MERCADERES EN EL TEMPLOPLUTARCO BONILLA A.En cierta ocasión, Jesús se mostró violento frente a una situación que él consideraba insoportable. Se trata de la historia conocida como “Purificación del Templo”, que puede leerse en los cuatro Evangelios. Esta es la versión de Juan (según La Biblia de estudio Dios habla hoy):
Es posible que el relato les parezca extraño a algunas personas, pues suele presentarse a Jesús como alguien tan amoroso y perdonador que esa escena que narran los Evangelios pareciera fuera de lugar. Pero ahí está el texto. Y así era Jesús.
Si leemos con cuidado todos los relatos evangélicos, descubrimos que ese Jesús a quien ahí retratan no era tan “amoroso” que tuviera un carácter blandengue o timorato. Su valor lo llevó al punto de estar dispuesto a morir por otros. El acontecimiento del que ahora hablamos ocurre en un lugar que el pueblo consideraba sagrado: el Templo. Allí, según creían los judíos creyentes, moraba Dios, y muy especialmente en el espacio llamado “Santo de los Santos”. El Templo era símbolo de la unidad del pueblo judío, centro del alto clero y, por tanto, centro del poder religioso. Las autoridades habían establecido el impuesto del Templo, que todo judío debía pagar. Ese “alto clero” tenía relaciones con los representantes locales del poder de Roma (aunque en ocasiones las relaciones fueran tensas). El Templo era, sobre todo, el único lugar en el que los judíos podían ofrecer sus sacrificios a Dios. En el texto que transcribimos al principio hay algunos datos dignos de que les prestemos atención. (1) En las palabras recriminatorias pronunciadas por Jesús, este usa dos expresiones similares. Juan dice que Jesús llama al Templo “casa de mi Padre”. El uso de la palabra “casa” resulta significativo e importante, como explicaremos más adelante Aquí no es de una casa cualquiera, pues es la casa de Dios. Los otros evangelistas llaman al Templo “casa de oración”, referida también a Dios, según la cita de las Escrituras. (2) Esas dos formas de calificar al Templo tienen raíces en el Antiguo Testamento: Isaías 56.7. Ahí se habla también de “mi casa de oración” y “mi casa” (refiriéndose a Dios). (3) El uso de la palabra “casa” es significativo, porque para los judíos y para los pueblos semitas en general, la casa es lugar de acogida, de alimentación, de hospitalidad, de solidaridad. Es también lugar de enseñanza. (4) Pero el relato no menciona algo que sí se menciona en el texto de Isaías: los “holocaustos” y los “sacrificios”, que eran lo que caracterizaba de manera muy peculiar al Templo. Sin ellos y sin sacerdotes, el Templo pierde todo su sentido. (5) A quienes llegaban a Jerusalén desde lejos, aquellos mercaderes y cambistas les ofrecían un servicio. Entonces, ¿por qué Jesús se enfureció de esa manera? Fue porque, en el fondo, el “servicio” no era tal. Aquellos comerciantes se aprovechaban de la situación para explotar a quienes llegaban para ofrecer sus sacrificios y pagar sus impuestos. (6) Juan dice que aquellos negociantes habían convertido la “casa de Dios” en “mercado”. Los otros evangelistas son más radicales: la “casa” pasa a ser “cueva”. Y los mercaderes, “ladrones”. La expresión “cueva de ladrones” parece ser también cita del Antiguo Testamento (Jeremías 7.11). Conclusión Notemos que según los relatos de los sinópticos, la “Purificación del Templo” fue el acto de Jesús que provocó la reacción final de los líderes religiosos: “Oyeron estas palabras los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley, y comenzaron a buscar la manera de matar a Jesús” (Marcos 11.18). Pero… ¿por qué en el relato de Juan no se menciona ninguna reacción similar? Quizás, tomados como conjunto, Juan y los sinópticos se refieren, al relatar el mismo acontecimiento, a dos momentos de la proclamación de Jesús. Juan, que percibe la historia anticipadamente, como en retrospectiva, apunta, desde el principio, al programa del ministerio del Galileo. Por su parte, los sinópticos nos hablan de la etapa final de ese mismo ministerio. En ambos casos, el Templo y todo el sistema sacrificial estaban destinados a desaparecer y toda la tierra será “casa de Dios”, porque “debe quedar claro que el Altísimo no habita en edificios construidos por manos humanas” –como dijo Esteban en su discurso. La destrucción del Templo, que Jesús había predicho, fue la ratificación de que las palabras que él dirigió a aquellos mercaderes constituían, efectivamente, el final de esa parte de la historia. ¿Y hoy? Ante ese relato… (1) Nos preguntamos: ¿Tiene sentido la construcción de templos cuando hay tanta gente necesitada en el mundo que no tiene ni donde caerse muerta? Se dice: “¡Lo mejor para el Señor!”; pero ¿acaso le han preguntado al Señor qué es lo que él considera mejor para él? (2) Y ya que se han edificado templos (y sospechamos que continuarán edificándose), nunca debieron –ni deben– convertirse en lugar de negocios, porque suelen ser, entonces, “cueva de ladrones”. Esto debe hacernos reflexionar a nosotros, cristianos evangélicos (de cualquier “apellido”), pues en muchísimos de nuestros cultos se aprovecha la ocasión para promocionar negocios de “artículos religiosos”: libros, discos compactos, música, sermones, cintas, banderines, etc. (Aquí en Costa Rica hay un dirigente religioso, sedicente profeta, apóstol y patriarca, que tiene su propia tienda, con su propio nombre. El lector puede consultar su página web: http://www.tiendaronychaves.com/result.php). ¿Se repite la historia? (3) Con su acción, el laico Jesús rompió con el clericalismo dominante. En efecto, un laico hizo lo que debieron haber hecho los propios sacerdotes. También esto debe ser motivo de preocupación y de reflexión entre los protestantes. El tan ponderado principio protestante del sacerdocio universal del creyente pareciera estar de capa caída, pues repetir el principio no significa llevarlo a la práctica. Basta con que nos hagamos preguntas como estas: ¿Cómo se toman las decisiones en nuestras iglesias?; ¿quiénes son los que intervienen de manera activa en la dirección de los cultos? Además, existen en nuestro medio algunos grupos de mentalidad sectaria, que se afanan por nombrar “profetas”, “apóstoles” y “patriarcas”, muchas veces autonombrados, o nombrados por sus propios “cofrades”. ¿Por qué ese afán? ¿Es para servir? No. Más bien reclaman para ellos mismos autoridad y el sometimiento de los demás. Alguno ha habido que hasta prohíbe que lo toquen, “porque es el ungido del Señor”. ¿Y aquello de que “el Hijo del hombre no vino para ser servido sino para servir…? Tres Ríos, Costa Rica Abril, 2018 Plutarco Bonilla A.nació en Las Palmas de Gran Canaria (España). Realizó sus estudios en el Seminario Bíblico Latinoamericano (Costa Rica): Diploma en Teología; Universidad de Costa Rica: Licenciatura en Filosofía; Princeton Theological Seminary: “Theologiae Magister”; Estudios de posgrado: Universidad de Atenas; Universidad Complutense de Madrid. Ha sido profesor invitado en varias instituciones de diferentes países. Publicó dos libros: Los milagros también son parábolas y Jesús... ¡ese exagerado! Fue traductor, con Irene de Foulkes, de Aprendamos griego. Es también autor de muchos artículos sobre Biblia, teología y literatura. Es miembro de la Iglesia Evangélica Metodista de Costa Rica.
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