TRAS UNA COMUNIDAD HEMENÉUTICA
JUAN STAMSi el predicador tiene el hábito de escudriñar las Escrituras y los recursos que utiliza para su estudio, el pueblo al que sirve también aprenderá a examinarlo todo con una hermosa mezcla de apertura y espíritu crítico.
Es importante darnos cuenta de que podemos abordar cualquier libro con diferentes tipos de «lectura». Leo una novela o un libro de poesía, por ejemplo, por el simple placer de su lectura. De manera muy diferente leo un texto de química o de teología, y de forma parecida, pero con importantes diferencias, un libro de historia. Esos tipos de lectura requieren más cuidado, más atención y más análisis. Asimismo, existen diferentes niveles de lectura de la Biblia. Sin duda, el nivel más común, y con el que todo cristiano comienza su experiencia bíblica, es la lectura devocional o inspiracional. En este nivel, leemos la Biblia en busca de alimento espiritual personal, de frases y promesas que nos animan y textos que nos fortalecen. Un segundo nivel, en que buscamos entender mejor nuestra fe, es el de la lectura doctrinal de la Biblia. En él buscamos versículos, o mucho mejor, pasajes, que nos aclaren las verdades de nuestra fe. Otro nivel, poco atendido pero de hecho muy importante, es la lectura histórica, que descubre a través de toda la Biblia la larga historia de la acción de Dios para nuestra salvación. Idealmente, todos estos niveles de lectura deben regirse por el enfoque exegético, que busca en todo momento, hasta dónde sea posible, descubrir el mensaje original que el autor inspirado comunicaba a los receptores originales de la Palabra. En esto, el ejemplo de los bereanos debe inspirarnos: «Éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así» (Hch 17.11). «Escudriñar», por supuesto, significa «estudiar cuidadosamente», analizar, quemarse las pestañas. Iban más allá de una lectura devocional del texto bíblico a una interpretación doctrinal, histórico-salvífica (ese es el mensaje de Pablo. Hch 17.3) y exegética. A diferencia de los líderes de la sinagoga en Tesalónica (17.19), los bereanos escuchaban con una hermosa mezcla de apertura, sin rechazar el mensaje antes de escuchar, y espíritu crítico (ante la enseñanza de Pablo, nada menos, «¡a ver si es así o no!») Aquí también viene al caso la exhortación del mismo Pablo: «sométanlo todo a prueba, aférrense a lo bueno» (1Ts 5.21 NVI). En el contexto Pablo está hablando del don de la profecía. Los creyentes tesalonicenses no debían apagar al Espíritu ni despreciar las profecías (5.19-20), pero tampoco «tragárselas» ingenuamente sólo porque pretendían ser palabra revelada. Eso se aplica también a la interpretación bíblica y a muchas otras enseñanzas: no debemos rechazar algo sin haberlo examinado; o tener una mente cerrada desde antemano; pero tampoco debemos creer algo sin examinarlo primero, sólo porque alguien lo ha dicho (¡ni San Pablo!). Sobre el mismo tema instruye Pablo que cuando hablen los profetas en el culto, «que los demás examinen con cuidado lo dicho» (1Co 14.29). Si los bereanos examinaron con sumo cuidado las enseñanzas de Pablo, y él mismo exhorta a los tesalonicenses y a los corintios a proceder de igual manera con las profecías, ¡cuánto más debemos escudriñar cuidadosamente hoy cada interpretación de la Palabra de Dios que nos llega! Ningún pastor ni ningún maestro debe ofenderse sólo porque los hermanos y las hermanas cuestionan su enseñanza. Más bien, la congregación debe ser una comunidad hermenéutica donde todos aprenden a interpretar correctamente el mensaje de las Escrituras y el significado de la fe. Para este nivel se requiere un cuidado especial con algunas biblias anotadas. Las notas al pie de la página no deben confundirse ni equipararse con el texto inspirado que va arriba. Las notas legítimas se limitan a aclarar fielmente el sentido de las palabras del texto y el mensaje original del pasaje, pero no deben imponer sobre las Escrituras sistemas y esquemas que son de fabricación humana. El resultado de esta mentalidad abierta pero sanamente crítica es una hermosa virtud: ¡la nobleza! (Hch 17.11). Los tesalonicenses se cerraron a la verdad y se enojaron, o sea, no procedieron en nada con nobleza. Los bereanos escucharon con respeto y atención, compararon todas las enseñanzas bíblicas, y estaban dispuestos a aceptar la verdad. ¡La Palabra de Dios los hizo nobles! Juan Stamnació en EUA, pero se naturalizó costarricense, Doctor en teología por la Universidad de Basilea, Suiza. Por muchos años fue profesor del Seminario Bíblico Latinoamericano (hoy Universidad Bíblica Latinoamericana), de la Universidad Nacional Autónoma de Costa Rica, de otras instituciones teológicas de ese país, y como profesor visitante en numerosas instituciones de varias naciones. Es autor de muchos artículos y varios libros, en especial, el comentario en cuatro volúmenes al Apocalipsis de la serie Comentario Bíblico Iberoamericano.
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