UNA IMPECABLE FIDELIDAD MISIONERA
OSVALDO L. MOTTESISermón predicado el 28 de abril de 2017 en Buenos Aires, Argentina, en el santuario de la Iglesia Presbiteriana San Andrés, durante la celebración del 40 aniversario del seminario FIET, el retiro de su fundador y rector Dr. Norberto Saracco, y la instalación del nuevo rector Lic. Carlos López.
Texto: Josué 24: 13-24 NVI
Este texto es, entre otras muchas cosas, un ejemplo excelente de lo que llamamos predicación dialogada. Es un diálogo fecundo entre el predicador y su pueblo. De este célebre sermón de Josué, hoy tan solo destacaremos su enseñanza central. Dice así: 13 Josué declaró: A ustedes les entregué una tierra que no trabajaron y ciudades que no construyeron. Vivieron en ellas y se alimentaron de viñedos y olivares que no plantaron”.14 »Por lo tanto, ahora ustedes entréguense al Señor y sírvanle fielmente. Desháganse de los dioses que sus antepasados adoraron al otro lado del río Éufrates y en Egipto, y sirvan solo al Señor. 15 Pero, si a ustedes les parece mal servir al Señor, elijan ustedes mismos a quiénes van a servir: a los dioses que sirvieron sus antepasados al otro lado del río Éufrates, o a los dioses de los amorreos, en cuya tierra ustedes ahora habitan. Por mi parte, mi familia y yo serviremos al Señor». 16 El pueblo respondió: ― ¡Eso no pasará jamás! ¡Nosotros no abandonaremos al Señor por servir a otros dioses! 17 El Señor nuestro Dios es quien nos sacó a nosotros y a nuestros antepasados del país de Egipto, aquella tierra de servidumbre. Él fue quien hizo aquellas grandes señales ante nuestros ojos. Nos protegió durante todo nuestro peregrinaje por el desierto y cuando pasamos entre tantas naciones. 18 El Señor expulsó a todas las que vivían en este país, incluso a los amorreos. Por esa razón, nosotros también serviremos al Señor, porque él es nuestro Dios. 19 Entonces Josué les dijo: ―Ustedes son incapaces de servir al Señor, porque él es Dios santo y Dios celoso. No les tolerará sus rebeliones y pecados. 20 Si ustedes lo abandonan y sirven a dioses ajenos, él se les echará encima y les traerá desastre; los destruirá completamente, a pesar de haber sido bueno con ustedes. 21 Pero el pueblo insistió: ― ¡Eso no pasará jamás! Nosotros solo serviremos al Señor. 22 Y Josué les dijo una vez más: ―Ustedes son testigos contra ustedes mismos de que han decidido servir al Señor.―Sí, sí lo somos --respondió toda la asamblea. 23 Josué replicó: ―Desháganse de los dioses ajenos que todavía conservan. ¡Vuélvanse de todo corazón al Señor, Dios de Israel! 24 El pueblo finalmente respondió: ―Solo al Señor nuestro Dios serviremos, y solo a él obedeceremos. Introducción:
1. Israel está iniciando una nueva etapa de su historia. Bajo el liderazgo carismático de Josué, ya Israel había conquistado, ocupado y repartido, entre las doce tribus, la tierra de la promesa. El contexto histórico de este texto es para mí realmente controversial. Pero de esta historia de violencias y batallas, de muertes y sangre, de destrucción y masacres, en medio de este verdadero problema moral irresuelto del Antiguo Testamento, hoy rescatamos lo decisivamente importante y permanente, esto es, la impecable fidelidad misionera de Dios. 2. En el capítulo 21 de este mismo libro hay un informe. Es un verdadero documento histórico. Este constituye un antecedente decisivo, que respalda el posterior discurso de Josué. Dice así: 43 Así fue como el Señor les entregó a los israelitas todo el territorio que había prometido darles a sus antepasados; y el pueblo de Israel se estableció allí. 44 El Señor les dio descanso en todo el territorio, cumpliendo así la promesa hecha años atrás a sus antepasados. Ninguno de sus enemigos pudo hacer frente a los israelitas, pues el Señor entregó en sus manos a cada uno de los que se les oponían. 45 Y ni una sola de las buenas promesas del Señor a favor de Israel dejó de cumplirse, sino que cada una se cumplió al pie de la letra. (Josué 21:43-45). 3. Por eso, Josué reitera, en su último sermón, la realidad del absoluto cumplimiento de cada una de todas las promesas de Dios a su pueblo. Desde que el Señor tomara a Abraham del otro lado del río Éufrates, pasando por la gloriosa liberación de la esclavitud de Egipto y la guía y provisión durante cuarenta años en el desierto, culminando esto con la victoria total en la conquista de la tierra; a través de todo y en todo, el Señor siempre había manifestado su impecable fidelidad. 4. Y aquella transición histórica decisiva, producida por el retiro de Josué, se realiza a través de dos grandes eventos públicos nacionales. El primero, que se describe en el capítulo 23, es el discurso de despedida del propio Josué. El segundo, relatado en el capítulo 24, y que hemos escogido como nuestro punto de partida, es también otro discurso del líder, durante la renovación del Pacto del pueblo con Dios en Siquem. ● Esta experiencia histórica de Israel nos confirma la impecable fidelidad misionera de Dios. Esta, hoy como ayer, nos explica el pasado, nos desafía en el presente y nos compromete con el futuro. I. En primer lugar, LA IMPECABLE FIDELIDAD MISIONERA DE DIOS NOS EXPLICA EL PASADO Josué declara al pueblo: Ustedes bien saben que ninguna de las buenas promesas del Señor su Dios ha dejado de cumplirse al pie de la letra. Todas se han hecho realidad, pues él no ha faltado a ninguna de ellas. (Josué 23:14b). ●Aquí, en el discurso de Josué en el pasado, el verbo clave es CUMPLIR. ● Y la expresión clave es FIDELIDAD DOCENTE. Fidelidad que explica y enseña. Fidelidad que es enseñanza, docencia que viene como una recordación motivadora. Es decir, la historia se hace maestra de la vida. 1. El viernes 1de abril de 1977 -¡hace exactamente 40 años y 4 semanas!- el joven estudiante pentecostal argentino Norberto Saracco defendía públicamente, en el entonces el Seminario Bíblico Latinoamericano de San José, Costa Rica, su tesis de Licenciatura en Teología. Esta se tituló -y aun no entiendo porque no fue en su momento publicada- “Praxis profética desde la dependencia y el cautiverio”. Este trabajo es un excelente análisis bíblico-teológico del ministerio profético-liberador de Jeremías. Como decano que yo era entonces de esa institución académica, tuve el privilegio de presidir aquella memorable mesa examinadora. 2. Pero la praxis profética a la que Dios había llamado a aquel Josué, argentino y pentecostal, pacífico y pacifista, era para una triple acción liberadora para su tiempo y su contexto. Uno: Liberar al pueblo pentecostal latinoamericano de aquel entonces, de la carencia de una formación ministerial integral. Dos: Liberar a la educación teológica tradicional de sus modelos, patrones y programas arcaicos, y Tres: Hacer de la formación ministerial un discipulado integral y accesible a todo, absolutamente todo el pueblo de Dios. Con esa triple visión, aquel muchacho regresó a la patria. Aquella triple visión liberadora es hoy la Facultad Internacional de Educación Teológica, el Instituto Teológico FIET, una misión fructífera en el mundo de habla castellana. Por eso hoy, por encima de todo otro detalle, celebramos cuarenta años de una doble impecable fidelidad misionera. La de Dios y la de sus siervos. 3. En toda la historia bíblica y a través del peregrinar de la Iglesia, Dios dio y da visiones a personas individuales y nunca a grupos humanos. Recibir una visión es un don de la gracia y propósito de Dios. No hay merecimiento personal alguno en tal experiencia. La visión viene de Dios, por la total iniciativa de su gracia. La visión la origina Dios, por causa y en razón de su misión. 4. Recibir una visión de Dios es, a la vez, un milagro y un misterio. Por eso, si somos realmente de corazón siervas y siervos fieles y no pretendidos héroes, heroínas o caudillos en la obra que es de Dios, recibiremos siempre una doble sorpresa. a. La primera es la sorpresa del milagro. Nos sorprende el milagro del nuevo horizonte que Dios abre delante nuestro. La visión, si es realmente de Dios y no fruto de nuestro capricho, es una verdadera epifanía. Es decir, una manifestación visible y/o audible de Dios, una revelación del Señor en nuestra vida. La visión es un milagro que nos sorprende. Quizás no será tan sorprendente como la epifanía o anunciación que la adolescente campesina María recibiera del ángel del Señor, al anunciarle que sería la madre de JesuCristo. Tampoco quizás sea solo en un evento, en una comunicación de una vez. Muchas veces es una revelación progresiva, que se manifiesta a través de un proceso de oración, estudio y reflexión. De todos modos, sea como sea, ocurra como ocurra, es un milagro. No somos nosotras o nosotros sus creadores, sino sus instrumentos. Y todo milagro, todo milagro nos sorprende. b. La segunda sorpresa es la del misterio. El misterio de ser las escogidas o los seleccionados para recibir una visión. La sorpresa de que Dios nos haya escogido a nosotros, tal cual somos, como somos, a pesar de lo que somos, para ser receptores o receptoras de tamaña responsabilidad misionera. Esta es misteriosa sorpresa que nos humilla y quebranta, que nos convoca a una dependencia plena de Dios, quien es el único autor de la visión. La sorpresa de venir a ser administradores ya no de lo rutinario, sino de lo nuevo, lo distinto de Dios para su pueblo y su misión. 5. En su origen, una visión puede ser tan solo un sueño, una simple aspiración personal. La clave absolutamente irreemplazable para que una visión se haga misión, es lograr que tal visión personal se transforme en una visión compartida. El sustantivo visión, sin el adjetivo compartida, se queda tan solo en sueño o idea, en aspiración o proyecto. Por eso Dios escoge lo humano ungido, para realizar lo divino prometido. Y es allí donde se demuestra el calibre espiritual, los dones y -entre estos- la infinita paciencia del verdadero liderazgo. Es allí donde se pone a prueba el don docente del liderazgo que recibe una visión del Señor. 6. El desafío de Dios, a quien recibe la visión, es transformarla en misión. Es sembrar la idea, enseñar que esa visión personal es el camino de Dios para todo el pueblo, en ese momento, en esa coyuntura específica en su vida y misión. Es la encomienda de transmitirla y compartirla, explicarla y enfatizarla, vendérsela -en el mejor sentido de la palabra- al pueblo, para que éste la adopte y se case con la visión para toda la vida. Y esa boda es para un matrimonio sin posibilidad alguna de divorcio. La visión se transforma en misión, misión espiritual, si es respuesta a una necesidad real en y para el reino de Dios. 7. Cuando una visión se transforma en misión, ello explica o mejor confirma la impecable fidelidad misionera de Dios. Una fidelidad santa y perfecta, sin mácula ni claudicación. Fidelidad sorprendente, que unida a nuestra fidelidad imperfecta, logra los milagros y portentos de la misión. Es lo que afirma, testifica Josué a su pueblo: “Ustedes bien saben que ninguna de las buenas promesas del Señor su Dios ha dejado de cumplirse al pie de la letra. Todas se han hecho realidad, pues él no ha faltado a ninguna de ellas”. (Josué 23:14b). Hoy FIET, la Facultad Internacional de Educación Teológica, al celebrar 40 años de ministerio, celebra por encima de todo, la impecable fidelidad misionera de Dios, y la de sus siervos. II. Pero en segundo lugar, LA IMPECABLE FIDELIDAD MISIONERA DE DIOS NOS DESAFÍA EN EL PRESENTE Josué continúa afirmando: 13 A ustedes les entregué una tierra que no trabajaron y ciudades que no construyeron. Vivieron en ellas y se alimentaron de viñedos y olivares que no plantaron”.14 »Por lo tanto, ahora ustedes entréguense al Señor y sírvanle fielmente. Desháganse de los dioses que sus antepasados adoraron al otro lado del río Éufrates y en Egipto, y sirvan solo al Señor. (Josué 24:13-14). ●Aquí la expresión clave es FIDELIDAD EXPECTANTE. Una fidelidad de Dios, mostrada y probada por cuarenta años, que hoy espera. Y esa espera es un tremendo desafío en el presente. ●Aquí, en el discurso de Josué, el primer verbo clave es ENTREGAR. Notemos otra vez: “A ustedes les entregué una tierra que no trabajaron y ciudades que no construyeron. Al afirmar tal doble entrega, Josué -a la vez- entrega su manto. Aquí no se menciona la figura bíblica del manto, que es un símbolo multifacético de liderazgo espiritual, pero el manto está omnipresente. 1. Entregar el manto. Es decir, ofrecer un legado, ofrendar una herencia bendita que solo se explica en y por una mutua fidelidad, la de Dios y la de sus siervos. Cuando se entrega un ministerio, no se entrega una propiedad, sino la historia de una visión en constante proceso de realización. ● Como lo hiciera también en el pasado y en otro contexto el rey David a la hora de su retiro personal, es afirmar, al entregar tal ofrenda ministerial, lo siguiente: “¡Bendito seas, Señor, Dios de nuestro padre Israel, desde siempre y para siempre! 11 Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder, la gloria, la victoria y la majestad. Tuyo es todo cuanto hay en el cielo y en la tierra. Tuyo también es el reino, y tú estás por encima de todo. 12 De ti proceden la riqueza y el honor; tú lo gobiernas todo. En tus manos están la fuerza y el poder, y eres tú quien engrandece y fortalece a todos. 13 Por eso, Dios nuestro, te damos gracias, y a tu glorioso nombre tributamos alabanzas. 14 »Pero ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que podamos darte estas ofrendas voluntarias? En verdad, tú eres el dueño de todo, y lo que te hemos dado, de ti lo hemos recibido”. Entregar el manto es un acto de sabiduría y humildad, realismo y esperanza. Es delegar lo recibido por la gracia de Dios y generado por su poder, a las nuevas generaciones. 2. Entregar el manto hoy es ofrendar un tesoro preciado. Queridos Norberto y Carmen Saracco: Ustedes hoy entregan el tesoro de una mutua e impecable fidelidad misionera. Aquí ustedes viven el testimonio del gran reformador de Bohemia, el checo Juan Huss. Fue él quien afirmó más de una vez: “El único tesoro que podemos brindar al Señor es nuestra fidelidad”. Al hacerlo, al entregar ustedes el manto, Dios espera que SU fidelidad y la vuestra sea retribuida nuevamente con la de quienes les siguen a ustedes, para que así continúe el milagro de la misión. ¿Y cuál es el milagro? ¡Es la misma misión! Esta es milagro del Espíritu Santo, que ha hecho, hace y hará de nuestras artesanías, su misión, misión divina. 3. Por eso aquí, en nuestra celebración de hoy, que es también gran un evento de transición, emerge -no literalmente del texto bíblico, pero sí de su enseñanza contemporánea- otro verbo clave. Este verbo es RECIBIR. ● Recibir el manto. Queridos Carlos y Miriam López: ustedes hoy viven esta extraordinaria experiencia. Hoy reciben el manto. Manto que hoy se llama Facultad Internacional de Educación Teológica. Esto implica recoger una herencia que los desafía a honrar las dos fidelidades que la misma representa. Es decir, la impecable fidelidad de Dios, y la fidelidad de sus siervos. 4. Cuando el rey David entregara formalmente el trono a Salomón, entregó con ello la comisión de algo aún más grande para el futuro de Israel. Y lo hizo con una oración de la cual parte hemos ya recordado. Esa misma plegaria debe ser hoy afirmación a la vez de despedida y bienvenida, de conclusión y continuación. Porque Carlos y Miriam López, ustedes son llamados también a vivir y testificar, proclamar y reiterar hoy: “11 Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder, la gloria, la victoria y la majestad. Tuyo es todo cuanto hay en el cielo y en la tierra. Tuyo también es el reino, y tú estás por encima de todo…y aquí va, Carlos y Miriam: “de ti procede todo cuanto hemos conseguido…”. (1 Cr 29: 11; 16). 5. Queridos Carlos y Miriam: el manto ha sido tejido a través de cuatro décadas de visión y misión, de alegrías y tristezas, de pruebas y victorias. Este manto fue muchas veces mojado con lágrimas. Este manto tiene ya mucha historia para la joven iglesia latinoamericana. Al recibirlo, la comunidad de fe los hace a ustedes como líderes, mayordomos responsables del presente y del futuro que este manto simboliza. Que Dios los bendiga y guíe, unja y use para su gloria. III. Pero en tercer y último lugar, LA IMPECABLE FIDELIDAD MISIONERA DE DIOS NOS COMPROMETE CON EL FUTURO Josué está concluyendo su gran sermón dialogado, con una tremenda exhortación: 5 Pero, si a ustedes les parece mal servir al Señor, elijan ustedes mismos a quiénes van a servir: a los dioses que sirvieron sus antepasados al otro lado del río Éufrates, o a los dioses de los amorreos, en cuya tierra ustedes ahora habitan. Por mi parte, mi familia y yo serviremos al Señor». 16 El pueblo respondió: ― ¡Eso no pasará jamás! ¡Nosotros no abandonaremos al Señor por servir a otros dioses! 17 El Señor nuestro Dios es quien nos sacó a nosotros y a nuestros antepasados del país de Egipto, aquella tierra de servidumbre. Él fue quien hizo aquellas grandes señales ante nuestros ojos. Nos protegió durante todo nuestro peregrinaje por el desierto y cuando pasamos entre tantas naciones. 18 El Señor expulsó a todas las que vivían en este país, incluso a los amorreos. Por esa razón, nosotros también serviremos al Señor, porque él es nuestro Dios. (15-18). ● Aquí la expresión clave es FIDELIDAD CONVOCANTE. Fidelidad que apela al compromiso del sujeto colectivo de la misión de Dios, a todo el pueblo del Señor, a continuar juntos en la visión, misión e identidad de la cual son parte. ● Por eso aquí hoy, otro verbo clave es VESTIR. Vestir el manto no puede ni debe ser el compromiso tan solo de quien o quienes lo reciben. Vestir el manto debe hacerse una verdadera experiencia colectiva. Es ahora no solo un compromiso personal, sino comunitario. El compromiso ayer fue de todo Israel. Ellos al unísono afirmaron: “nosotros también serviremos al Señor, porque él es nuestro Dios”. Esto debe traducirse hoy en: compartir una visión, una misión, y una identidad. A. Vestir el manto nos hace partícipes de una visión -la de siempre- enriquecida hoy con las experiencias de 40 años. 1. Esa visión fue forjada desde la más radical eclesiología neotestamentaria. Lo sepamos o no, lo aceptemos o no, nos guste o no, la inmensa mayoría de movimiento evangélico latinoamericano es -directa o indirectamente- fruto de la Reforma Radical del siglo XVI. Reforma que NO ES la Reforma Magisterial o Clásica liderada entonces por Lutero, Calvino y otros, que ha sido tan aclamada a través de la historia como LA Reforma. Nos referimos aquí a la radicalización bíblica de la mencionada reforma protestante tradicional; al movimiento espiritual generado simultáneamente entre los campesinos del sur de la Alemania del siglo XVI. Ese movimiento que desde hace ya décadas está siendo rescatado y reconocido como La Reforma Radical del siglo XVI. ¡Esas son nuestras raíces! 2. Cualquiera sea nuestro apellido confesional o denominacional, todas, todos aquellos que hoy creemos -entre otras convicciones- en el bautismo solo de creyentes, por lo tanto en la iglesia constituida solo por creyentes voluntarios, y en la separación de la iglesia del estado, provenimos directa o indirectamente de la Reforma Radical. La visión que parió a FIET, hunde sus raíces en el corazón del cristianismo radical. Es el que entiende a la iglesia como una comunidad de discípulos y discípulas de JesuCristo quienes, al obedecer el mandamiento del bautismo, reciben la ordenación al sacerdocio universal de todo el pueblo de Dios. De lo que resulta que todos, todas, somos ministros ordenados a las labores del Reino de Dios. B. Como resultado de esta visión, Vestir el manto nos hace partícipes también de una misión -la de siempre- desafiada hoy por las características de nuestro tiempo. 1. Esta misión es resultante de nuestra responsabilidad de ser todos, todas, ministros ordenados a las labores del Reino de Dios. Esta misión se propuso y propone hoy hacer accesible, de la mejor manera, una excelente formación ministerial a todo el pueblo de Dios. 2. Tal responsabilidad demandó, y demanda hoy más que nunca, que la misión de FIET siga adelante. Esa misión es la educación teológica, o mejor la formación ministerial, o mucho mejor el discipulado integral. Experiencia docente a partir del Reino de Dios y el señorío de JesuCristo, desde el marco de cada iglesia local, y para todo el pueblo de Dios. En otras palabras es continuar facilitando a todas, todos los creyentes a "crecer en todo...en Cristo" (Ef 4:15). Es lo que -para Pablo ayer y para FIET hoy- consiste en que vayamos tomando intencionalmente la forma de JesuCristo, y que JesuCristo se vaya formando por el Espíritu Santo en el carácter de cada hombre y mujer de Dios. C. Vestir el manto nos hace partícipes también de una identidad -la de siempre-amenazada hoy desde múltiples ángulos. 1. En nuestros días se habla mucho de identidad, ya sea sexual o de género, étnica o cultural. Aquí hablamos de la identidad central a nuestra humanidad, nuestra identidad cristiana por convicción y compromiso. Necesitamos afirmar con mente, corazón y voluntad, nuestra identidad como discípulos y discípulas de JesuCristo, con todo lo que esto implica. Hombres y mujeres cuya ciudadanía está en el Reino de Dios. Reino cuya utopía revelada en La Palabra, es lo que fertiliza nuestra fe y mueve nuestra conducta. 2. Frente a claudicaciones de todo tipo en el seno del cristianismo contemporáneo, somos llamados a afirmar con palabras y hechos -entre otras cosas- que la evangelización no es un proselitismo populista. La evangelización no es transferencia masiva de una religiosidad popular -católica o pagana- a una religiosidad popular “evangélica”. Porque evangelizar no es cambiar la virgen (con todo el respeto que nos merece esta espiritualidad tan genuina de nuestros pueblos), la virgen o los astros, las barajas del Tarot, o cualquier otro tipo de ídolo, por la Biblia cerrada Y NADA MÁS. La Biblia como un nuevo fetiche, Y NADA MÁS. ● Y esta no es una afirmación elitista o antipopular. ¡Todo lo contrario! Es sólo la convicción que animó y anima por más de medio siglo mi ministerio, y debe animar siempre a FIET. Esta es, que el divorciar la evangelización del discipulado es truncar el carácter integral del crecimiento cristiano en el ejemplo de JesuCristo. Aún más, es desobedecer la Gran Comisión, que coloca siempre juntos ambos mandamientos. Por eso: ayer, hoy y mañana, la tarea educativa de la Iglesia y por lo tanto la misión central de FIET, fue, es y será facilitar el discipulado integral de todo el pueblo de Dios, como el corazón mismo de la Gran Comisión. Concluyendo: 1. La impecable fidelidad misionera de Dios nos explica el pasado, nos desafía en el presente y nos compromete con el futuro. Su fidelidad docente se mostró y se muestra, se enseñó y se enseña a través de nuestras historias. Su fidelidad expectante aguarda hoy la correspondencia de nuestra fidelidad. Su fidelidad convocante nos llama a un futuro preñado por nuestro compromiso. 2. Ante las claudicaciones de todo tipo de un cristianismo aburguesado, a la carta, privado y privatizante, basado en el entretenimiento, frente a una religiosidad de consumo, enajenada por dioses y valores extraños al Reino de Dios, que sea nuestra -hoy y siempre- la misma determinación que la de los israelitas del pasado: ¡Eso no pasará jamás! ¡Nosotros no abandonaremos al Señor por servir a otros dioses!... nosotros también serviremos al Señor, porque él es nuestro Dios (16; 18). 3. Por lo tanto como ayer, exclamemos también hoy y siembre, con gratitud y alegría, entrega y compromiso: “Al rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios sea honor y gloria, por los siglos de los siglos; Amén”. (1Ti 1:17). |