PACIFISMO MILITANTE Y MISIÓN
OSVALDO L. MOTTESIResumen del octavo capítulo de nuestro libro: Monte y Misión. La ética transformadora de Jesús en sus bienaventuranzas. El Paso: Mundo Hispano, 2022
“Bienaventurados los que hacen la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios”. Esta es la bienaventuranza de luchar por la paz
Pocas palabras han sido tan abusadas y manipuladas como “paz”. En todos los idiomas, especialmente en occidente, se ha producido una “inflación ideológica” del término. Hay una gran discrepancia, entre su sentido bíblico original, y su uso y abuso en los ámbitos seculares. Esto ha hecho de “paz”, un término cambiante y ambiguo. Por eso, se hace imperativo iniciar nuestra reflexión, intentando comprender lo mejor posible, la riqueza de significados que el vocablo “paz” tiene en la Biblia. Comencemos entonces, con el hebreo y el griego En el hebreo del AT, “paz” es la traducción de un término muy importante: shalom. Este significa no sólo “paz”, sino también, “plenitud”, “solidez”, “integridad”, “salud”, “armonía”, “bienestar”, “reposo”, “calma”, “prosperidad”. He mencionado aquí, sólo diez de los sentidos más importantes, pues shalom es posiblemente el vocablo más rico en significados, de todas las lenguas semíticas. Es imposible traducirlo con una sola palabra o expresión. En La Septuaginta encontramos más de 25 traducciones distintas del término. En su sentido absoluto, shalom es paz, bienestar y prosperidad integral, tanto personal como comunitaria. En el sentido relativo, shalom es paz y armonía en las relaciones humanas. Se relaciona con la justicia y la verdad, y jamás con la maldad. En el griego del NT, encontramos el sustantivo eirénē = o sea “paz”, “vivir en paz” y “tener paz”. Deriva a su vez de eiro, que significa “unidad” y “unir”. También se usa el adjetivo eirēnopoiós = “pacificador” o “quien trabaja por la paz”. Además, hallamos el verbo eirēnopoiéo = “pacificar”, “trabajar por la paz”, con el mismo contenido del hebreo shalom, casi siempre con una connotación espiritual. Eirénē describe las relaciones entre individuos y naciones. Su amplitud de significados se confirma, en su relación con palabras claves del NT como “gracia”, “vida” y “justicia”, y por su uso en bendiciones litúrgicas. Es sinónimo de “reconciliación”, y a veces de “tranquilidad” y “calma”. Estas últimas, en oposición al estado de guerra entre individuos y pueblos. La noción de paz en la Biblia El anuncio de la paz en la Biblia, van acompañado siempre de la mención de sus condiciones. No hay paz sin justicia (Sal. 72:3; 85:9-11; Isa. 32:17).“Pidamos por la paz de Jerusalén” (Sal. 122:6) es una de las grandes oraciones israelitas. La decisiva profecía mesiánica de Isaías, anuncia al “Príncipe de paz”(Isa. 9:6), quien instaurará un gobierno justo, de plena armonía (v.7). Ezequiel presenta la paz, como el elemento esencial, clave de la justa ecología integral del “nuevo pacto de paz”(Eze. 37:26). Shalom jamás significa “hacer nada”. Implica siempre una acción por el bienestar de las demás gentes. Para los judíos, "hacer la paz" era luchar por la justicia en las relaciones humanas. Jesús sigue el mismo criterio en esta bienaventuranza. Su bendición jubilosa no es para quienes solamente aman la paz, sino para quienes “la hacen”. Es todo lo contrario al error ignorar y evitar conflictos, como estrategia para la paz. Hacer la paz implica un esfuerzo, para que la alegría fruto de la armonía, vuelva a reinar entre quienes se han enemistado. Hacer la paz, implica una acción de amor; procurar la verdad sin agredir ni lastimar. Los pacificadores son llamadas hijas o hijos de Dios, pues hacen Su voluntad. Cuando Jesús habla de paz, no la ofrece ni promete según los criterios conciliadores del mundo. Él clarifica todo posible equívoco acerca de su rol mesiánico y redentor, al declarar :“No piensen que he venido para traer paz a la tierra. No he venido para traer paz, sino espada, división”( Mat. 10:34; Luc. 12:51). La paz de JesuCristo es personal, comunitaria y ecológica. Es el clima integral de relación armónica, entre el Creador y su creación. Es fruto de reconciliación. Para ella, el Espíritu Santo nos confronta con la realidad de nuestro pecado, la necesidad de nuestro arrepentimiento, y de nuestra entrega total a JesuCristo. Según el Evangelio, tal confrontación es ineludible, pues existe una marcada diferencia entre conciliación y reconciliación. “Conciliación” es intentar resolver conflictos a través del diálogo. Las partes involucradas resuelven, de común acuerdo, cualquier confrontación. Es un procedimiento voluntario, donde las partes intentan resolver una disputa. Deben hacerlo con flexibilidad para alcanzar consensos. Su idea clave es: “si cada parte cede en algo, gana la totalidad”. Su énfasis no está en resolver la raíz del conflicto, sino en superarlo procurando un acuerdo. “Reconciliación” viene del latín reconciliare = “recuperar”. Las partes en pugna inician una relación, hacia el reconocimiento mutuo de las raíces del conflicto, y sientan las bases para un pacto voluntario de amistad. El Evangelio nos reconcilia con Dios en JesuCristo. Es auténticamente reconciliador, porque va a la raíz de nuestro problema, y demanda: 1) Un análisis honesto de nuestra realidad. 2) El reconocimiento y arrepentimiento por nuestros pecados. 3) Nuestro pedido de perdón a Dios, y 4) Nuestra entrega total a JesuCristo como único Señor y Redentor. El fruto mayor de la obra de JesuCristo, es la reconciliación humana con Dios el Padre. Otro fruto es, como lo profetizara el mismo Señor, la posibilidad de desacuerdos o división, “espada” o “guerra”, con quienes no comparten nuestra fe y misión. Esta es, seguir a Jesús y compartirlo con nuestros prójimos. Él es la encarnación plena del amor ágape de Dios, quien es verdad y justicia. Amor que jamás ignora la mentira o la injusticia. Las descubre y expone, para que en arrepentimiento y confesión, experimentemos reconciliación y hallemos paz con Dios, la gente y la creación. Esta es la paz de la reconciliación. La paz verdadera según la Biblia es mucho más que ausencia de estrés, preocupación o ansiedad. Nuestra paz personal y familiar, congregacional y social, es mucho más que la falta de realidades negativas. Es una combinación personal y social de amor y verdad, serenidad interior y justicia, cuentas saldadas con Dios y la gente, salud y bienestar integrales. Es calma y gozo de vivir, aun enfrentando las circunstancias más negativas de la vida personal o familiar, económica o social. Tal calidad de paz, solo proviene de Dios. Es la que “sobrepasa todo entendimiento” (Fil. 4:7). Su única fuente no es una filosofía, una ideología o un programa, sino una persona: JesuCristo. Según el NT, es incorrecto: 1) Sostener una concepción aislada y sectaria, espiritual y espiritualista, intimista y subjetiva de la paz. 2) pretender promover la paz, y tomar partido por la guerra, por las razones que fueren. 3) Confundir la paz del Reino, con la que procuran gentes con diferentes ideologías e intereses, aunque sus acciones sean aliadas -sin saberlo o quererlo- con la paz de Dios. La Biblia muestra que amor y verdad, paz y justicia, están siempre unidos: “El amor y la verdad se encontrarán; se besarán la paz y la justicia”. Estas cuatro realidades, mueven en esperanza las vidas de los bienaventurados y dichosas, quienes son y serán hijos e hijas de Dios. La paz según esta bienaventuranza Aquí Jesús no bendice sólo a personas pacíficas lo cual es bueno. Llama bienaventurados a quienes “trabajan por la paz”, quienes la anhelan y luchan ávidamente por ella cada día. ¿Por qué? Pablo contesta, porque: “El Reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Así que sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación”(Rom. 14:17-19). Por eso, ser pacifistas militantes es el llamado y misión para quienes vivimos la paz de Dios. ¿A quiénes se refiere Jesús por “los que hacen o trabajan por la paz”? Son personas con un claro compromiso pacifista, que militan en diferentes contextos sociales, por el mundo nuevo de Dios. Ya vimos que pacificador o pacificadora, es quien propicia la paz, como medio vital para la unidad. La persona realmente pacificadora es quien promueve activamente la justicia. Es quien asume como vocación y ministerio, luchar por la justicia. Por eso, en nuestra sociedad estructurada por una injusticia obscena, pacifistas militando en todos los contextos por la justicia, son “sal y luz de la tierra”. Ellos y ellas, confiesen o no a JesuCristo como su paradigma, son nuestros aliados y aliadas por la paz. Intentamos definir, según Jesús, a las personas pacificadoras militantes. La historia muestra incontables personajes y movimientos, tras distintas filosofías e ideologías, algunas ateas o antirreligiosas, luchando por la paz. Sugerimos que ciertas acciones de gentes y movimientos no cristianos, son acciones “aliadas” a las de quienes “trabajan por la paz”, como “hijos e hijas de Dios”. Para eliminar confusiones o malos entendidos, necesitamos hacer una precisión muy importante desde la Palabra de Dios, que nos lleva una de las más breves parábolas de Jesús. Está Mateo 21: 28-32. Es un relato cargado de provocación a la reflexión, pues genera más preguntas que respuestas. Es la parábola de los dos hijos: Pero, ¿qué les parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”. Él contestó y dijo: “No quiero”. Pero después cambió de parecer y fue. Al acercarse al otro, le dijo lo mismo; y él respondió diciendo: “¡Sí, señor, yo voy!”. Y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Ellos dijeron: —El primero. Y Jesús les dijo: —De cierto les digo que los publicanos y las prostitutas entran delante de ustedes en el reino de Dios. Porque Juan vino a ustedes en el camino de justicia, y no le creyeron; pero los publicanos y las prostitutas le creyeron. Y aunque ustedes lo vieron, después no cambiaron de parecer para creerle. Esta parábola surge del enfrentamiento de Jesús con el poder religioso en Israel. Recién llegado a Jerusalén, Jesús acude al Templo. Allí derriba mesas, crea gran alboroto, y echa a quienes comerciaban en la casa de Dios. Los enojados caudillos le preguntan: “¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te dio esa autoridad?” (21:23). Por respuesta, Jesús los provoca. Les pregunta qué opinan, sobre el bautismo de Juan El Bautista. Ellos, para lucir neutrales, expresan su ignorancia. El Señor no les contesta entonces sobre su autoridad, y les relata el cuento de los dos hijos. Es la primera, de tres parábolas de Jesús, que aparecen juntas. Las otras son “los labradores malvados” y “el banquete de bodas”. El tema, común en las tres, es un decisivo contraste radical. Veámoslo en los dos hijos: Por un lado, hay una negativa rebelde del primer hijo, rechazo en pensamiento y palabra, y la obediencia posterior, responsable en los hechos. Por otro lado, y en opuesto contraste, está la obediencia verbal, respetuosa y formal del segundo hijo, que no se hace obediencia responsable. La fidelidad auténtica es la representada por el hijo que dice “no”, pero termina obedeciendo. Es que la ética correcta no es la del deseo o la intención, sino la del cumplimiento o las obras, la conducta que es obediencia responsable. Por ello, había una sola posible respuesta responsable: el “no, pero sí”, en contraste con la que representa la irresponsabilidad del “sí, pero no”. La parábola confronta a la religiosidad falsa de los jefes de Israel. Jesús no soporta la insinceridad. Acusa a quienes se creen justos, de ser hipócritas y desobedientes. Son los del “sí, pero no”. Expresan exteriormente una fe muerta (Stg. 2:26), que no se traduce en obediencia responsable. En contraste radical, los judíos recaudadores de impuestos para Roma y las prostitutas van más adelante en el camino hacia el reino de Dios. Estos dos grupos representan a todos los marginados y excluidas por la sociedad injusta, muchos de quienes han rechazado tanto al poder romano como a la religiosidad judía. Son los del “no, pero sí”; rechazados y rebeldes al estatus quo. Millones afirman hoy, no querer saber nada de Dios y la religión. Unos lo hacen, por experiencias traumáticas con el comercio religioso. Otros, por sus filosofías ateas o agnósticas. Surgen también grupos crecientes, con una idea vaga y genérica de Dios. Dicen ser espirituales, pero indiferentes a toda religiosidad institucional. Admiran a Jesús, pero rechazan a las iglesias. La mayoría lucha por igualdad de derechos, o por el rescate ecológico, o por la distribución justa de recursos, o por conquistas en otros frentes. Hacen historia, desde trincheras políticas y gremiales, estudiantiles y obreras, vecinales e internacionales, sanitarias y ecológicas. Son el fermento y liderazgo; las fuerzas vivas de nuestra sociedad. Los une un común denominador: “trabajar por la paz”, porque tienen “hambre y sed de justicia”. Lo hacen desde humanismos heterogéneos o espiritualidades difusas. Son rebeldes, ante la injusticia que destruye la paz. Son quienes dicen “no, pero sí”, a la voluntad explícita de Dios. Aunque no la creen ni confiesan por ahora, “la hacen” con su quehacer responsable. Hay una clara verdad, que enfatizamos aquí: Dios prefiere a quienes “dicen sí, y hacen sí”. Pero hoy, cuando el Reino está en proceso, la Iglesia debe peregrinar sirviendo con todas las gentes de buena voluntad. Son quienes rechazan la injusticia y procuran la paz, sin ninguna violencia. Por sus motivaciones correctas, son como “los hijos e hijas desobedientes” de la parábola. Por eso, ¡bienvenidas y bienvenidos, rebeldes que obedecen! La predicación pacifista condena, sin excepción, hechos domésticos y globales de violencia, que son parte ya aceptada del paisaje de nuestro mundo. Por ello, debemos vivir comprometidos por la paz, a partir, entre otros, de cinco principios bíblicos claves: Primero: Nuestra fe nos demanda procurar la paz sin apelar a la violencia. Jesús nos ofrece: “La paz les dejo, mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo”(Juan 14:27). A la vez, nos requiere amar con eficacia, para procurar la paz: “Todo aquel que quiera amar la vida y gozar de días felices… que busque la paz y la siga”(Sal. 34:14). Frente a nuestros gobiernos, debemos ser objetores de conciencia. Obedeceremos, pero no para enlistar nuestra juventud en los ejércitos, para matar o ayudar a matar. Nuestra opción debe ser un ¡Sí! militante por la No violencia. Segundo: Nuestra fe nos demanda amar la verdad y sospechar de quienes están en el poder. Jesús promete: “... y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres”(Juan 8:32). Ante cualquier intento de exacerbar nacionalismos, proyectos patrioteros, o pasiones expansionistas generadores de cualquier posible violencia, debemos preguntarnos: ¿Por qué? y ¿Para qué? Amar la verdad, demanda vigilar constantemente a los poderes de este mundo, los que sean. Tercero: Nuestra fe nos demanda sospechar de nuestros propios sentimientos. El salmista ruega: “Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón; ponme a prueba y sondea mis pensamientos. Fíjate si voy por mal camino, y guíame por el camino eterno”(Sal. 139: 23-24). Debemos examinar constantemente las reales motivaciones que generan nuestras actitudes y posiciones. Por ello, necesitamos vacunarnos contra el virus mortal, para la mente y el espíritu, de los medios masivos de comunicación. Cuarto: Nuestra fe nos demanda buscar la paz mundial antes que cualquier interés particular. Jesús insiste: “...busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas, las demás cosas les serán añadidas”(Mat. 6:33). Dios no creó este planeta con mapas y fronteras, banderas e himnos nacionales. Estas realidades, para muchos sagradas, son resultados absurdos del pecado humano. JesuCristo no criticó ni alabó estas divisiones, simplemente fue más allá de ellas. Cuando entramos en acuerdos con ideologías o proyectos nacionalistas, el Evangelio es manipulado. Nuestra prioridad es el reino de Dios, su paz y su justicia. Quinto: Nuestra fe nos demanda compadecernos ante todo tipo de sufrimiento humano. “Jesús, viendo las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban desamparadas como ovejas sin pastor”(Mat. 6:34). En la guerras nadie gana. El resultado es sufrimiento generalizado. Para evitar el dolor fruto de todas las guerras, debemos hacernos extremistas del amor, por la paz y la no violencia. La enseñanza central de esta bienaventuranza, es que la dicha verdadera está en la búsqueda constante de la paz con Dios, y con todos nuestros semejantes. Nuestro personaje bíblico ejemplar por bienaventurado es Bernabé. Fue un pastor y misionero destacado de la iglesia primitiva. Levita de la isla de Chipre, un judío de la diáspora. Su nombre original era José. Los apóstoles lo cambiaron por Bernabé (Hch. 4:36), del griego Bärnabăs = “hijo de exhortación” o “hijo de consolación” (4:36-37). Se lo dieron quizás, por su espíritu de colaboración y cuidado de los demás (9:27). Tenía una pariente en Jerusalén llamada María, la madre de Juan Marcos (Hch. 12:12), de quien Bernabé era primo (Col. 4:10). No fue uno de Los Doce pero, también como Pablo, recibe de Lucas el título de apóstol. Es uno de los creyentes que el NT menciona, cuando vende su tierra y entrega todo el precio a los apóstoles. Es considerado "un hombre bueno, lleno del Espíritu Santo y de fe". Por su ministerio, "un gran número de personas aceptó al Señor"(11:24). Bernabé fue un pacificador y, por ello, un bienaventurado. Dios lo usó para resolver múltiples tensiones y conflictos en la iglesia primitiva, por lo menos en cuatro situaciones distintas: Primero: Bernabé fue un pacificador fructífero, entre una persona y un grupo: Saulo de Tarso vive su glorioso encuentro con JesuCristo resucitado, y le rinde su vida. Llega a Damasco. Pablo comparte allí su testimonio de conversión, vive su primera experiencia de comunión cristiana, y comienza a predicar a JesuCristo en las sinagogas de Damasco (Hch. 9: 1-12). Allí, la mayoría de los judíos no habían creído aún en JesuCristo. El recién llegado, persuasivo predicador y maestro, era todo un peligro. Por eso intentan eliminarlo, y Saulo debe escapar a Jerusalén, donde trata de reunirse con los discípulos. Pero aún los apóstoles, le temían. Es cuando aparece en escena Bernabé. Toma a su cargo a Saulo, lo lleva ante los Doce, y les interpreta la experiencia transformadora de Pablo con JesuCristo. Logra así que los apóstoles acepten y reciban, a quien sería una de las figuras más prominentes del cristianismo primitivo (Hch. 9: 23-28). Sin el apoyo de Bernabé, Pablo quizás hubiera terminado asesinado en alguna callejuela de Jerusalén. Esta es su primera acción pacificadora, nada menos que entre Pablo y Los Doce. Dios usa a Bernabé, como un pacificador activo. Segundo: Bernabé fue un pacificador pastoral entre grupos étnicos diferentes. La persecución que siguió en Jerusalén, después del martirio de Esteban (Hch. 8:1; 11:19), dispersó a gran número de creyentes. En Antioquía surge entonces, sin la presencia inicial de ningún apóstol, una iglesia clave. Esta habría de ser un baluarte para la evangelización del mundo no judío. Allí se reitera lo novedoso: la evangelización y -aunque no se menciona, pero resulta obvio- el bautismo de no judíos o gentiles (11: 19-24). El avivamiento entre gentiles en Antioquía, crea gran sorpresa y un serio interrogante para Jerusalén ¿Acaso el Evangelio era también para los no judíos? Bernabé, gran observador, es el único enviado por Jerusalén, para evaluar la validez del movimiento cristiano en Antioquia (11:22). Al llegar, se regocijó en lo que vio y entendió, como una genuina obra redentora de Dios. El desarrollo de una iglesia mayormente gentil como Antioquia, proporcionaba la base la obra misionera al resto del mundo. Pero la presencia de otros grupos étnicos, arriesgaba la buena relación con los cristianos judíos, tanto en Antioquía como en Jerusalén. Como prevención, Bernabé reclutó a Pablo, un judío cristiano, para ayudarle a discipular a los nuevos creyentes en Antioquia. Bernabé fue aquí un pacificador preventivo. Tercero: Bernabé fue un pacificador testimonial, entre dos iglesias claves. La iglesia de Antioquía era un contraste con la de Jerusalén. La congregación antioqueña tenía una gran diversidad. Antioquía era entonces una gran metrópoli, un contexto plural, de gran intercambio de ideas y culturas, costumbres y religiones. Tenía una gran comunidad judía y una bella sinagoga que atraía a muchos paganos. No es extraño que hubiera muchas gentes interesadas en el Evangelio, y que la iglesia aprovechaba para predicarles. La Iglesia de Jerusalén fue la primera congregación cristiana en la historia. Ya había tenido su momento. Antioquía constituía un centro evangelístico internacional, en ebullición y crecimiento, cuando se iniciaba una nueva era, con el desafío misionero mundial. El contraste era grande, y el conflicto surgió. Eran dos visiones: la tradicional, etnocéntrica y nacionalista de Jerusalén, y la desafiante, por universal y misionera de Antioquía. Esto derivó en el Concilio de Jerusalén, donde: “toda la asamblea guardó silencio. Y escuchaban a Bernabé y a Pablo, mientras contaban cuántas señales y maravillas Dios había hecho por medio de ellos entre los gentiles”(Hch. 15:22). Sin desmerecer a Pablo, quien era más reciente que Bernabé en el liderazgo, destacamos aquí el rol pacificador de Bernabé. Este y Pablo clarifican y confirman, con los hechos de su ministerio, el carácter universal del Evangelio. (15:12) Su testimonio propició el diálogo, resolvió el conflicto, y dio el empujón oficial, para la gran expansión de la fe en el primer siglo. Cuarto: Bernabé fue un pacificador entre colegas ministeriales: Dijimos que la reconciliación exige confrontación. Bernabé lo había entendido muy bien. El y Pablo confrontaron a los no creyentes gentiles con el Evangelio, a los creyentes judaizantes con la verdad, y a muchos otros cristianos y cristianas con interpretaciones bíblicas apropiadas. El valor para confrontar expone a quien intenta pacificar, a malas interpretaciones, rechazo e impopularidad. Pero quien así pacifica, es un canal por medio del cual Dios obra, para producir el arrepentimiento y la reconciliación. Confrontar desde el Evangelio no es odiar, sino amar de verdad. El mencionado Juan Marcos es considerado como autor del evangelio con su nombre. María, su madre, tenía una buena posición económica, pues poseía una amplia casa, donde se reunían los discípulos en Jerusalén (Hch. 12:12-17). Bernabé y Pablo, de regreso de una misión en Jerusalén (12:25), se llevaron a Juan Marcos a Antioquía. Poco después, al partir hacia Chipre en su primer viaje misionero, fueron acompañados por este joven. Juan Marcos fue ayudante de Bernabé y Pablo, que eran mayores que él (13:5). Cuando llegaron a Perge de Panfilia, Juan Marcos los abandonó sin explicación o razón conocida, y volvió a Jerusalén (13:13). Como consecuencia, Bernabé y Pablo continuaron solos. Pablo consideró a Juan Marcos un desertor. Cuando Bernabé lo sugirió como compañero para el segundo viaje misionero, Pablo rechazó la idea (13:38). Esto produjo quizás no un conflicto, pero sí un desacuerdo, y la separación de ambos. Bernabé llevó a Juan Marcos a Chipre, y Pablo continuó en compañía de Silas. Años más tarde, el NT sugiere que las diferencias, especialmente entre Pablo y Juan Marcos, habían desaparecido. Este último reaparece, acompañando al mismo Pablo en su cautiverio en Roma (Col. 4:10), como miembro del equipo ministerial del apóstol (Film. 24). Este, poco antes de su muerte escribe elogiando a Juan Marcos (2Tim. 4:11). La persona pacificadora está dispuesta a confrontar, tanto a gentes enemigas como amigas. Bernabé confrontó a Pablo acerca de Juan Marcos. Por ello, fue temporalmente herido, por la separación de quien fuera su mejor colega y amigo. Más tarde, y muy posiblemente gracias a la actitud y acción del mismo Bernabé, Pablo y Juan Marcos se reconciliaron y ministraron juntos. Enseñanzas para nuestras vidas Bernabé ha sido y es un buen ejemplo de la espiritualidad cristiana pacificadora. Además de lo ya compartido, y para nuestra futura consideración, solo destacamos que los cristianos y cristianas pacificadores son quienes, como Bernabé: Primero: Poseen testimonio y fe intachables. Bernabé "era un varón bueno y lleno de fe.”(Hch. 11:24a). Segundo: Actúan bajo unción espiritual. Bernabé estaba “…lleno del Espíritu Santo…”(24b). Tercero: Producen frutos. A través del ministerio de Bernabé, “un gran número de personas aceptó al Señor”(24c). Cuarto: Comunican consuelo y esperanza. Es el caso de nuestro personaje, “…. a quien los apóstoles llamaban Bernabé, que significa: Consolador o Hijo de Consolación”(Hch. 4:36). La palabra griega parakaleo = “consolar”, “alentar” o “exhortar”, viene de la misma raíz que Jesús utilizó para describir al Espíritu Santo cuando dijo, "Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador”(Juan 14:16). Siempre que Bernabé se menciona en la Biblia, es en relación a una actividad de ánimo, de consolación o de esperanza. Los bienaventurados y dichosas por ser pacificadores, son agentes de Dios para la unidad de la familia y la iglesia, la comunidad y la sociedad, la humanidad y la creación. Por ello, pacifismo militante y misión cristiana caminan de la mano. Si te interesa conocer más sobre las bienaventuranzas, haz click en: Osvaldo L. Mottesi, Monte y misión. La ética transformadora de Jesús. El Paso: Mundo Hispano, 2022. |