THOMAS PHILLIPS: POBREZA, RIQUEZA Y ÉTICA CRISTIANA
Entrevista con la revista digital Estudios Evangélicos
Thomas Phillips es profesor de Nuevo Testamento en la Universidad Nazarena de Point Loma, California. Se especializa en cuestiones de riqueza y pobreza en el Nuevo Testamento y es autor, entre otras oublicaciones, de Reading Issues of Wealth and Poverty in Luke-Acts, Studies in Bible and Early Christianity, vol. 48. Lewiston: Edwin Mellen Press, 2001.
¿Hay algún texto de la Biblia que de modo particular venga a su mente en tiempos de crisis financiera?
Sí. En todo momento es el mismo conjunto textual el que se viene a mi mente. Y se trata de una pregunta. En Lucas 3:10-14, cuando la gente responde al mensaje de Juan el Bautista, le preguntan “¿entonces qué tengo que hacer?” Según mi parecer, ésta es la pregunta central para la reflexión cristiana en torno a las condiciones económicas – la pregunta de la ética. La respuesta va a variar en relación a las condiciones históricas de la pregunta, pero la preocupación central del cristianismo siempre es moral: cómo debo responder yo a las condiciones económicas alrededor de mí. La respuesta está históricamente condicionada, pero sus elementos centrales siempre deberían girar en torno a una preocupación por los otros y una resistencia frente a la autoindulgencia (como de hecho ocurre en este pasaje). La Biblia nos da un fuerte imperativo moral en relación a la pobreza. ¿Cómo ve usted la relación entre la pobreza y otras preocupaciones morales en el Nuevo Testamento? ¿Cómo está integrada la preocupación por la pobreza con otras preocupaciones? Ésa es una pregunta importante. Tal como yo lo entiendo, la norma ética central para la fe y práctica cristiana es el amor. Este amor opera en muchas áreas, y aliviar la pobreza es una de esas áreas. No es ni más ni menos importante que otras expresiones del amor cristiano. Sin embargo, el aliviar la pobreza se distingue de muchas otras preocupaciones morales por su naturaleza corporativa. Reducir la pobreza no es algo que pueda ser practicado como una cuestión de piedad individual, ni tampoco como un cuidado cuya práctica se dirija sólo hacia dentro de la comunidad cristiana. Reducir la pobreza –esto es, amar a los pobres- es un imperativo inherentemente político. Actuar a favor de los pobres es algo que llama a los cristianos a trabajar junto y dentro de las estructuras políticas de este mundo –a veces en cooperación con dichas estructuras y a veces desafiando a dichas estructuras. Si la Biblia nos da un imperativo moral, pero no nos da soluciones ni respuestas unívocas sobre cómo lidiar con la pobreza y la riqueza, obviamente necesitaremos buscar cierto conocimiento experto en otra parte. ¿Hay algún mínimo de cultura económica que todos deberíamos tener? ¿Por dónde deberían partir los cristianos que busquen tal conocimiento? Es bueno comenzar con los dos pensadores que son los polos fundacionales del pensamiento económico contemporáneo: Karl Marx y Adam Smith. En términos más contemporáneos considero útiles a Jeffery Sachs y Mike Davis. Ambos están fuertemente comprometidos con la reducción de la pobreza, pero desde orientaciones ideológicas muy distintas. Usted ha dedicado la mayor parte de su trabajo profesional a preguntas sobre pobreza y riqueza en la Biblia. ¿Qué otros libros cristianos han sido especialmente significativos para el desarrollo de su pensamiento en torno a estos temas? Muchos de los sermones de John Wesley me siguen remeciendo. Más recientemente me han resultado importantes las obras de Ron Sider, Jim Wallis y Michael Prior. ¿Qué clase de consejo daría a cristianos que estudian en las áreas de la economía y los negocios, y que quieren aprender a mirar su campo de estudio y trabajo con ojos cristianos? Siempre hagan dos preguntas: ¿Cómo se produce riqueza? ¿Cómo se distribuye riqueza? Si el problema es la pobreza, no hay otra solución que producir riqueza; pero la solución no será meramente producir riqueza adicional. Desgraciadamente la mayor parte del pensamiento económico contemporáneo está centrado de modo exclusivo en alguno de estos polos, como en la producción de riqueza (capitalismo) o en la (re)distribución de la misma (comunismo). Los cristianos tienen que pensar más allá de tales categorías. Como norteamericano deseo añadir una nota final. Lo siento. Me arrepiento públicamente por el fracaso de la iglesia norteamericana, en particular la evangélica, en la tarea de argumentar de modo poderoso y sostenido a favor de mayor justicia en el mundo. Somos el pueblo más rico en jamás haber vivido en esta tierra, pero demasiadas veces hemos actuado, votado y hecho negocios sólo con nuestros propios intereses en mente. Como miembros del Reino, los cristianos norteamericanos deberíamos haber insistido en una renovada justicia para todos en lugar de continuar protegiendo nuestros privilegios y ventajas. Yo al menos estoy consciente de este pecado. A través de mi voz, voto, poder de compra e influencia, espero rechazar el ethos dominante de la avaricia norteamericana. Junto a otros he visto el error de nuestro modo de vida, y nos arrepentimos. |