TRES BASES TEOLÓGICAS DE LA PREDICACIÓN
ANDRES REIDEn su libro “Speaking God's Words: A Practical Theology of Preaching” el ministro australiano Peter Adam sugiere que la predicación descansa sobre tres bases teológicas. Como un taburete de tres patas, las necesitamos las tres – el quitar solo una de ellas nos privará de una base estable sobre la que asentar la predicación. Los tres pilares doctrinales mencionados por Adam son: 1) “Dios ha hablado”; 2) “Escrito está” y 3) “Predica la palabra”; o sea, tienen que ver con las doctrinas de la revelación, la inspiración y la predicación.
La primera de las patas mencionadas por Adam quizás no nos parezca necesario tratarla. Todo creyente cristiano creerá que Dios ha hablado. Pero la realidad es que hay crecientes dudas en torno a la certeza y la claridad con la que podemos entender lo que Dios nos ha querido transmitir. Para mí ha sido muy útil ver cómo estas dudas se relacionan con nuestra idea de Dios. Típicamente se presentan estas cuestiones como dudas acerca de la capacidad humana de saber con certeza. Pero el creyente cristiano que acepte el retrato que la Biblia nos da acerca de Dios tiene una base firme sobre la que apoyarse. Es verdad que ningún ser humano puede escaparse de su propia perspectiva, y ésta es limitada e imperfecta. Pero la información que tenemos acerca de Dios no surge de un proyecto humano de acercamiento y estudio de Dios. Al contrario, nos llega por revelación divina de parte del Dios que sabe comunicarse perfectamente. Dios nos ha creado a su imagen, lo que incluye la capacidad de comunicarnos y de entendernos y, especialmente, de entender lo que Él nos quiere transmitir. Además, es enormemente alentador pensar que el mismo Espíritu de Dios que supervisó todo el proceso de la escritura de la Biblia también está con nosotros para ayudarnos a entender lo que quiso decir entonces y lo que nos quiere decir hoy a través de estos escritos. Con esto damos un paso más allá del capítulo de Adam – Dios ha hablado pero también Dios habla. ¿Cómo evaluamos la capacidad de expresarse de Dios? ¿Nos parece que tiene dificultades para expresarse bien? ¿Tenemos serias dudas de que pueda conseguir que captemos lo que nos quiso transmitir? En cuanto a la segunda pata, de nuevo Peter Adam desarrolla con cuidado un punto muy básico, pero que muchas veces es pasado por alto. Dios se reveló en el pasado, pero también dio orden de que esa revelación fuera escrita para que sirviera para las generaciones posteriores. Por esto la Escritura, desde el comienzo, tuvo dos audiencias – la contemporánea de aquel entonces y la futura desde la perspectiva del autor. Dios se reveló a Moisés y a los israelitas en el Monte Sinaí, pero a la vez mandó que sus palabras fueran escritas para el futuro. Jehová dijo a Moisés: Escribe tú estas palabras; porque conforme a estas palabras he hecho pacto contigo y con Israel (Ex. 34:27). Hay muchos aspectos misteriosos del proceso exacto por el cual Dios transmitió a los autores bíblicos su revelación. Asimismo hay mucha información que nos gustaría tener sobre el proceso por el cual muchos de estos libros llegaron a tener su forma final. Pero lo que sí queda claro es que los escritos posteriores conceden plena autoridad a los que los precedieron. Los escritores del Nuevo Testamento demuestran una plena convicción de que Dios había hablado (y hablaba) por los textos del Antiguo Testamento. Hace ya un siglo que B. B. Warfield hizo sus estudios cuidadosos de las citas del Antiguo Testamento en el Nuevo. En un artículo agrupaba estos textos según la fórmula que los introducía. En un primer grupo estaban textos como estos: “La Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones” (Gá. 3.8), y “La Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder….” (Ro. 9:17). En ambos casos – tanto en los tiempos de Abraham como de Faraón – la Escritura todavía no existía. Según Génesis 12:3 y Éxodo 9:16 fue Dios quien dijo estas cosas. Por lo que para los escritores neotestamentarios lo que “la Escritura dice” es lo que Dios dice. Caso inverso se da en otros pasajes como Hechos 4:24-25: “Tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay, que por boca de David tu siervo dijiste: ¿Por qué se amotinan las gentes…”. Aquí tanto para los apóstoles como para el autor Lucas “lo que Dios dice” es lo que dice la Escritura, en este caso el Salmo 2. Con esta visión de las Escrituras la tarea del predicador se aclara. El contenido de la predicación debe ser el contenido de la Biblia. El predicador debe decir lo que la Biblia dice porque la Biblia dice lo que Dios dice. El tener esta convicción clara concede autoridad a la predicación. Ya nos hemos adentrado en el área de la predicación en sí, la tercera pata del taburete. ¿Se puede prescindir de la predicación? La respuesta que demos a esta pregunta dependerá de lo que pensemos en relación a otra: ¿de quién fue la idea de la predicación? ¿De la iglesia medieval? ¿De la iglesia primitiva, que al no tener otros medios tuvo que contentarse con este método de llegar a la sociedad? Peter Adam contiende que no – que la idea de la predicación es de Dios. Moisés fue el primer gran predicador en la historia del pueblo de Dios, y fue llamado y comisionado por Dios para transmitir el mensaje de Dios a su pueblo. Después de Moisés vendrían otros profetas – como ya fue predicho por Dios (Dt. 18:15-22). Luego vendrían Juan el Bautista y el Señor Jesús mismo, cuyo ministerio principal antes de su obra expiatoria en la cruz es descrito así por los evangelistas: “Jesús vino a Galilea predicando…” (Mr. 1:14), “Jesús iba por todas las ciudades y aldeas predicando y anunciando el evangelio” (Lc. 8:1). Cristo estableció sus apóstoles “para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar” (Mr. 3:13). Les quedó clara su misión central, como vemos en el suceso narrado en Hechos 6. Y estos apóstoles a su vez formaron a otros como Timoteo, a quien Pablo transmite la comisión “Predica la palabra” (2 Ti. 4:2). La predicación no solo es necesaria, sino que ha sido comisionada por Dios. Si Dios ha hablado y fue Él que mandó escribir su revelación con la intención que desde el principio sirviera de base para un ministerio continuo de predicación, entonces tenemos una base firme para entregarnos a esta tarea. Si nos encontramos dudando de la necesidad o conveniencia del ministerio de la predicación, nos puede ser útil preguntarnos, ¿de qué pata cojeamos? Andres Reides el Coordinador de Formación Continua de la Escuela Evangélica de Teología, L’Ametlla del Vallès en Barcelona, España.
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