RUTH, LA MUJER MIGRANTEALEJANDRA ORTIZRuth es la historia de cualquiera de nuestras mujeres migrantes, en época de caudillos, de personas que solo se preocupan por el poder, por servirse a sí mismos… En tiempos así, el campo sufre, hay escasez y las familias migran.
Una familia judía migró a Moab, una tierra a la que no irían por simple deseo. Allí creció la familia, se casaron los hijos con mujeres extranjeras, Ruth y Orfa, pero después los hombres murieron. Ambas mujeres quedaron desprotegidas. Noemí escuchó que las cosas iban mejor en su tierra y emprendió el regreso, un difícil retorno. Ruth, la moabita se aferró a su suegra y regresó con ella. La historia nos dice mucho. No es un relato de amor solamente; nos cuenta de un hombre compasivo, justo y piadoso llamado Booz. También nos habla de mujeres en extremo vulnerables, pero con cierta esperanza.
En realidad, esta historia así es más común y cercana de lo que nos gustaría reconocer. Es la historia de la mujer que podemos encontrarnos recién deportada y que perdió a su familia, o de la migrante centroamericana que huye de contextos de violencia y hambre, y hasta de aquellas y aquellos que vagan por las calles de Tijuana en busca de comida, protección y trabajo. Es la historia de mujeres como Noemí sumidas en amargura, o de mujeres como Ruth, con esperanzas frágiles y vulnerables. En historias como éstas, en medio de la tragedia humana, Dios se inserta. Ese es su carácter revelado desde el principio y confirmado en Jesús. Es el Dios que se muda al vecindario, que cuida de los desprotegidos, que mueve a su pueblo para transformar las realidades de opresión e injusticia para los más débiles. En la historia de Ruth, Dios está presente en esta mujer moabita que permanece a lado de una mujer que sufre y comparte el dolor. Él seguramente acompaña a Noemí en su amargura y se deja ver en la piedad de Booz quien hace todo lo posible por rescatar y redimir a las dos viudas migrantes, la judía y la extranjera. Dios como héroe de la historia no es un “rockstar”. Muchas veces es la presencia sencilla y humilde del que tiende un plato de comida, del que escucha y acompaña, del que hospeda y del que lucha por transformar las estructuras injustas en lugares donde que florezca la dignidad humana. Ahí está Dios, de manera sencilla y contundente. Dios nos sorprende porque aparece en donde no le esperamos y nosotros nos empeñamos en no mirar. Ruth, la moabita no tenía un lugar en la historia de Dios, no le correspondía, pero al final del pequeño libro, ella aparece en la genealogía de Jesús. Así es Dios, Él va cumpliendo sus propósitos en la historia y en el proceso va transformando las tragedias humanas en lugares para la esperanza. Ruth, quien no era del pueblo de Dios fue compasiva y valiente y la Biblia nos cuenta su historia. Tendemos a no prestar atención a sus orígenes, pero es importante porque muchos en nuestro mundo y en nuestra ciudad hoy están en la situación de Ruth y están buscando a Dios. Muchos hoy luchan por su dignidad, haciendo lo que pueden por la gente que sufre. La realidad de los deportados, de las mujeres migrantes victimas de trata y de los menores no acompañados, son hechos que nos competen, porque a Dios le importan, porque Dios no es ajeno y porque el Dios en quien creemos está ahí, invitándonos a insertarnos en su historia. Dios aparece en este tipo de historias y cambia las realidades. Dios inserta a mujeres extranjeras y migrantes al centro de su historia y transforma el futuro en esperanza. Alejandra Ortizes de Tijuana, México y comparte la vida con Abdiel. Es Licenciada en Historia y estudia Teología en Regent College en Canadá. Trabaja como obrera estudiantil a tiempo completo en Compa, México, pero actualmente se encuentra en sabático de estudios.
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