RECUERDOS EVANGELÍSTICOS
OSVALDO L. MOTTESI Fue a inicios de marzo de 1977. Ocho meses después de nuestro regreso a Costa Rica para ocupar el decanato del Seminario Bíblico Latinoamericano. Se iniciaba el año académico en la prestigiosa Universidad de Costa Rica. Fui invitado por el Movimiento Estudiantil Cristiano Costarricense a iniciar el ciclo lectivo con una conferencia. Eran tiempos de efervescencia marxista revolucionaria en los recintos universitarios de toda América Latina. Y Costa Rica no era la excepción.
Mi tema fue: “Porqué lloré en Moscú”. Aquel título llenó por completo el auditorio de estudiantes y docentes, en especial mucha juventud con ideales revolucionarios. Hubo que incorporar un circuito cerrado de TV, para los muchos que habían quedado fuera del recinto. La misma estrategia, ya usada con ese mismo título y tema en Bogotá, Colombia, había vuelto a dar excelentes resultados evangelísticos. En aquella conferencia, como un joven profesor y pastor, enfaticé que mi mente y corazón habían llorado en mi reciente viaje a la entonces Unión Soviética. Llanto ante el ciego ateísmo marxista. Ateísmo que, paradojalmente, había bebido de la tradición judeo-cristiana sus más preciadas convicciones de justicia social. Tradición bíblica con sus insuperadas enseñanzas sociales. En ellas se habían formado Marx y Engels, los padres del marxismo, quienes luego negaron a Dios, su mayor inspirador. Como en la Universidad Javeriana de Bogotá en 1968, también en San José decenas entregaron sus vidas a JesuCristo. Todo fue fiesta y gratitud a Dios. Un joven periodista de un canal de TV me entrevistó. Fue al calor del evento, mientras bajaba del podio. Luego de presentarse como un fiel creyente, me hizo una aguda pregunta: “Dr. Mottesi, gracias por su conferencia, etc., etc. Mi pregunta, en nombre de toda nuestra audiencia es esta: Supongamos que usted, hacia el final de su vida comprueba científica e irrebatiblemente que Dios, la Biblia y todo lo que nos ha compartido hoy, no son la verdad. Es decir, que toda su vida, su educación y su esfuerzo se dedicaron a divulgar algo equivocado. ¿Cómo se sentiría usted?”. Con la energía de la juventud y la guía del Espíritu Santo contesté: “En ese caso me sentiría plenamente satisfecho de haber enseñado el amor en lugar del odio; el haber ayudado a muchos a abandonar la mediocridad y vivir en plenitud. Estaría en paz conmigo mismo y con la vida, por haberla dedicado a la verdad, con o sin Dios, con o sin Biblia, con o sin religión. Me sentiría realizado de haber servido a la verdad del amor que todo lo puede y todo lo logra”. Pero le agregué también “al tiro”, que su pregunta era en sí misma una fantasía total. “Porque sí existe la verdad. Y la verdad no es una teoría ni una fórmula, ni una ideología. La verdad es una persona: JesuCristo. Quien afirmó Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Aquel muchacho periodista era el hoy Honorable Lic. Eduardo Araya, miembro de la Suprema Corte de Justicia de Costa Rica, y Anciano Gobernante de la Iglesia Bíblica de Zapote, con quien me hice un gran amigo. Pero lo mejor de todo fue que al siguiente domingo esa misma iglesia que yo pastoreaba, se llenó de gente que quería conocer más acerca de La Verdad de Dios. Hoy estoy totalmente convencido que todo esto fue uno de los factores del avivamiento espiritual en Zapote, que llevó a las aguas del bautismo a 187 jóvenes y adultos en menos de dos años. Es que sólo la verdad, la verdad sin dobleces, la verdad que no admite ni permite dudas, la verdad auténtica, es un poder transformador, del presente y del futuro, de la persona y de la sociedad. Por eso JesuCristo, desde el corazón del Evangelio nos habla y nos dice ayer, hoy y siempre: Yo soy el camino, la verdad y la vida |