LOS VALIENTES DE DAVID: UN TRABAJO, UNA CATEGORÍA
MATIAS ALARCON SUAREZPor eso que me permito la siguiente reflexión: Todos fuimos convocados para trabajar para el Reino de los Cielos, puesto: “siervo” y categoría: “inútil”; nunca nos olvidemos de eso.
Cada uno de nosotros pasó por la etapa de buscar un trabajo. Nos atrevemos a seleccionar qué tipo de lugar es, a donde vamos a promocionar nuestro curriculum vitae, a qué empresa vamos a representar con nuestro esfuerzo, cuál será el puesto a cubrir; y según que “categoría” obtengamos o apuntemos será mayor nuestro reconocimiento y trabajo.
Por lo menos ese es el común denominador de las personas a la hora de apuntar en la búsqueda de un puesto laboral. Y hoy quiero hablarte de unos hombres que se apuntaron a cubrir un puesto laboral importantísimo, nada más y nada menos que representando al rey de Israel, el gran David; el trabajo de estos era pelear, y su categoría “guerreros, luchadores”, lugar que les daría aparente fama, reconocimiento y grandes logros sumados en su haber: ¡los valientes de David! La historia bíblica narrada en los libros de 2 Samuel y 1Crónicas nos cuenta a grandes rasgos quiénes eran estos hombres, y qué habían hecho con el deber que se les había encomendado. Nos ilustra grandes hazañas como la de Eleazar, de quien nos relata que fue tanta su lucha contra los filisteos que su espada quedó pegada a su mano; la odisea de Sama, quien se enfrentó a los enemigos para defender todo un terreno; y así muchas más historias llenas de valentía, pero cargadas de esfuerzos y al coste de sus propias vidas. Lo interesante de destacar es que después de cada victoria ganada, el pueblo entero celebraba el triunfo obtenido, pero siempre dando reconocimiento, gracias y festejos a David. Es paradójico porque era él quien se llevaba todos los elogios y exaltación, pero habían sido otros los que habían hecho el trabajo duro, el detrás de escena, los ajustes necesarios para que -a la hora de levantar el telón de victoria- sea David quien salga como protagonista de tan grandes hazañas y como el que traía en sus hombros la batalla convertida en victoria. Todos los esfuerzos realizados, ir más allá del cansancio mismo, desafiarse cada vez -más aun cuando la lógica decía es imposible-; ellos lo intentaban, y esa valentía convertía lo aparentemente imposible en grandes narraciones de guerreros que ganaban y emanaban olor a victoria tras victoria. Pero aun así eran vistos, y hasta hoy en día recordados como los “valientes” de alguien; como un número más en la lista de manifiesto de soldados. Qué hablar de Joab, el general del ejército. Era este quien preparaba, alistaba, entrenaba y capacitaba a todos los que después serían recordados con el título de “los valientes de…”. Era el que más trabajo tenía, el que seguramente más se esforzaba para que todo termine y se celebre con olor a victoria, a una guerra ganada. Sería más lógico que su ejército sea reconocido con su nombre, que sus hombres lleven la distinción de su capitán; tendría aparentemente más sentido que si eran de alguien, fueran de Joab: “los valientes del ejército de Joab”. Sin embargo, pese a todo lo bien hecho y con éxito, del que más se habla es de David. Esto nos deja a nosotros una enseñanza importantísima para nuestras vidas. Todos y cada uno de nosotros tenemos una tarea que cumplir, un rol a desarrollar, un puesto por cubrir. Y muchas veces estamos expectantes de que la retribución venga en base a la categoría que decimos tener. Sin embargo, debemos entender que Dios tiene un plan por cumplir, y para terminarlo en victoria establece distintos puestos a cubrir, y cada uno de ellos con una tarea a enfrentar y desarrollar. Ahora bien, cada uno en su función es pieza clave para que más adelante se festeje el triunfo obtenido de esa meta establecida. A muchos nos tocará ser soldados, a otros generales, a algunos reyes, y a otros parte del pueblo, pero cada uno debe cumplir su función sabiendo que ese es su rol. Y se debe hacer con el mayor esfuerzo y la más alta entrega para que todos festejemos a la hora de dar la estocada final del propósito establecido. Nótese que los valientes lucharon por su rey y Joab defendió el trono de David, pero ninguno osó la gloria que no le correspondía, ni tampoco se tuvieron por menos; comprendieron que tenían una función clave en el reinado de Israel para ese tiempo. Dimensionaron que tenían que ser los segundos, aún recordados por nombre de otro, pero firmes en su tarea. Lo podemos ver claramente en el pasaje de 1 Cr. 11:10, en donde nos dice: “ayudaron a David en su reino, con todo Israel, para hacerle rey sobre Israel, conforme a la palabra de Dios”. Entendieron cuál era su función. Resulta interesante notar que la Biblia nombra a los valientes de David por su linaje, no por su origen; esto nos da otra clara enseñanza que muchas veces ni van a saber de dónde somos, qué hacemos o qué función cumplimos; pero ahí tenemos que estar, haciendo lo que nos fue encomendado y asignado, en los planes y palabra de Dios para este tiempo. Hay que comprender que todos fuimos llamados a estar en los planes de Dios y para Dios, sin importar cuál sea nuestro trabajo. No es mayor ni menor labor, solo es función, y tiene que cumplirse. Ahora bien, una vez cumplido todo, en el puesto y categoría que estemos, recordemos lo dicho por Jesús: “Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que ha sido ordenado, decid: Siervo inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos” (Lc. 17:10). Es por eso que me permito la siguiente reflexión: Todos fuimos convocados para trabajar para el Reino de los Cielos, puesto: “siervo” y categoría: “inútil”; nunca nos olvidemos de eso. ¿De qué categoría eres? De un inútil, para otro inútil. Matias Alarcon Suarezes graduado del Instituto Bíblico Rio de la Plata, en Buenos Aires. Está haciendo la gira por las Iglesias para ir de misionero a China, país en el que ya ha estado predicando. Actualmente se encuentra estudiando el idioma de ese país, mientras colabora en la Iglesia de Colegiales en Buenos Aires, Argentina.
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