono de la creación representa una serie de dificultades en el cristianismo evangélico. Por ejemplo, nuestra lucha para conectar nuestra fe confesada en el Evangelio con la vida cotidiana revela la ausencia de una dialéctica propia de la creación y la redención, de forma que para muchos de nosotros la redención se refiere a un campo que no es del orden de la creación en la que vivimos. Del mismo modo, nuestras dificultades para integrar en nuestra doctrina de la salvación los dichos de Jesús sobre el cuidado de los cuerpos de otros deriva en gran parte de nuestra “espiritualización” de la salvación[xxviii]. Ese tipo de dificultades no son muy distintas de las que tenemos respecto de la ética medioambiental. De hecho, se encuentran integralmente relacionadas. En otras maneras menos obvias las iglesias evangélicas fallan en practicar esta dialéctica de la creación y la de redención. En muchas iglesias, el trabajo de la creación de Dios está ausente en la práctica. Por ejemplo, podemos hacer muy poco con nuestros cuerpos en muchas iglesias evangélicas, y cuando hacemos uso de nuestros cuerpos en la adoración, nuestras acciones rara vez reflejan un significado teológico. No nos arrodillamos para expresar el arrepentimiento y la humildad. No abrimos nuestros brazos para reflejar reverencia y devoción[xxix]. Por otra parte, en una sociedad rica, industrializada, los dones del pan y del vino en la comunión tienen poco peso. Incluso la cena compartida hoy en día tiene poco que ver con la bondad y generosidad de la creación de Dios. Mientras que la creación tiene un papel tan insignificante en la práctica central de la iglesia, tenemos pocas esperanzas de entender la obra redentora y creadora de Dios. Conclusión Las diferentes respuestas por parte de los evangélicos a la percepción de una crisis ecológica global exponen las formas en que la teología evangélica a menudo no logra mantener una dialéctica propia de la creación y de la redención. Si mi argumento es correcto, podrían seguirse dos resultados. En primer lugar, si evangélicos de distintas tendencias reconocen las debilidades de sus propios puntos de vista, podemos ser capaces de descubrir un mayor acuerdo. A estas alturas, debería ser obvio que mis simpatías están del lado del ambientalismo evangélico. A pesar de que han sugerido algunos errores y debilidades en su trabajo, creo que sus argumentos y las prácticas se mueven en la dirección de una mayor fidelidad al Evangelio de Jesucristo. Sin embargo, no estoy dispuesto a abandonar la conversación con los evangélicos anti-ambientalistas. En particular, me comprometo a llamar a la gran mayoría de los creyentes evangélicos, que no han pensado seriamente en el dialéctica de la obra creadora y redentora de Dios, a una mayor comprensión y fidelidad al Evangelio que tenemos en común. Si los ecologistas evangélicos aprender a fundamentar sus puntos de vista en la redención tal como en la creación, y, al mismo tiempo, los evangélicos anti-ecologistas aprender que la creación es parte integrante de la redención, entonces podemos ser capaces de avanzar hacia un mayor acuerdo y a una acción común[xxx]. En segundo lugar, si reconocemos nuestra incapacidad para mantener correctamente la dialéctica de la obra de Dios de la creación y de la redención, esto nos puede llevar a ser testigos más fieles del Evangelio de Jesucristo, por el que Dios revela la buena nueva de la redención de la creación. El Creador no puede tener amor más grande por la creación que el demostrado en el regalo de Jesucristo para la redención de la creación. Nuestro amor por la creación no está a la altura del amor de Dios; rara vez reconocemos lo cortos que quedamos, y a menudo incluso lo negamos. Mi análisis de las respuestas evangélicas a la actual crisis ecológica puede exponer debilidades en nuestra teología que nos llevan a la infidelidad. Al mismo tiempo, sin embargo, tenemos una maravillosa oportunidad para reconocer nuestros errores y para dar testimonio de la buena noticia de Jesucristo. Esas buenas noticias, como he argumentado, revelan la obra creadora y redentora de Dios, y nos llaman a que la dialéctica entre ambas sea expresada en nuestro lenguaje, nivel conceptual y en la práctica. Que Dios nos conceda sabiduría cada vez mayor a medida que buscamos ser fieles al Evangelio en estos tiempos. ----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- [i] Original inglés en Christian Scholar’s Review 28, 2 (1998). Copyright del Christian Scholar’s Review. Traducido con autorización. Traducción de Gonzalo Guerrero. [ii] Estoy convencido de que nuestra crisis ecológica es real, y que en realidad es una “crisis.” Yo uso el lenguaje “percibe” que uno de los puntos en litigio entre los evangélicos es si la “crisis” es real o es una ilusión perpetrada por los espíritus de la época. [iii] Estoy en deuda con Michael Westmoreland-White por recordarme que algunos teólogos bautistas también reconocieron este problema con anticipación. Ver Henlee H. Barnette, La Iglesia y la crisis ecológica (Grand Rapids: Wm B. Eerdmans, 1972). [iv] Robert K. Johnston demostró esto hace muchos años en “Los evangélicos en un callejón sin salida: Autoridad Bíblica en la práctica” (Atlanta: John Knox Press, 1979), y los recientes debates sobre “la masculinidad y la feminidad bíblica” muestran que las divisiones que aún persisten. [v] En su gramática trinitaria, mi artículo complementa Thomas Finger, “Trinidad, la Ecología y el panteísmo”,Christian Scholar’s Review, de 27 (Otoño 1997): 74-98. [vi] En aras de la claridad y la honestidad, voy a señalar que creo que los argumentos a favor de la existencia de una crisis ambiental global se ven desbordados y que cualquier respuesta eficaz debe involucrar a la acción local, nacional y multinacional. [vii] Aunque el dispensacionalismo fue un factor importante en el alejamiento evangélico del activismo social en la primera parte de este siglo, ya no es una influencia determinante. Sólo una pequeña parte del evangelicalismo es dispensacional auto-consciente hoy en día, y aunque muchas de las preocupaciones de los dispensacionalistas viven hoy, no son tan claramente identificados como dispensacionalistas. Además, como veremos más adelante, gran parte de la oposición al ecologismo evangélico se basa en convicciones teológicas que no dispensacionalistas. En relación a la influencia anterior dispensacionalista, véase Donald W. Dayton, Descubrimiento de un Patrimonio Evangélica (Nueva York: Harper and Row, 1976). [viii] Un comentarista de un borrador anterior de este ensayo sugiere que debería entender la redención involucrando a la justificación y la santificación, y que la santificación proporciona una entrada a la responsabilidad teológica cristiana de la creación. Creo que la creación, la redención y la justificación de la santificación pueden ser enfoques complementarios, si la justificación-santificación se basa en la dialéctica de la creación-redención. [ix] Estoy desarrollando este argumento en otro ensayo, “Dialéctica del Reino: Creación y la Redención en la teología contemporánea”. [x] El calificativo de “claridad” es importante. No estoy argumentando que MacFague, Kaufman, y Moltmann (u otros que puedan ser nombrados) están fuera de los límites de la ortodoxia, a pesar de que puede ser. Es claro para mí que MacFague y Kaufman prescinden de la autoridad bíblica. El caso de Moltamann es menos claro. A pesar de que no ha leído la escritura en las formas tradicionales de los evangélicos, su pensamiento está arraigado en la Biblia. Algunos han argumentado que él se desvía fuera de la ortodoxia hacia un panteísmo heterodoxo. De ello, todavía no estoy convencido. [xi] Para un estudio de esta reacción, ver Richard T. Wright, “Down the Green: ¿un contragolpe del medio ambiente en los evangélicos sub-cultura?”, Perspectivas de la Ciencia y la Fe Cristiana 47 (junio de 1995): 80-91. Mi ensayo cubre gran parte de la misma tierra que cubre de Wright, pero da un análisis teológico más específico. [xii] Robertson se conecta normalmente la preocupación por el medio ambiente con una agenda política liberal. Véase, por ejemplo, en sus breves declaraciones de Pat Robertson, la marea cambiante: la caída del liberalismo y el surgimiento del sentido común (Dallas: Word Publishing, 1993), 12,225. [xiii] E. Calvin Beisner, las perspectivas para el crecimiento: una perspectiva bíblica de la población, los recursos y el futuro (Westchester: Crossway Books, 1990), 168. [xiv] Larry Burkett, El terremoto económico que viene (Chicago: Moody Press, 1991) y ¿Qué fue del sueño americano? (Chicago: Moody Press, 1993). [xv] Estoy en deuda con Julián Hartt en relación a la idea de la dialéctica de la creación- edención. En una crítica cristiana de la cultura americana (Nueva York: Harper and Row, 1967), 75-76, dice que “sin la dialéctica del Reino de Dios”, el mundo de la creación divina y de la redención divina se divide en dos partes irreales y mutuamente hostiles “. El trabajo teológico Hartt ejemplifica más fuerza esta dialéctica. [xvi] Las únicas excepciones que yo sepa, son por “los ecologistas evangélicos”. Véase, por ejemplo, Francis Schaeffer, la contaminación y la muerte del Hombre: Una mirada ecológica cristiana (Editores WheatonTyndle de manguera, 1970) y Calvin DeWitt, ed, El Medio Ambiente y el cristiano:. ¿Qué podemos aprender de el Nuevo Testamento? (Grand Rapids:. Baker, Baker Book House, 1991) También hay mucho que aprender de Colin Gunton, Cristo y la Creación (Grand Rapids:. Empresa Eerdmans Publishing, 1993). [xvii] A pesar de que han entrado en el lenguaje del “ambientalismo”, estoy advertido por el comentario de Wendell Berry, que la frase “medio ambiente” entró en uso debido a la pretensión de los expertos quienes fueron presionadas por las asociaciones religiosas de ‘Creación’ y que piensan que el vocablo mundo es ‘demasiado mundano”. “Sexo, Economía, Libertad y de la Comunidad” (Nueva York y San Libros Francisco Pantheon, 1992, 1993), Con la advertencia de Berry en la mente, sigo pensando que la frase “medio ambientalista” presenta funciones más útiles como forma abreviada de una actitud particular hacia la creación. [xviii] La terminología aquí es difícil. “Anti-ambientalistas” suena fuerte. Pero el lenguaje coincide con la fuerza de sus ataques a los ecologistas. Ellos prefieren describirse a sí mismos como “pro-humanos”, aunque he no visto que proponen o exponen. [xix] Desde he afirmado que dejar de lado uno de estos lados hace que la otra problemática pueda darse vuelta y su consecuente crítica: Cuando los anti-ecologistas descuidan la creación, ¿eso invalida su relato de la creación?, y cuando el ecologista es negligente con la creación, ¿eso invalida su cuenta de la redención? [xx] Permítanme señalar de paso que una preocupación que tengo con las cuentas que basa nuestra relación con la creación en el “mandato” de Génesis 1-2 es que las cuentas que a menudo ignoran el efecto del pecado. Tal vez, el mandato a la humanidad de gobernar el mundo tiene un efecto diferente antes de la caída que después de la caída. [xxi] Loren Wilkinson, ed, earthkeeping:. Cristiana de los Recursos Naturales (Grand Rapids:. Wm B. Eerdmans, 1980), 292. [xxii] Este elogio de la dialéctica de la creación y de la redención no es un elogio general de la dialéctica en todas las cosas teológicas. Una vez más, me refiero a Hartt, 146. [xxiii] Bruce R. y V. Reichenbach Elving Anderson, en nombre de Dios: una ética cristiana de Biología (Grand Rapids: Eerdmans con el Instituto de Altos Estudios Cristianos, 1995), de 71 años. [xxiv] En un contexto algo diferente, Stanley Hatuerwas expone este error en su crítica de la “Supervivencia” del Destino Jonathan Schell de la. Ver Stanley Hauerwas, contra las Naciones Unidas: La guerra y la supervivencia en una sociedad liberal (Minneapolis: Winston Press, un libro de Seabury, 1985), cap. 8. [xxv] En lo que sigue, mis ejemplos se han extraído más de la vida cotidiana que de los escritos de lo que he llamado el “anti-ecologistas”. En sus escritos, los anti-ecologistas usan de argumentos económicos y políticos, en lugar de argumentos teológicos. Como resultado, pocos ejemplos se pueden dar de sus errores teológicos de sus escritos. Uno debe girar hacia las creencias y prácticas populares con el fin de mostrar sus errores. [xxvi] Ambas declaraciones se han atribuido a James Watt, aunque Robert Booth Fowler presenta un cuidado matizado, el debate un poco simpático de Watt puntos de vista en el reverdecimiento del pensamiento protestante (Chapel Hill y Londres: University of North Carolina Press, 1995), 47 – 49. Sin específicamente el análisis de puntos de vista de Watt y las prácticas, me tomo estos comentarios como representante de muchas conversaciones que he tenido con aquellos que rechazan la preocupación ambiental en sólo estos motivos teológicos. [xxvii] No estoy sugiriendo aquí que el problema es la codicia, sino que estoy sugiriendo que este uso práctico de la obra de Dios de la creación es deficiente desde el punto de vista teológico, ya que no incorpora prácticas que reflejan el trabajo de creación del Dios redentor. [xxviii] Alpha Por supuesto, si hemos hecho la salvación puramente “material” de la preocupación, también sería traicionar la dialéctica de la creación y la redención. [xxix] En muchas iglesias estas prácticas litúrgicas no solo se mantienen sino que también han perdido su significado teológico. No estoy abogando por un retorno a Canterbury y Roma, pero estoy instando a la reflexión profunda sobre el uso que hacemos de nuestro cuerpo en el culto, porque yo creo que esas prácticas forman a nuestras vidas. [xxx] Para los propósitos teológicos de este trabajo, he dejado de lado otras áreas de desacuerdo entre los evangélicos sobre temas ambientales, como la teoría económica y la regulación gubernamental. Esto puede ser más difícil que las cuestiones teológicas, pero un compromiso teológico en la dialéctica de la creación y de la redención debe ser el lugar donde empecemos desenredar las demás cuestiones. Jonathan WilsonEs profesor en el Carey Theological College, Vancouver, BC.
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