VENDEN AL POBRE POR NADA… O POR TODO
JUAN SIMARRO¿Nos falta compromiso, nos falta pasión por la justicia, nos falta celo por la denuncia?
Ya no se habla como en los tiempos proféticos. Nadie levanta la voz contra los que venden a los pobres, por nada o, como dice el título, quizás los venden por todo dejándolos sin nada. El profeta Amós decía: “Vendieron al pobre por un par de zapatos”. Ya nadie habla así, ni profetas, ni pastores, ni ningún tipo de religioso con voz pública.
¿Será que estamos en otro contexto cultural o que, simplemente, nos falta compromiso, nos falta pasión por la justicia, nos falta celo por la denuncia? ¿Se ha perdido la línea profética? Jesús, como último de los profetas, comenzó su ministerio público con un programa que hoy no asumirían las iglesias. Hoy asumiríamos líneas evangelizadoras en el ámbito de la verbalización de la palabra, asumiríamos la predicación, la lectura de la Biblia, peticiones de diezmos y ofrendas, pero asumir como vital y central en el cristianismo la causa de los pobres, no parece fácil hoy en nuestros ámbitos cristianos. Al menos no con la contundencia y radicalidad con la que lo asume la propia Biblia, los profetas, Jesús mismo.
¿Será que somos más cultos, que practicamos un ritual más vertical hacia arriba y trabajamos menos en la horizontalidad del Evangelio donde se mueve el prójimo? ¿Será que tenemos un lenguaje más eufemístico, light y tolerante con la opresión y el despojo de los pobres? ¿Os imagináis esta forma de predicar: “Pisotean en el polvo de la tierra las cabezas de los desvalidos, y tuercen el camino de los humildes”, como gritaba el profeta? ¿Será que hemos pulido el lenguaje para no ofender a nadie? Hoy no sólo existen los hambrientos de la tierra, unos mil millones de personas, mujeres hombres y niños. Hoy existen a su lado muchos más que viven con menos de un Euro diario, existen los excluidos de los que nadie se preocupa y a los que nadie necesita. Esos que se dejarían oprimir con tal de llevar un plato caliente a sus hijos. La radicalidad y el escándalo de la pobreza en el mundo son tan grandes, que volver a usar ese lenguaje sería más que pertinente. Los juicios duros deberían estar saliendo continuamente de la boca de los cristianos, estar en el centro de su mensaje. ¿Podría ser actual esta forma de hablar: “Sé que afligís al justo, y recibís cohecho, y en los tribunales hacéis perder la causa de los pobres”? Son palabras proféticas que quizás mantienen una actualidad sangrante. ¿Por qué nadie las dice o frases similares? ¿Es que, quizás, desde las comodidades en las que nos movemos es imposible que surjan estas frases? ¿Quizás es que, si hablásemos con tanta contundencia y denunciásemos de una manera tan fuerte correríamos el riesgo de tener que reducir nuestros niveles de vida y de prosperidad de los países del mundo rico? ¿Qué pasa? ¿Dónde se han guardado y ocultado las denuncias proféticas? ¿Es que, acaso, ya no son necesarias? Quizás Lanzar dardos o denuncias contra los poderosos y ricos de la tierra no esté de moda. Quizás influye aquello que tantas veces hemos dicho y hablado: la consideración de la riqueza como prestigio que exalta a los humanos y los hace intocables. Son valoraciones como estas las que nos vuelven ciegos espirituales. ¿Alguien hoy se atrevería a decir públicamente entre los ricos de la tierra el aserto bíblico: “La escasez del pobre está en vuestras mesas”? ¿Sería una locura? ¿Lo considerarían una provocación? ¿Alguien se atrevería a decir con el profeta Isaías: “¡Ay de los que juntan casa a casa y añaden heredad a heredad hasta ocuparlo todo”? Es uno de los ayes de Isaías contra los malvados que no está muy lejos de uno de los ayes del evangelista Lucas: ¡Ay de vosotros, ricos! Porque ya tenéis vuestro consuelo. ¿Es que, acaso, el lenguaje bíblico ya no está de moda? ¿Nos hemos pulido, nos hemos dado baños de cultura, de “respeto” a todos los posicionamientos? Si el profeta decía que los pobres eran vendidos y el requisito de esa venta era un par de zapatos, quizás hoy se es menos generoso. Se les vende por nada a cambio… o por todo sin dejarle nada. Dicen que los opuestos coinciden en el infinito. Hoy, a muchos pobres en el mundo, no les hemos dejado ni siquiera unos zapatos. ¿Calla la iglesia hoy ante la injusticia, ante los desiguales repartos, ante el empobrecimiento de tantos hombres mujeres y niños, o simplemente habla con un lenguaje teológico, suave, inofensivo, no denunciador? ¿Por qué no interpela hoy a los cristianos la pobreza en el mundo como interpelaba a los profetas? ¿Acaso es que se han endurecido nuestras conciencias mientras miramos hacia arriba o, simplemente, hacia otro lado? ¿Quién ha mutilado las gargantas de los creyentes para que se queden mudos ante estos temas? La iglesia se esfuerza, aunque en términos relativos, a hacer una evangelización de anuncio. ¿Por qué no se hace también una evangelización de denuncia? ¿Por qué no se evangeliza también con acciones comprometidas con los sufrientes de la tierra? ¿Acaso estamos pasando de largo ante el prójimo apaleado? ¿Ya no hay capacidad para ser movidos a misericordia con buenos samaritanos en mundo de dolor? Son preguntas que no si tienen respuesta o sólo se da ante ellas un silencio denso que parece que va a desplazar sobre nosotros el peso de todo el firmamento, un silencio que nos grita y ante el que no prestamos atención porque se ha endurecido nuestro oído al igual que nuestras conciencias y corazón… y no creo que yo esté llegando más lejos que la Biblia, que los profetas o que Jesús. La radicalidad de ellos supera en mucho a la posible radicalidad de este humilde artículo. Juan Simarroes Licenciado en Filosofía, escritor y Presidente de la Misión Evangélica Urbana de Madrid. Es autor de varios libros como “Cristianos ante la Pobreza”; “Desde el Corazón de la Ciudad”; “Sendas de Sufrimiento”; “DIACONÍA, Las Obras de la Fe” y “JESÚS, Evangelio de Dios a los Pobres”; “INMIGRANTES: El multiforme rostro de Dios”. Ha colaborado en la publicación de otras obras como “Iglesia y Sociedad”, “Protestantismo en 100 palabras” y “Madrid Protestante.
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